Concierto en directo por el 25 aniversario de los estudios Ghibli.
Desde
1984 hasta 2013; empezando por ‘’Nausicaä’’ y terminando por ‘’El viento se
levanta’’, la colaboración de Joe Hisaishi junto al director Hayao Miyazaki se
ha convertido, con el paso de los años, en el ejemplo más claro de confianza
artística y resultados de un equilibrio sensacional, siempre avalados por la
calidad clásica y delicada del artista y todas sus partituras. Muchas de ellas
influenciadas por el clasicismo, el sinfonismo moderno o, incluso, la época
barroca de la música clásica, mantienen unos patrones tan rectos y estudiados
que, tras el visionado de todas las películas, uno llega a admirar con toda
fuerza artística una línea que nunca deja su sitio pero que, sin duda, ejerce
de guía a personajes entrañables, escenas llenas de hermosura y una vitalidad
que se aleja del mundo para acercarse a un entendimiento del ser humano en la
tierra que va más allá de su simple permanencia en ella. La música de Joe
Hisaishi es, literalmente, todo ello.
Composición
que comienza a fijar de forma importante el estilo de la dupla
Miyazaki-Hisaishi. El artista inicia una historia de manera suave y firme, con
una estructura patente de hermosura referida a los campos y paisajes y otra
latente que llama con insistencia a la idealización de la existencia. El lado
más experimental, que alude a las extrañas criaturas y la derivación del
ambiente tóxico del planeta, queda marcado por unas composiciones electrónicas
que ya, desde esta primera colaboración, estarán presentes siempre, aunque con
pinceladas medidas, en las historias de la pareja. Sin duda, partitura (y filme)
de gran influencia en las posteriores y, más concretamente, en ‘’La princesa
Mononoke’’.
La
importancia que cobra la joven Sandra en la historia es arrolladora y su lado
tierno, bondadoso y futurista siempre con la naturaleza que se ha generado en
un mundo tan negativo, es admirable. Ahí entra en juego Hisaishi con sus piezas
pausadas. No obstante, fundamental es la unión del lado más podrido con el de
la chica, siempre puro, y la composición llega a reflejarlo mezclando elementos
electrónicos con orquestales, ambos paradigmas fijos y fieles de sus respectivos
mundos pero que, en varios instantes importantes, llegan a confluir, dando
cuenta de la habilidad del compositor para unificar ambos mundos. Y por vez
primera, de forma tajante, escuchamos el piano como referente del personaje
femenino en la historia y su importancia primera, más allá de lo que
simplemente vemos. La figura femenina, en Miyazaki, tiene una trascendencia
vital y filosófica muy estable. Hisaishi, acudiendo al mismo planteamiento,
terminará, en las próximas producciones, por afianzar su postura ante tales
personajes siempre desde las melódicas piezas para piano, que engrandecen y
transforman la figura de la mujer en algo realmente central. En ‘’Nausicaä del
valle del viento’’, Hisaishi fortalece lo comentado con la aparición, a mitad
de metraje, del tema principal de la joven en relación a la inquietud y
misterio que genera el mundo para ella y su misma figura humana, una pieza vocal
infantil de gran lirismo, significado y elegantes influencias barrocas.
La
partitura evoluciona de forma maestra; la sensación vintage atonal (por otro
lado, frecuente en la década de los ochenta) y los temas electrónicos van
tomando presencia a medida que la historia evoluciona hacia el lado de la
guerra, la tragedia y el riesgo de un final provocado por la avaricia humana y
la estampida de las bestias, muy lejano al ámbito idealista y optimista que al
inicio desprendía el mundo y la vida de la joven princesa. Un final bellísimo y
la vuelta al tema principal de la princesa que escuchamos a mitad de la
película y al sinfonismo del compositor nos concluyen una obra realmente
notable que, sin duda, se delinea como el inicio del sentido profundo de las
colaboraciones entre los dos grandes artistas. Obra referente.
PUNTUACIÓN: 9
Firmeza
casi definitiva de lo que serán las futuras colaboraciones entre Hisaishi y
Miyazaki, en las que el piano identifica a los personajes femeninos, la
sinfonía entra en juego por todas partes, la melodía romántica embellece una
atmósfera de amistad y pureza y los toques más activos comparten matices con el
resto de la composición. Tras ‘’Nausicaä y el valle del viento’’, instante
fundamental en la obra de ambos artistas.
La
narración que el compositor fabrica para ‘’El castillo en el cielo’’ va a
resultar, seguramente, de las más enfáticas y coherentes de toda su colección
de producciones junto al director. Usando matices experimentales, algunos
sonidos electrónicos (magnífica la secuencia en la que el robot soldado intenta
rescatar a la niña protagonista) y oponiendo acción a meditación, consigue una
elevación del contenido romántico muy fuerte. Hisaishi muestra la variedad de
propuestas, inagotables, como lo hace la historia. Compuso, en un principio,
una banda sonora más introvertida, experimental y críptica; su valoración en el
mundo occidental cambió la propuesta y, acompañada de alguno de los originales
sentidos sonoros, el artista obró una partitura que le otorgaría la figura que
ya no abandonaría en películas posteriores, con la orquesta y las influencias
occidentales siempre presentes a partir de ahora: ‘’ La forma americana de musicar una película es muy simple: la
emparejan con los personajes. Por ejemplo, cuando el ejército hace aparición,
escuchas el tema del ejército. La música explica así las imágenes, así es como
funciona la música en Hollywood. Hasta este momento siempre había evitado tal
aproximación, ya que sentía que haría que el score fuera aburrido por mucho que
pudiera entender dicha forma de componer. Pero cuando rehice la obra de esta
manera, aprendí muchísimo’’.
La música
evoluciona hacia tintes casi del todo sintetizados. La mezcla que consigue el
autor finalizando la historia es admirable. Lamentablemente, no volverá a
suceder de forma tan radical en años posteriores. La simplicidad electrónica,
casi hiriente, junto a la parte sinfónica y la pieza coral final dentro ya de
la isla mágica son, sin duda, un conjunto compositivo de altísima calidad y que
no deja de sorprender a cada paso. Obra para no olvidar y base de la futura y
sólida forma de hacer música de Joe Hisaishi para Miyazaki, al tiempo que
relativo final de la radicalidad del compositor.
PUNTUACIÓN: 9
MI VECINO TOTORO (1988).
Tras la sobresaliente ‘’El castillo en el cielo’’, no tenía fácil el compositor ofrecernos una nueva joya musical que acompañara las aventuras de la nueva producción Ghibli. Hisaishi cambia de registro y propone un inicio innovador, muy distinto a su sello personal, carente de sinfonismo hasta los veinte primeros minutos y con un matiz narrativo intensísimo, ligeramente sintetizado, siempre desde el lado más infantil y sencillo posible, melódicamente hablando, y adoptando su vertiente más occidental hasta la fecha. A medida que el metraje avanza, el colorido de su partitura se revuelve, aunque nunca de forma trivial y aleatoria, y la mezcla que obtiene (proveniente de todos los matices apuntados) logra su máximo ejemplo en la secuencia en la que la niña más pequeña descubre, por vez primera, al ‘’animalito’’ Totoro. Realmente una de las escenas más logradas del artista en toda su colaboración con Miyazaki. Exquisita y compendio resolutivo de melodía, narración, ternura y equilibrio y que se proyectará, con apenas dos toques de música hasta entonces, con la secuencia en la que las hermanitas vuelan junto a Totoro, finalizando el segundo tercio de aventura.
En ‘’Mi vecino Totoro’’, Joe Hisaishi
exprime más que nunca los temas asociados a los personajes: Totoro, las niñas,
el Gatobús, la inquietud de la pérdida de la hermana pequeña, la madre… Nunca
en otra partitura la música resultó tan práctica y, al tiempo, de tanta calidad
y con una aplicación que en ninguna medida padece de demasiada aparición en pantalla;
es más, la composición para ‘’Totoro’’ podríamos enmarcarla entre las de menos
minutaje de las colaboraciones entre Miyazaki e Hisaishi.
Concluyendo, composición extraordinaria de
una calidad y aplicación a la historia fabulosas. Infantil, sencilla y hermosa obra
que no necesita, pese a estos adjetivos, del preciosismo fácil que habría
supuesto un final musicado, de sencilla aplicación tal y como concluye el
argumento. Hisaishi no aplica nota alguna a las últimas escenas y cierra su
aportación con otra de sus maravillosas canciones, con el tema principal de
Totoro. Imprescindible.
PUNTUACIÓN: 9
NICKY, LA APRENDIZA DE BRUJA
(1989).
Desde el vals, pasando por el tango y llegando a una ambientación mediterránea completa, la partitura para la presente aventura adopta una postura radicalmente descriptiva, situándose en la atmósfera de trabajo más aliada con la pintura de ambientes y sorprendentemente alejada de la de personajes durante el primer tercio completo y, en general, todo el metraje. Hisaishi, una vez más, da muestras claras de su habilidad para, manteniendo su toque habitual en las obras de Miyazaki, ahondar un poco más en los giros originales para cada producción.
Adentrándonos
en mitad de la historia, el compositor une su matiz ya explicado a una ligera
narración de escenas y personajes, realmente muy puntuales aunque claramente
presentes: la secuencia en la que la niña se propone entregar su primer
paquete-regalo es el punto de inflexión de este aspecto, junto al personaje del
perro (que pronto desaparecerá de la historia, dando muestra, de tal forma, de
su única función de enlace que estamos explicando), juntando de forma
habilidosa esa capa de adjetivos mediterráneos y costumbristas con la mayor
incidencia en lo que vemos. Interesante.
La
parte final mantiene una línea equilibrada y el artista presenta, por vez
primera en el filme (muestra de sus constantes variaciones dentro de la
apariencia similar de sus obras), la fijación del piano con la niña
protagonista, característica fundamental de su música para cualquiera de las
películas animadas en las que ha participado. No resulta, esta vez, de una
intensidad manifiesta y sí, como hemos dicho, de una brevedad mostrada aunque,
sin duda, evidente y hermosa. Son los instantes más tiernos y, al tiempo, más
tristes en la vida de Nicky, que poco a poco va perdiendo sus poderes. Un final
algo precipitado, en el que Hisaishi hace presencia liviana y poco importante,
cierra una de las obras más débiles de director y compositor, pese a su buen
hacer global. Mezcla de clasicismo orquestal y toques experimentales al
sintetizador, el autor se coloca en una posición de transición tras la
exquisita ‘’Totoro’’.
PUNTUACIÓN: 7
PORCO ROSSO (1992).
Nuevo giro del compositor; esta vez, Hisaishi sorprende con un inicio mesurado, siempre dibujando una atmósfera festiva y con cierta ironía y dejando de lado la acción marcada y evidente de la primera media hora, en la que nunca el artista dará cuenta de ningún movimiento activo. El matiz militar de sus notas, junto a esa ambientación festiva, junta a toda la agrupación de torpes ladrones de los aires y los inserta en unas secuencias de batalla en las que la partitura parece, sin lugar a dudas, tomar una postura divertida y cómica, siempre dentro de la seriedad acostumbrada del compositor nipón.
El
segundo tercio de la historia presenta un elemento habitual en Hisaishi: la
música de ambiente mediterráneo. El tango, convertido en género musical global
en el que tuvo importante influencia la migración italiana y la relación de
este país con los orígenes del hidroavión (importante medio de transporte en la
película) forman un todo que ya el compositor empleó en varias de sus obras
para Miyazaki. Por tanto, Hisaishi continúa la formación de esa atmósfera tan
peculiar de esta aventura.
La
mitad de los acontecimientos llega del brazo del cambio narrativo de la música.
Las modulaciones y registros atonales aparecen, sorprendentemente, cuando Porco
Rosso y la joven ingeniera, juntos, emprenden el intento de vuelo del avión
arreglado. Gran escena en la que la música, siempre contenida, ejerce de
reveladora muestra de estudio y aplicación tras muchos minutos de
‘’estancamiento’’ musical. Un final menos brillante de lo habitual en el
director termina por contagiar a una partitura que silencia el ámbito
costumbrista y se centra en el nostálgico. Sus dos o tres últimos temas cierran
una obra bien formada pero, no obstante, por debajo de muchas otras en
Hisaishi. El inicio de la década de los años noventa, sin duda, resulta el
tramo más flojo del cuerpo de obras entre los dos artistas japoneses y la
presente, ciertamente, la menos conseguida.
PUNTUACIÓN: 6.5
LA PRINCESA MONONOKE (1997).
Partitura de
las más reconocidas del autor y, al tiempo, de las que más matices orientales
contiene. Tal vez la más hermosa y preciosista de cuantas compuso para Hayao
Miyazaki Y, sin lugar a dudas, la más seria y formal.
Casi una
década después de su última gran obra (‘’Mi vecino Totoro’’), Hisaishi compone
esta radical partitura cuyos matices narrativos están a un nivel sobresaliente,
ejemplificados de forma absoluta en la secuencia inicial del jabalí, cuya
fuerza, poder y capacidad de asociación a la imagen adquieren una cota
verdaderamente insuperable. Si no la mejor, de las más altas secuencias que el
artista compuso para el director nipón. La radicalidad de su música (extraño
adjetivo en las partituras de Hisaishi) camina paralelamente a la de la
película, en la que Miyazaki muestra, por vez primera, una violencia directa y
unos instantes sangrientos sin pudor alguno. Un lado tierno y evocador se
enfrenta a otro furioso y voluntariamente agresivo.
Con varias
escenas ejemplares en la historia de la música de cine, ‘’La princesa
Mononoke’’ supone un compendio de imaginación tan grande que su música también
tenía que llegar a serlo. La aparición de la joven princesa, tras la
arrebatadora escena comentada del jabalí, completa una introducción tan
sobresaliente como inquietante y, al tiempo, hermosa es su figura hierática
cuando en pantalla Hisaishi la describe por vez primera a orillas del río,
descubierta por el príncipe desterrado. Media hora de metraje en la que ya el
artista y la aventura quedan enmarcadas inteligentemente en todos sus ámbitos
musicales.
La aventura
avanza a pasos agigantados, tanto en argumento como en composición,
ofreciéndonos la secuencia de la primera aparición del viejo jabalí y los suyos
(con una fuerza y violencia casi inusitadas en Hisaishi) y la conversación
entre el joven Ashitaka y Moro, la madre de los lobos, con una canción de
tintes tremendamente idealistas y hermosos. Esto nos lleva a una parte final
verdaderamente majestuosa, con un control narrativo pocas veces desarrollado en
estos años de colaboración pasados a ‘’Mononoke’’, incluso futuros, y una
violencia artística que, como he dicho, apenas brota en las partituras del
autor oriental. La figura del viejo jabalí Okoto y la dupla de los dos jóvenes
se mezclan en la parte última de la partitura y ofrecen un entramado de
contrastes ejemplar. La lucha por la vida, los ideales y las amenazas que
rodean a estas metas forman una estructura final como en ninguna producción del
director. Indispensable composición e inolvidable final narrativo y expresivo
de la aventura de la princesa Mononoke.
PUNTUACIÓN: 9
EL VIAJE DE CHIHIRO (2001).
Obra sinfónica, en la vertiente siempre adoptada por el genial artista oriental en sus colaboraciones para la animación de Hayao Miyazaki. El mundo creado, la fantasía soñada y real al tiempo y la atmósfera que se genera con cada minuto y cada personaje son absorbentes, literarios y siempre acompañados por secuencias musicales de gran talla y narración, en el caso que nos ocupa. Es más, el inicio que plantean director y músico es completísimo y de una forma dual (imagen-música) redonda, compacta y milimétricamente estudiada. Cómo Hisaishi elabora los primeros quince minutos está al alcance de pocos artistas actuales. Lo que ocurre y lo que suena van a la par y llegan, incluso, a superponer funciones hasta el punto de, ambas vertientes de la obra, fundirse en un inicio inquietante hacia un desenlace (siempre hablando de los minutos introductorios) fantasioso. No existen grietas ni saltos que describan de repente ambos mundos; no los hay gracias a la habilísima batuta del artista, que compone una suite introductoria sutil, lineal y suave. Tal vez, acercándonos a la estructura formal de este inicio, pudiéramos entender mejor la que, a mi entender, ha sido la faceta más negativa de la música de cine oriental: la linealidad, esa falta de intensidad enérgica y emocional o, quizá para situarla a un nivel artístico más acorde con su calidad, esa expresividad y emociones siempre serias y elegantemente compuestas.
El
ejemplo más importante de lo expuesto llega al término del primer cuarto de
historia. Chihiro, inmersa ya en el mundo de fantasía, llega a las calderas,
donde un viejo llamado Kamaji trabaja. La secuencia, tierna pero al tiempo rica
en matices, es descrita por Hisaishi mediante una pieza continua a la cual,
siendo atrevidos, podríamos marcar con niveles superiores e inferiores a los
cuales, el artista, jamás llegaría, manteniendo una línea de expresión siempre
entre ellos. Así lo demuestra la aparición del piano (importante instrumento en
la composición global de ‘’El viaje de Chihiro’’), absolutamente en un matiz
clasicista de la música, más cercano al lineal (y siempre eterno) W.A. Mozart
que al enérgico (y universal) L. van Beethoven. No obstante, exquisita escena,
tanto en lo musical como en lo argumental.
La
mitad de la aventura nos descubre la trascendencia del piano: Chihiro y Haku
(su compañero masculino) conversan tras éste enseñarle el lugar donde se
encuentran los padres de aquélla. La secuencia musical es desbordante,
bellísima y, al tiempo, inquietante. El piano se muestra en toda su fuerza y
los registros que visita son variados en una sola pieza. El piano,
definitivamente, es el instrumento enlace que une todos los mundos y
sensaciones en la historia de Chihiro.
La
partitura evoluciona a la historia, no en sí misma. Adopta una tentativa
uniforme ya establecidos los parámetros importantes, acudiendo ligeramente a
matices de música tradicional japonesa pero, sin duda, siguiendo la línea del
genial artista de occidentalizar sus partituras en un conseguido intento por
universalizar las historias que la animación de Miyazaki representa. Y concluye
de forma bellísima. Hisaishi finaliza la aventura de la niña en un juego de
romanticismo que pocas veces llama tanto la atención del espectador. Realza
toda la historia centrándola en la función melódica, ahora interpretada por la
orquesta, y cierra una partitura sólida, firme y que, pretendiendo únicamente
describir y narrar los sueños y la vida de una inocente Chihiro, consigue
superar el límite del segundo plano y crece, progresivamente, hasta un
desenlace extraordinario. Sin duda, imprescindible ejemplo de cómo componer una
historia desde la sencillez y la practicidad.
PUNTUACIÓN: 8
Partitura
sinfónica, cercana (en muchos momentos) a la descripción occidental de los
últimos años de animación antes de la llegada del ordenador y, en otros, al
romanticismo melódico. Ambas vertientes adopta aquí el genial Joe Hisaishi, mas
el apoyo orquestal que aporta a los momentos más activos, durante gran parte
del metraje, ganan un peso final importante en la historia, de tal forma que el
papel que durante la primera parte juega la composición se reduce al segundo
plano más que nunca, secundado con esos toques de sinfonía, incluso en ligeros
e imperceptibles instantes post-románticos, que el artista aplica como tema
principal y reduce al espacio natural por donde el castillo deambula solitario.
La
mitad de aventura supone un punto de inflexión tremendo; Hisaishi compone una
de sus escenas más enérgicas y vitales, expresivas y contundentes dentro de las
colaboraciones con el director Hayao Miyazaki: Howl, el protagonista, se
presenta en la residencia de la hechicera del reino junto a Sophie y la Bruja
del páramo. Los tres consiguen escapar envueltos en una atmósfera de fuerza y
narración musical que se sale de la linealidad típica de las partituras de
Hisaishi. Espectacular. A partir de entonces, la aventura gira y el compositor
ofrece momentos de verdadera acción, ya prácticamente dejados a un lado los
fragmentos más descriptivos que endulzaban la acción media de los personajes
durante la primera mitad de la historia.
La
parte final enfatiza la relación entre Sophie y Howl y las batallas durante la
guerra que se está viviendo en el mundo. Hisaishi acude a una situación
romántica de ambos conceptos y los une, formando así un todo sentimental de
alto nivel en el que descansa su composición.
El desenlace, pasional y vital y de una gran calidad sinfónica, convierte esta partitura en uno de los trabajos de la dupla Hisaishi-Miyazaki más elevados, de un tono idealista absoluto, aires clasicistas rebosantes durante la parte final y un nivel global, en parte adquirido por estos últimos instantes, maravilloso.
El desenlace, pasional y vital y de una gran calidad sinfónica, convierte esta partitura en uno de los trabajos de la dupla Hisaishi-Miyazaki más elevados, de un tono idealista absoluto, aires clasicistas rebosantes durante la parte final y un nivel global, en parte adquirido por estos últimos instantes, maravilloso.
PUNTUACIÓN: 9
PONYO EN EL ACANTILADO (2008).
Partitura dual, basada en el enfrentamiento pacífico de los sentimientos del niño Sousuke y el mundo marino, en este caso reflejado, en la mayoría de ocasiones, mediante fragmentos inquietantes y más activos cuyo primer ejemplo, cuando Fujimoto (el hechicero de las profundidades) envía a las olas del mar en busca de Ponyo, es verdaderamente tenso y ejemplar. El sentimentalismo, variando los estados de ánimo del niño, alcanza una profundidad verdadera y llega a convertirse en el arma más importante de una partitura que, sin duda, basa su fuerza en la figura infantil.
Composición
variadísima. Hisaishi pareciera divertirse más que nunca y la seriedad de la
música se torna guiño musical a varios fragmentos y autores, desde la ‘’Cabalgata
de las valquirias’’ y Wagner hasta ‘’Tiburón’’ y John Williams (el niño y la
madre, en plena tormenta, cogen el coche y suena un ligero matiz de ‘’Jaws’’) ,
yendo más allá y adentrándose, en fragmentos de acción, en el mundo artístico y
atmosférico del gran compositor de ‘’La lista de Schindler’’ de forma absoluta
y sin reparo ninguno o aludiendo levemente al ‘’Concierto para violín y
orquesta en Re mayor, op 35’’ de Tchaikovski en la parte final de la historia.
Repentinamente, la composición decrece. Pese al tono ya desenfadado en la parte final, la música gira (como el argumento) hacia un sentido infantil que no favorece en absoluto su marcha. Lo desconocido y lo nuevo, ambos conceptos de gran valor inicial, se tuercen hacia la aventura sin más. Los fragmentos musicales se transforman en preciosistas y únicamente en los minutos de desenlace consiguen elevar su magia y llegar a niveles en los que el autor siempre debió permanecer. Concluyendo, interesante partitura y, sin embargo, de las más flojas de las colaboraciones con el director debido a los ciertamente vacíos minutos centrales.
PUNTUACIÓN: 7
Repentinamente, la composición decrece. Pese al tono ya desenfadado en la parte final, la música gira (como el argumento) hacia un sentido infantil que no favorece en absoluto su marcha. Lo desconocido y lo nuevo, ambos conceptos de gran valor inicial, se tuercen hacia la aventura sin más. Los fragmentos musicales se transforman en preciosistas y únicamente en los minutos de desenlace consiguen elevar su magia y llegar a niveles en los que el autor siempre debió permanecer. Concluyendo, interesante partitura y, sin embargo, de las más flojas de las colaboraciones con el director debido a los ciertamente vacíos minutos centrales.
PUNTUACIÓN: 7
EL VIENTO SE LEVANTA (2013).
Compleja partitura la de Hisaishi para la última producción de Hayao Miyazaki. Su estructura no resulta fácilmente entendible, con aplicaciones diversas y nada cercanas en escasos minutos de introducción, la cual disfruta de una acción media pero constante desde un principio. Seria como ninguna y popular y folclórica como nunca el magnífico compositor aplicó a su forma, la composición se mueve por senderos instrumentales típicos de tierras mediterráneas y, más concretamente, italianas, como lo es Caproni, el personaje que admira Jiro, el protagonista de la historia. El piano, por su parte, hace presencia provocativo y poderoso, como siempre sucede en las partituras del artista, habitualmente referido (aquí no es distinto) al personaje femenino de la historia.
El
matiz clasicista de la composición es evidente. Hisaishi completa un conjunto
de sensaciones mediante parecidos y referencias sutiles a temas de la música
universal que nos transporta, a cada rato, a una sensación ambiental superior,
estética. La música barroca, la ópera italiana (el conocido ‘’Va pensiero’’, de
‘’Nabucco’’, de Verdi se escucha en las notas iniciales del tema principal
referido a las situaciones que Jiro y Caproni viven juntos)o las referencias a
la corona británica aparecen puntuales en las distintas versiones de los temas
importantes de la historia. Acierto ambiental para con el espectador, al que
transmite una impresión pragmática indudable. A mitad de la obra (en relación
con lo que comentamos) se percibe un detalle externo a la partitura que va a
cumplir una función explicativa fundamental: Jiro y su amigo, ya en Alemania,
pasean por la noche envueltos en soledad y frío. Escuchan cómo alguien, en su
casa, escucha ‘’Winterreise’’ (‘’Viaje de invierno’’), de Franz Schubert y
texto del poeta alemán Wilhelm Müller. La música, sin duda, enseña sutil y
brevemente el enlace que toda la partitura original realiza entre los diversos
ámbitos de la aventura: el argumento, los países, la historia real y la música.
Gran detalle que ensalza la labor del compositor.
La segunda parte de metraje, sin desarrollarse éste de forma activa y continua sino pausada y tímidamente, abre, por otro lado, las puertas a un avance sí pronunciado de la música. El tema principal acomete ahora el total de los ambientes y personajes, el que al inicio se escuchaba más asociado a los sueños junto a Caproni. El piano aparece junto a la figura de Naoko, esposa ya de Jiro y elemento importante en la historia. Se produce una expansión de la partitura importante y Joe Hisaishi, aún repitiendo tal vez en exceso los temas ya conocidos, demuestra un sentimentalismo medido y bien creado y un Romanticismo modelado durante todo el argumento que concluye la obra de la misma forma lineal y equilibrada del inicio. Alejada del sinfonismo habitual, y correspondiendo igualmente a la distancia de este filme con los anteriores del director, la composición muestra la profesionalidad impecable de un gran artista.
PUNTUACIÓN: 8
Antonio Miranda. Febrero 2016.
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