9 sobre 10
NOSFERATU (1922).
HANS ERDMANN.
Una
producción de la década de los años veinte, muda y rebosante de sensaciones no podría
haber pecado, inicialmente, del empleo burdo de cualquier tipo de partitura,
alma de este tipo de películas. El filme en sí no portaba música alguna, fue
Hans Erdmann el compositor encargado de crear un trabajo que únicamente
acompañaría a la proyección en directo en el estreno de la película. Hoy día,
por suerte, podemos disfrutar de imagen y notas formando un todo. Quince
primeros minutos magníficos que cierran una introducción cuidada y global, con
el empleo de los graves para enfatizar el matiz siniestro de la historia y el
contraste con el romanticismo del matrimonio Hutter. Unos minutos que, siendo
claramente melódicos, no podrían haber asentado su vertiente terrorífica sino
en los mencionados graves de una orquesta que, regrabada la composición por la
Filarmónica de Brandemburgo, nos muestran (con toda la fuerza y matices que el
compositor quiso) la futura figura de Nosferatu… Su aparición, de lleno
presencia inmersa en una pieza exquisita de Erdmann, es ligera, nada
ostentosa…inteligente y cauta. La partitura finaliza este acto primero de forma
soberbia mediante la aplicación de una de las piezas más destacables del filme,
una marcha fúnebre a tiempo de vals pausado que, apoyada en la percusión,
sinceramente forma el alma del monstruo, próximo a crecer en la historia.
La
partitura de Hans Erdmann para ‘’Nosferatu’’ (que bebe claramente de la
tradición romántica clásica en la música), no resulta nada fácil para cualquier
inquieto de las composiciones para cine. La temática que trata, adjunta al terror
y la monstruosidad, no es descrita claramente mediante unas notas de tal
dibujo. El compositor, hábil, une a su melódica e importante parte romántica
(la del amor de Hutter por su lejana esposa) una atmósfera no del todo
turbadora y que, de haberlo sido, habría provocado un choque (con aquélla)
demasiado ruidoso. Intentando (y consiguiendo) paliar y amortiguar este
contraste, el músico alemán decide dar un cariz medio a sus fragmentos más
oscuros (incluso detallando instantes importantes sin demasiado espanto, como
el descubrimiento de las señales de la primera mordedura del monstruo, por
parte de Hutter). ¿Nos encontramos, entonces, ante una producción no tan
aterradora como siempre pareció?: en absoluto. Agudizando la escucha, el
detalle y atendiendo a las múltiples facetas de un todo global, descubrimos la
importantísima función de lo que ya hemos mencionado: los graves de la
orquesta. El horror del vampiro es resumido en esta faceta de la música:
interna, siniestra, técnica e idealista (en espera del crescendo final).
Podemos comprobar esta teoría, que ahora me atrevo a presentar, en la escena en
la que, tras la primera noche en la residencia del conde, Thomas Hutter pasea y
recorre los lugares durante el día. Erdmann ofrece una visible claridad musical
pero, de fondo y escuchándose durante toda la secuencia de forma obstinada,
suenan las cuerdas graves. La orquesta melódica identifica a Hutter y el día;
la oscuridad de los graves: la presencia de Nosferatu, aún dormitando en su
tumba (igual sucede tras la secuencia de las intuiciones del matrimonio,
ejemplo de cómo el artista une los dos ámbitos de su música, cuando Thomas,
alarmado por los acontecimientos, descubre la tumba del monstruo por vez
primera; ahora, el artista ya no golpea y mantiene constante una nota de graves
durante toda la escena). Él siempre va a estar ahí, claramente en forma de
horrorosa idea más que de presencia descrita, que sucederá más adelante. Una
opción brillantísima por parte del compositor. Final del segundo acto.
El
tercer acto manifiesta una ebullición del compositor hacia el carácter
narrativo absoluto. Con la presencia de Nosferatu (como nuevo capitán del
barco) únicamente a final del fragmento, Erdmann ofrece una versión más clara y
pura del estilo romántico y, más concretamente, del post-romanticismo, con una
mezcla de melodía y detalles atonales que, realmente, comparte toda la
partitura. El final de acto es pletórico, un colofón grandioso a esta pequeña
sinfonía romántica con la presencia de la bestia y sus caracteres más oscuros y
graves.
Los
detalles cuasi-carnavalescos de la música son un aspecto crucial a estudiar. El
uso de la percusión y el xilófono en multitud de secuencias nos lleva a
plantearnos la cuestión antes suscitada: ¿realmente terror? La noción actual
del cine de este género y su expresión musical está muy fijada, incluso
inamovible, en un sector de notas histriónicas y efectos sensacionalistas. La
unión fija entre atonalidad (importante característica del post-romanticismo) y
la única figura deforme, casi ‘’carnavalesca’’, en toda la película, como es la
de Nosferatu, hace que el resultado de esta original fusión mantenga un nivel
de descripción absoluto en la partitura y eleve a lo más alto la dualidad
terror-teatralidad. El resultado, en toda su amplitud y significado artístico:
una auténtica y artística danza macabra.
Cuarto y
quinto actos: desenlace de la historia. Suponen la presencia final y aterradora
del vampiro. Su figura crece, por fin, y lo hace la música girando
inteligentemente hacia una crudeza definitiva, con el empleo (ahora ya
constante) de la sección de graves de una manera hasta poco pudorosa y dejando
el sector narrativo de lado, con lo que el xilófono y detalles percusivos
desaparecen. Erdmann desarrollará hasta el final el cuerpo verdaderamente
romántico y funesto de su obra, como usando pinceles que ofreciesen trazos
bruscos y fuertes de un color negruzco y opresor, atmósfera que Nosferatu
adquiere y, él mismo, contagia. Estos dos últimos actos descubren una
estructura poderosa y llamativa, que encumbrará a la composición hasta niveles
altísimos. Tres partes, sin descanso una tras otra, coincidentes con la
historia. Primera: el artista abandona todo matiz teatral y se centra en un
dramatismo de absoluto horror, golpeando la historia global con una claridad
envidiable; segunda: el terror impregnado en pantalla, a la muerte del
monstruo, gira hacia un sentido romanticismo idealista, unas notas que, si bien
todos aguardamos su intenso tenebrismo en tal instante, Erdmann (y, sin duda, el
grandísimo director del metraje, F.W. Murnau) planta sin temores con melodías
incluso tristes, ¡mutiladas, junto a Nosferatu, por la muerte eterna! Es el
instante más importante de toda la obra, no sólo musicalmente hablando. El
Romanticismo, con mayúscula y como concepto de lo filosófico, de lo terrible,
del sufrimiento, de la soledad…, ha sido el fin último de la historia (y así lo
muestra el compositor). Tercera: la secuencia final, con el matrimonio Hutter
uniéndose y la pérdida de ella, supone un golpe más a favor del Romanticismo
comentado de la figura única del vampiro, ya que las notas bajan en intensidad
y no prestan mayor ayuda a una secuencia que, siguiendo la lógica común,
tendría que haberse adornado de la mayor fuerza dramática posible. No es así.
La lógica, en definitiva, no funciona con las obras maestras en el Arte.
Nosferatu, película completa y restaurada.
En definitiva,
un trabajo que en la actualidad recuperamos y que muestra cómo se trabaja, de
forma seria y estructural, con el único fin de un personaje, tan fuerte y
enigmático como la partitura en sí. De las mejores obras jamás compuestas para
el cine de aquella época.
ESCÚCHALA...: si eres un amante de la música clásica romántica y post-romántica.
NO LA ESCUCHES SI...: tu ''paladar musical'' se centra en las partituras modernas.
RECOMENDACIÓN END TITLES: imprescindible obra maestra.
OTRAS OBRAS DEL AUTOR: ''The testament of Dr. Mabuse''.
PUNTUACIÓN: 9
Antonio
Miranda. Octubre 2015.
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