7 sobre 10
NYMPHOMANIAC (2013).
SHOSTAKÓVICH, SAINT-SAËNS, PALESTRINA, FRANCK, BACH , WAGNER, BEETHOVEN, HANDEL, MOZART.
SHOSTAKÓVICH, SAINT-SAËNS, PALESTRINA, FRANCK, BACH , WAGNER, BEETHOVEN, HANDEL, MOZART.
El
empleo de la música clásica en las obras del director Lars Von Trier no puede
dejar indiferente a nadie, dada su variabilidad dentro de una aplicación
cuidada y ciertamente medida. Nos encontramos ante la historia desmedida,
hiriente y para muchos censurable de la vida de una joven adicta al sexo,
vividora de un ámbito empírico de la existencia que se enfrenta crudamente a
las barreras que una vida de tal forma, carente del idealismo o el amor (aunque
resulten falsos), continuamente le impondrá. El sentido que el director ofrece
puede resultar extraño, confuso y, sin duda, difícilmente explicable, mas su
inserción en instantes determinados (sobre todo las piezas más importantes)
delata firmemente lo que Von Trier quiere explicar. Vayamos con ello.
La
primera pieza relevante, con la que la historia ya queda enmarcada en un
ambiente costumbrista pero, al tiempo, aceptado, legal, decente y hasta
admirado, es el vals Nº 2 (en la ‘’Suite para orquesta variada’’) de Dimitri
Shostakovich, una composición que contiene las características citadas, siempre
al lado de los valses y, al tiempo, un matiz ciertamente costumbrista y social
(el compositor lo creó, originalmente, para el filme del director M.K.
Kalatozov ‘’The first echelon’’, película sobre la evolución e
industrialización de los suelos vírgenes de la ciudad de Komsomolsk del Amur,
en Rusia, y cuya aplicación en pantalla se escuchaba mientras los obreros rusos
bailaban la pieza). Por tanto, importante tema que junta la intención de Von Trier por ‘’legalizar’’
(referido a la aceptación, elegancia, educación y notoriedad social del vals
como pieza musical) la vida mundana de la protagonista (el lado costumbrista de
la pieza de Shostakovich). La segunda de las piezas, igualmente importante, es
la ‘’Sonata para violín y piano en La mayor’’, de César Franck, reflejo
absoluto de la inquietud de la protagonista al conocer el sentimiento del amor,
frontal choque con su tipología de vida descuidada y despreocupada de cualquier
modo de pensamiento. A la hora de metraje, todo esto que explicamos queda
sellado por el empleo del tema de César Franck en dos ocasiones muy próximas
(siempre recordando al amor, en la figura de su amado y perdido Jerôme) y, de
inmediato, de nuevo el vals de Shostakovich cuando Joe, la protagonista, olvida
el sufrimiento y regresa a su mundo y vida sexuales, como lo eran al inicio de
la historia.
‘’Básicamente,
todos estamos esperando para morir’’. Esta frase, inmersa en el capítulo en el
que aparece con fuerza Johann Sebastian Bach, con su ‘’The Little Organ Book:
Ich Ruf Zu Dir, Herr Jesu Christ’’, y las relaciones que en el argumento se
establecen hábilmente entre la obra del compositor, su carácter divino, el
intervalo musical satánico y la numerología son una red que revela el
complicado matiz filosófico que realmente mantiene la historia de
‘’Nymphomaniac’’, nunca moribunda en los elementos carnales o las historias
literarias que mantiene la joven Joe y sí ciertamente establecida con fuerza en
el mundo de la representación y las ideas. La escena final, en la que el
director (habiendo asociado cada uno de los tres personajes a las tres voces de
la composición polifónica de Bach) alcanza el clímax de la primera parte de la
obra y junta en pantalla, bajo el sonido de la pieza comentada, a Joe con sus
tres amantes es, sencillamente, directa y genial. La exaltación del significado
de las dos horas que han precedido al instante; secuencia a disfrutar.
El
segundo de los volúmenes se inicia con la presencia de varias piezas, asociadas
siempre al ámbito carnal, al mundo de los deseos y las tentaciones y a la
figura de la mujer como pieza central (‘’Para Elisa’’, de Beethoven; ‘’El oro
del Rin’’, de Wagner), anticipando (fundamentalmente mediante las notas feroces
del órgano ‘’mesiánico’’ de Bach, breves y muy directas) el mundo de las ideas,
el abandono ya de su relación de amor con Jeröme y la presencia asentada del
carácter satánico de la vida que va a ir tomando el devenir de la ya madura
Joe, realmente matizado hacia el múltiple significado filosófico, vital y
extremo de la existencia humana. A partir de las tres piezas que suenan en los
minutos iniciales, la partitura clásica empleada por Von Trier desaparece. Los
silencios musicales son rotundos y las secuencias masoquistas de las visitas de
la mujer, intensísimas, erróneamente tratadas si hubieran sido musicadas por
algún fragmento.
A
la hora del segundo volumen (tres horas de las cuatro de la cinta completa),
suena una de las piezas más hermosas de la historia de la música (si no la más,
a juicio de un servidor): ‘’Lascia ch’io pianga’’ (Handel). Si se conoce el
inicio de ‘’Anticristo’’, también del director, sabremos la relación manifiesta
del tema aplicado a la muerte (con sus matices en la historia, por supuesto).
En ‘’Nymphomaniac’’, mediante una secuencia casi calcada, sucede de igual
forma: Von trier, tras un minutaje extensísimo inmersos en la involución de
Joe, enfrenta directamente la figura de Jeröme (el amor y la felicidad) con la
de Joe mediante el peligro de muerte de su hijo mientras escuchamos la pieza.
Exquisito: en verdad, la historia nos fija drásticamente el riesgo que
representa la vida conteniendo la muerte; sin embargo, una muerte tal vez que
serenara el ímpetu de la mujer o las nefastas lindes de la existencia.
Hermosísimo momento y no menos importante en toda la historia. A los pocos
minutos, la sonata de César Franck: fin (y negación) del sentimentalismo (o
amor) que Joe sufre y a la que ata irremediablemente como figura existencial
para ella, ideal para el resto, y que más adelante escucharemos como unión,
igualmente sentimental, con la joven jugadora de baloncesto ‘’P’’. Una pésima
aplicación del Réquiem de Mozart (la seriedad musical se torna instante casi
ridículo al emplear la majestuosa obra, brevemente, como símbolo del intento de
Joe por morir, sexualmente hablando) da paso a la parte final de la historia.
Una
forma de vida instintiva que, siendo natural y social, hiere la existencia de
Joe. La social identidad herida por la social forma de relacionarse (el sexo).
Una pieza, la de César Franck, tan etérea y cercana al sentimiento y otra,
‘’The Little Organ Book: Ich Ruf Zu Dir, Herr Jesu Christ’’, de J. S. Bach,
mantenida en el aurea del satanismo (siempre reflejo del dolor, el mal en lo
social, la rebeldía…) finalmente se enlazan en el desenlace para mostrar la
muerte de Joe; su muerte social.
En
definitiva, obra notabilísima en estructura, relaciones y disposición de todas
las piezas, encumbrada por la sobresaliente unión de las dos comentadas. Gran
(aunque casi imperceptible, pero sí importante) error en aplicación de una obra
tan suprema como el Réquiem de Mozart y aislamiento de ésta entre un gran
conjunto que, sin duda, baja la impresión final aún sin pretenderlo. De todas
formas, gran trabajo del director.
Antonio Miranda. Abril 2016.
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