8 sobre 10
RÍO BRAVO (1959)
DIMITRI TIOMKIN
Partitura inteligente, como lo
era su autor. Sorprende, en tiempo del filme y forma, su inicio: ímpetu máximo
y pegamento a las imágenes (auténtica narración); no obstante, la partitura en
absoluto se caracteriza por esta estructura. ¿Por qué, entonces, este comienzo
tan drástico? El mismo sentido del filme nos lo responde: la película,
caracterizada por una acción media, incluso pausada (no vuelve a narrarse una
imagen de muerte hasta casi llegada la hora de metraje), va a dejar la zona
activa para la parte final. Tiomkin entiende a la perfección esta situación y
emplea unos registros exquisitamente bajos para casi toda la cinta premiando
los diálogos y situándose en un segundo plano, una especie de pintor musical de
la atmósfera de melancolía, tristeza y equilibrio que llega a crear en torno a
un pueblo, de donde no sale la acción.
Con toques magistrales de manera
puntual (el tema principal es de una grandeza sentimental inigualable, el uso
de la trompeta tan y tan triste y etéreo, escuchándose tocar allá a lo lejos…,
las canciones interpretadas por los protagonistas, nexo inteligente entre la
psicología de todos ellos, prestos a arriesgar juntos sus vidas…), la aventura,
una de las más grandes de todos los tiempos en el género del western,
evoluciona admirablemente y así mismo la música. Cómo ésta va cogiendo cuerpo,
forma y carácter es admirable hasta el punto de convertirse en un personaje más
en el tramo final, fantástico, de la obra.
En definitiva, composición
humilde para una producción grandiosa; uno de los músicos que hizo crecer la
música de cine y que pocos conseguirán superar sus obras. Partitura que no deja
de subir cada vez que se ve el filme o se escuchan sus notas.
Antonio Miranda. Agosto 2019
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