8.5 sobre 10
ANOMALISA (2015).
CARTER BURWELL.
Partitura que corona a una producción ‘’stop
motion’’ verdaderamente inigualable.
Hemos
de orientar el estudio de la música global de Burwell hacia terrenos nada
fáciles, nunca evidentes y siempre ocultando una estructura de aplicación a la
historia verdaderamente encomiable, con un valor sobresaliente al tratarse de
partituras de una calidad máxima y siempre manteniéndose en un humilde segundo
plano en pantalla, pero con ese sentido evidente y un significado
importantísimo para llegar a comprender, en su totalidad, las películas a las
que aplica sus composiciones. Así ocurre en la presente obra, con un inicio
repleto de silencios y con momentos ‘’musicados’’ de matices inquietantes, como
lo es lo que va ocurriendo con el protagonista, un hombre serio, profesional y ‘’muerto’’
para la vida. Tan extrañas son las voces de la gente a su alrededor (todas
iguales, de tono masculino aún tratándose de mujeres) como su actitud o sus
conversaciones y, por supuesto, la música. Burwell aplica unos
fragmentos confusos, geniales, cambiantes en tonos, ritmos y estilos (desde
jazz a tango, pasando por sencillas descripciones) y que generan confusión en
el espectador, tanta como para llegar a una de las secuencias más exquisitas
(de muchas que hay) y sentir algo extraño; no saber, tal vez, qué es (o sí…);
darse uno cuenta o percibir la sensación sin descifrarla: Michael Stone,
envuelto por la desazón y el sopor vital, conoce a Lisa Hesselman. La voz de
ésta, sorprendentemente, es femenina, hermosa y sensual y su escucha causa un
frontal choque tanto en el espectador (acostumbrado a las voces masculinas
todas iguales) como en el propio Michael Stone, que drásticamente se enamora de
la joven. Burwell ofrece un aderezo tan exquisito y sutil que, cuando uno ve la
película atentamente, queda prendado de hipnotismo ignorado o, en su caso,
enfervorizado por el matiz del compositor: el tono, hasta ahora, triste e
inquietante de la música sufre un cambio como lo es la escena misma y la
partitura vuela inteligente y casi sin darnos cuenta hacia unas melódicas
formas, elegantes y optimistas justo en el instante en que Lisa habla.
Concebida
inicialmente como proyecto teatral, en el que también participaba el
compositor, ‘’Anomalisa’’ nos muestra siempre este lado artístico, nunca lo
abandona durante la hora y media de duración y podría dividirse en actos bien
clarificados en los que la música, sin tapujos, voltea sentimientos, convierte
secuencias en sensaciones fortísimas y controla, en resumen, un ir y venir
tremendo de todo tipo de momentos, aún sin aparentarlos la obra, envuelta en
pausa, diálogos y análisis lingüísticos. El ejemplo más dictado de toda esta
amalgama de consideraciones se inicia cuando ambos protagonistas deciden tomar
una última copa en la habitación del hotel donde él se hospeda. Pocas veces, en
los últimos años, una partitura habrá tomado el mando durante un buen número de
minutos y, sin prejuicios (y siempre de forma elegante y tratada), condicionado
de manera radical lo que ocurre y lo que se piensa: la ternura que Burwell
imprime a la secuencia, a los diálogos y al acto sexual de los enamorados es,
simplemente, asombrosa. Nos encontramos en la parte firme y
fundamental de una obra que pronto cambiará. Los fragmentos se convierten en
absoluta delicadeza y llegan a introducirse en el interior de él y de ella, de
aquél como elemento que cuida y de ésta como elemento cuidado. Hemos pasado,
hasta ahora, por la incertidumbre, el optimismo y la ternura de una forma
directa y, al tiempo, delicada. Estamos a escasos minutos de otro matiz
interesantísimo que voltea, como lo hace la vida al propio Michael, la
vitalidad hacia el hastío: Lisa va cambiando su voz, paulatinamente
transformándose en otra vez común a la de todos y todo. Michael no sufre el
desamor, padece su realidad existencial, que no es otra que la auténtica
incomprensión por la gente y por lo que le rodea, como así muestra la música
que escuchamos en la secuencia, una mezcla magistral del total conjunto
acontecido hasta ahora, intensa combinación de la partitura inicial con la
posterior para llegar a un desenlace inmejorable que
las notas graves se encargarán de dar una forma final de desolación, tristeza y
dolor con las que se cierra la obra. Un pequeño e interesante detalle: Burwell introduce, prácticamente fuera de partitura, unos etéreos pads que se diluyen entre los diálogos y pensamientos de Stone cuando su desazón va creciendo.
.
Concluyendo,
una nueva joya a disfrutar de Carter Burwell que completa elegantemente, en
forma de minimalismo de cámara, una película ejemplar para las minorías más
exigentes. Sin duda, de fundamental visionado y altísimo nivel.
A TENER EN CUENTA: los diálogos que
contiene la edición en cd tapan la función y significado de la música y
poder apreciarla en su pureza. No obstante, la original concepción teatral de
la obra justifica la intención de los productores al ser, literalmente, un
teatro escuchado en cd.
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