10 sobre 10
THE APARTAMENT (1960)
ADOLPH DEUTSCH
Los
veinte primeros minutos que compone Deutsch para ‘El Apartamento’ son una
auténtica maravilla. De hecho, su valía se muestra justo después, cuando el
alboroto de la vida del protagonista cobra autenticidad desde su mesa de
trabajo llamando a sus superiores intentando cancelar citas. No suena la música
y es cuando el compositor da paso a lo que hasta ahora ha fabricado: algarabía
artística con el contraste de su parte más activa con la tranquila, reflejo
ésta de la persona solitaria de C.C. Baxter. Curioso, nos encontramos con el
valor de una partitura precisamente cuando no se escucha y que demuestra la
importancia de los tiempos en la composición mucho, mucho más allá de un tema
principal, otros temas de tal determinada forma o variaciones de cualquier otro,
algo a lo que muchos críticos de música de cine no hacen más que agarrarse como
si de neumáticos salvavidas en mitad del mar se tratara, cosa que ellos mismos
ignoran…
De
los veinte a los veinticinco, el desenfrenado cambio de agenda comentado. A continuación
Baxter es solicitado por el Jefe de Personal para un ascenso. Cuando la música
intrépida podía haber sonado en el cambio de agenda y no lo hizo, se aplica
ahora, mientras el empleado se dirige a la zona del jefe tampoco de una forma
alocada. Es como si el compositor dijese: espera, ¿me echabas de menos? Aquí
estoy, aquí sigo: llevas razón, tenía que haber aparecido antes. ¡Es como si de
una concesión al espectador se tratara, como asumir un error en mitad del
éxito, como arrodillarse ante la lógica cuando lo ilógico es el Arte!
Asombroso. ¿No pensáis que ante esta estructura sobran temas principales o de
personajes o variaciones o tal o cual aspecto que dichos críticos de música se
afanan por demostrar en cada artículo que hacen de una banda sonora? ¿No es la
estructura, no es lo que ha aplicado hasta ahora Deutsch algo asombroso en la
música de cine? ¡Esto es la música de cine!
A
partir de aquí, la habilidad narrativa es exquisita. La escena en la que Baxter
lleva a su enamorada a su nuevo despacho, conversan y él descubre el cristal
roto resulta de una fuerza sobrecogedora. El simple silencio durante minutos y
la entrada de las cuerdas segundos antes de la imagen del cristal roto nos da
la muestra de que nos encontramos ante una composición estudiadísima. Momento
memorable, casi imperceptible, como todos los cambios sutiles del compositor
narrando secuencias, y que ningún amante del cine debiera pasar por alto.
Casi
a mitad de película nos encontramos con otro ejemplo paradigmático. Escuchamos,
absortos, la conversación en el apartamento entre el Jefe de Personal y la
chica. Al terminar la escena, ¿somos capaces de indicar cuándo comenzó a sonar
la música? Es increíble la habilidad con la que el compositor la inicia, sutil
pero estudiado, y dónde lo quiere el director. Suena ligerísima al tiempo que
él hace un movimiento atónito de cabeza, sorprendido por las palabras de ella,
y no acompañando a ésta y su discurso como podría ser lo normal. Precioso.
¿Puede
haber algún detalle más? Constantemente. La conversación de Baxter y la chica
cuando ésta descansa en la cama roza la perfección: ¡qué manera de combinar,
sin brusquedades ni saltos, un romanticismo absorto y dulce del hombre con el
existencial y doloroso de ella. Un giro tras otro con una destreza, una dulzura
y una capacidad tan desbordantes que pareciere hablar Deutsch en lugar de la
pareja. Secuencia imprescindible.
En
definitiva, obra cumbre, partitura soberbia, inteligente y desbordante. De las
mejores de la historia del cine pese a no ser reconocida como tal en la mayoría
de los foros.
ANTONIO MIRANDA. Abril 2020