CAROL (2015).
CARTER BURWELL.
La música del Romanticismo. Un inicio exquisito, elegante y que vive de su propia calidad adherido
absolutamente a unas imágenes mediante el tema principal de la historia y una secuencia primera de una intimista fuerza que guiará, ella
sola, al resto del argumento, con Therese marchando en taxi, mirando al pasado
(que parece el presente en ese inicio de filme) y que, al final de la historia,
nos devolverá, con todo, el sentido de lo que ya ha sucedido.
La sensación minimalista de la obra, que nos transmiten sus temas delicados y casi de orquesta de cámara, se proyecta a su estructura de situación en la película. Los detalles del compositor en ella son habilísimos. Jamás eleva el tierno tono lineal del que el director dota a su obra global, una forma inteligente de tratar un tema ciertamente complejo (la homosexualidad) pero que, no obstante, transforma en el concepto del Romanticismo, alejándose tremendamente de un sentimentalismo fácil, habitual y social.
La sensación minimalista de la obra, que nos transmiten sus temas delicados y casi de orquesta de cámara, se proyecta a su estructura de situación en la película. Los detalles del compositor en ella son habilísimos. Jamás eleva el tierno tono lineal del que el director dota a su obra global, una forma inteligente de tratar un tema ciertamente complejo (la homosexualidad) pero que, no obstante, transforma en el concepto del Romanticismo, alejándose tremendamente de un sentimentalismo fácil, habitual y social.
La
música de ‘’Carol’’ es la música de un amargo sufrimiento existencial por el
constante y aparatoso dolor al que el verdadero Amor (el auténtico
Romanticismo) nos conduce, víctimas todos del constante ir y venir de la vida.
Así actúa Burwell en su partitura, alcanzando el máximo punto durante la expresividad, narración y apoyo de las dos secuencias íntimas de las protagonistas, tratadas detalladamente mediante variaciones que fijan cada instante donde debe estar, comenzando el primero con un tono optimista y el segundo, tras la tragedia que se avecina y ya descubierta, con las notas rasgadas de la viola y la melodía principal como lamento de los violonchelos.
En
definitiva, nos encontramos ante una creación de riqueza indudable en un
artista que, con el paso de los años, se convierte en maestro del intimismo y
en uno de los referentes obligados en la música de cine actual como arte
minoritario (afortunadamente). Imprescindible.
A TENER EN CUENTA: el estudio detallado y
su aplicación estructural en pantalla son de una riqueza máxima, llegando a
conseguir detalles tan grandes como pequeña es su percepción, algo que
engrandece de forma sobresaliente la función de una partitura en su película
para no situarse en un peligroso primer plano.
Antonio Miranda. Febrero 2016.
Antonio Miranda. Febrero 2016.
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