9.5 sobre 10
METRÓPOLIS
Año: 1927
Nacionalidad: Alemania
Director: Fritz Lang
Intérpretes: Gustav
Frölich, Brigitte Helm, Alfred Abel, Rudolf Klein-Rogge
Música: Gottfried Huppertz
Sinopsis: En la ciudad futurista de Metrópolis, dominada por Joh
Fredersen, conviven la subterránea Ciudad de los Obreros, donde se hacinan las
clases más desfavorecidas, y el lujoso mundo de los poderosos. Freder, hijo de
Fredersen, descubre casualmente la Ciudad de los Obreros tomando conciencia de
la situación, al tiempo que conoce a María, joven que vive entre los obreros y
predica mensajes de amor y concordia.
Mítica
distopía futurista adscrita a la corriente del Expresionismo alemán que hoy
podemos disfrutar en una versión casi igual a la de su estreno gracias al
hallazgo en Buenos Aires en 2008 de una copia que ampliaba en 26 minutos la que
se conservaba anteriormente, y a la regrabación de la partitura original
compuesta por Gottfried Huppertz, de una importancia capital en el conjunto de
la obra al tratarse de cine mudo. Considerada una de las más importantes
piedras fundacionales del lenguaje fílmico, es además una de las mayores
fuentes de inspiración, tanto estética como conceptual, para una infinidad de
películas posteriores, muy especialmente para otros relatos distópicos que beben
de una manera evidente de la que nos ocupa, como Blade Runner, Dark City o
Minority Report, por citar sólo unos pocos ejemplos.
La historia
tiene un marcado contenido político y social, aunque hay una ambigüedad
(seguramente calculada) en el mensaje. Así, el planteamiento inicial sigue las
tesis marxistas de la lucha de clases y la alienación de los trabajadores, pero
hay una crítica a la Revolución Socialista, pues empeora claramente la
situación de éstos. El guiño musical a La Marsellesa que acompaña la rebelión
de los trabajadores ilustra claramente este aspecto.
Hay también
referencias religiosas obvias, como la figura redentora de María, que en su
discurso a sus seguidores es presentada, iluminada y musicada como un ser casi
celestial, y reúne a los trabajadores en catacumbas (referencia al
cristianismo). Sin embargo, siguiendo el mismo posicionamiento aséptico que en
la vertiente política, se acaba mostrando también la otra cara de la religión,
con el surgimiento del fanatismo e incluso la quema en la hoguera de la “falsa”
María al más puro estilo de la Edad Media.
Pero, sin duda
alguna, mucha más relevancia que el contenido (que por todo lo expuesto antes
resulta finalmente de escasa profundidad), tiene el apartado formal. Hay dos
elementos que son característicos del Expresionismo alemán y que tienen
constante presencia aquí:
·
Los pasajes pesadillescos, como los que tiene Freder con el Apocalipsis bíblico
y la muerte;
·
La plasmación de la experiencia emocional subjetiva, como el encuentro del
protagonista con la máquina central y la visión que tiene de ella como una
esfinge monstruosa que devora a los trabajadores; o el frenético montaje
paralelo que tiene lugar entre el pecaminoso baile de la “falsa” María, los
rostros ávidos de los espectadores y un enfermo Freder en su dormitorio. Mención
aparte merece la arquitectura de los espacios donde se encuentra con su padre,
con puertas y techos de una altura interminable que sugieren el carácter frío y
distante de su mundo.
Un
elemento muy presente en la estructura narrativa es la contraposición, de la
que hay abundantes ejemplos a lo largo del metraje. El mejor botón de muestra
es el magistral inicio con el planteamiento de la trama. Por un lado, se nos
presenta la Ciudad de los Obreros, un inframundo subterráneo donde tiene lugar
un cambio de turno en el que los trabajadores caminan cabizbajos y acompasados,
al tiempo que la música de Huppertz sugiere su estado de alienación.
Inolvidable secuencia. A continuación, y tras un abrupto cambio a una música
idílica, se nos muestra la totalmente opuesta Ciudad de los Poderosos, en cuyos
jardines y clubes disfrutan desenfadados. Otra contraposición de vital
importancia se produce entre la María “real” y la María “robot”, creada a su
imagen y semejanza, en lo que supone una alusión a la dualidad inherente al ser
humano. Mientras en el discurso que la primera dirige a los trabajadores hay
una luz “celestial” sobre ella y suena una música dulce, en el de la segunda
reina la oscuridad y la música es de agitación; mientras la primera es un ser
angelical, la segunda es pura voluptuosidad y maldad.
Como
iconos universales del Séptimo Arte quedarán para siempre la imagen del robot o
la de la ciudad futurista de Metrópolis. Tan sólo una cierta falta de
profundidad temática impide, al menos a juicio de quien esto escribe, la
redondez de la que es, aún así, una obra maestra imperecedera.
Calificación: 9,5
IGNACIO SANTOS. Mayo 2016.
IGNACIO SANTOS. Mayo 2016.