BSO (CRÍTICA)- EL RECUERDO DE MARNIE- Takatsugu Muramatsu.


                                    


9 sobre 10

OMOIDE NO MARNIE- WHEN MARNIE WAS THERE (2014)
TAKATSUGU MURAMATSU.

                Discreta y hermosa, la música para ‘’El recuerdo de Marnie’’ significa el global de una vida, la de Anna (la protagonista junto a la compleja figura de Marnie), una joven solitaria, antisocial, introvertida, triste, profunda y bellísima… No se trata, como muchísimas veces en las producciones de los estudios Ghibli, de una niña de corta edad. Anna mantiene ya una intensa madurez y la música, reflejo de su inquietud y vitalidad más allá de lo que vive, nunca podría haber sido tan variada ni tener tantos registros como las ya conocidas del genial Joe Hisaishi (aunque, ciertamente, mantiene un tono similar a la magnífica ‘’Nausicaä del valle del viento’’: ‘’When Marnie was there’’). Muramatsu opta, inteligentemente, por ofrecer al filme un sentido idílico, especialmente romántico y para eso crea una paleta de notas acordes con la vida de la joven, inquieta interiormente, describiendo siempre su mundo interno y dejando las secuencias más mundanas y triviales sin música, aspecto fundamental en la obra y, sin duda, muestra de la calidad de director y compositor.


              
                Los detalles en ‘’Marnie’’ son innumerables y, siempre, envueltos en una atmósfera vital triste que los oculta sutilmente para convertirlos, en ese instante, en hermosura. El inicio del filme es prudente, tranquilo y Muramatsu, de pronto, mientras Anna viaja a su nuevo destino preocupada e inquieta y el tren pasa de los campos en sombra al verde intenso por el sol  como si de su propia vida se tratara, convierte este instante en una luz tan intensa o más que la del sol que recibe a la joven. Muchos de los temas, de igual forma, pareciendo una línea inquebrantable de melodía continua, poseen ligeros matices narrativos que sorprenden  y que, sin romper con brusquedad el conjunto, enriquecen este ámbito sin tratarlo en demasiados momentos. Habría sido un grave error narrar instantes que vemos, que suceden y que, precisamente, Anna rechaza y odia. Muramatsu, con maestría, vitaliza a la joven mediante tramos ínfimos y elegantes y desecha los más prolongados y sociales (fiestas, conversaciones…), parte de la angustia vital de Anna.



                En definitiva, partitura hermosísima, de una calidad y cualidad sobresalientes, aplicación medidísima y una implicación en la historia que deja de lado, en todo momento, la realidad existencial de la protagonista (cediéndola admirablemente al espectador) adentrándose en los pensamientos de un ser humano entrañable, más vitalista que cualquier otro y que consigue vivir mientras muere. Admirable.







A TENER EN CUENTA: la sutileza, elegancia y belleza de toda la composición.



Antonio Miranda. Marzo 2016.



4 comentarios:

  1. La principal línea melódica del final del filme (al menos) versiona "Recuerdos de la Alhambra", de Francisco Tarrega.
    Saludos-

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    1. Hola, Joseba! Todos los parecidos siempre resultan asombrosos, no hay duda. ¡Qué razón tienes en lo que comentas! Ahora bien, en estos casos nunca sabremos por dónde fue la intención del compositor. Nos queda disfrutar de ambas piezas y de la indudable maestría a la hora de aplicar la banda sonora a la historia. Saludos, amigo!

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  2. Por dios, sí, es un plagio total. Me pasé toda la película pensando dónde había oído yo esa música. Gracias Joseba

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  3. No era plagio: entre los títulos de crédito, casi todos en escritura japonesa, aparece con caracteres latinos "Recuerdos de la Alhambra", aunque no se menciona a Tárrega.

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