CLÍMAX- Gaspar Noé



8 sobre 10

Clímax

Año: 2018
Nacionalidad: Francia
Director: Gaspar Noé
Intérpretes: Sofia Boutella, Romain Guillermic, Souheila Yacoub, Kiddy Smile, Claude Gajan Maull
Música: Varios
Sinopsis: Un grupo de jóvenes bailarines celebra una fiesta tras su último ensayo antes de iniciar una gira. Pronto, empiezan a sentir extrañas sensaciones que atribuyen a la presencia de droga en la sangría.

Provocativa, excesiva, lisérgica, violenta, escandalosa... La lista de adjetivos grandilocuentes para calificar el último trabajo del siempre polémico Gaspar Noé sería interminable. Lo cierto es que a nadie dejará indiferente este hipnótico relato de desenfreno salvaje y descenso a los infiernos de un grupo de jóvenes bailarines, quienes, tras el último ensayo antes de iniciar una prometedora gira, celebran una merecida fiesta que desemboca en el caos más absoluto debido a que alguien vertió una potente droga en la bebida.


Poco debería importar al espectador, mientras observa atónito la pantalla, quién puso la droga en la bebida ni las pesquisas de los personajes para identificar al culpable, incógnita que podría calificarse más bien como un macguffin. Tampoco parece el autor querer inclinar la narración hacia la intriga por el curso de los acontecimientos y cómo acabarán. De hecho, la película se abre con una escena que, cronológicamente, pertenece al desenlace. En ella, en un bellísimo plano cenital, una joven se arrastra sangrando por un paraje nevado que llena de un impoluto blanco la pantalla, anticipándonos que lo que vamos a empezar a ver desembocará en algo trágico y violento. De esta forma, el director francoargentino pone las cartas sobre la mesa desde el principio y evita así que la atención se desvíe hacia la trama en sí.

La película tiene dos partes claramente diferenciadas, ocupando cada una de ellas la mitad aproximada del metraje. La primera, que podríamos calificar como la parte narrativa y más “convencional”, tras la mencionada primera escena que anticipa el desenlace y actúa a modo de prólogo, comienza con un falso documental en el que los protagonistas, uno a uno, aparecen en un televisor que vemos en plano fijo rodeado de libros y películas. En él, hablan a un entrevistador que no vemos sobre sus miedos, motivaciones, objetivos... Tras ello, asistimos al ensayo de su actuación, consistente en una coreografía de baile, y al concluir, dan comienzo el relax y la celebración por el próximo inicio de su gira, al tiempo que se intercalan diálogos entre los protagonistas dos a dos que, junto con el falso documental del comienzo, nos ayudarán a comprender mejor lo que sale a la luz de cada uno de ellos cuando los acontecimientos se desborden.


La segunda parte da comienzo tras los títulos de crédito, que curiosamente se encuentran en la mitad del metraje. Con ello, el director parece querer decirnos: hasta aquí el espectáculo, ahora comienza “otra cosa”. Y en ella, la vertiente narrativa deja paso a un akelarre de locura, desenfreno, descontrol, miedos, histeria, lujuria, angustia... sensaciones que van ‘in crescendo’ y de las que el espectador se siente partícipe gracias a un logradísimo trabajo de cámara que también se vuelve “loca”, de unos juegos de iluminación en diferentes colores que multiplican las sensaciones, y de una música de baile, siempre de origen diegético, que hace las veces de las palpitaciones colectivas del grupo. El punto culminante de este memorable manejo de la cámara como recurso descriptivo, se produce en el tramo final, cuando termina por invertirse del todo, trasmitiendo la sensación de desorden absoluto y poniendo al espectador casi en la piel de los protagonistas.


Es en esta parte donde se encuentra la lectura trascendente de la película. Y es que, presidido por una gigantesca bandera de Francia y protagonizado por un grupo de personajes a los que hemos podido conocer brevemente en la primera mitad y son una representación del mosaico social que conforma el país en cuanto a orígenes, razas, condición sexual, etc., lo que tiene lugar es una situación de caos donde campan a sus anchas la violencia, la lujuria, los abusos sexuales (incluso incestuosos), la venganza, el egoísmo y la histeria. Del orden de lo social, representado por la perfecta coreografía del principio, hemos pasado a la descomposición y al cruel egoísmo individual. Inciden en ello los intertítulos que aparecen a lo largo del metraje (“nacer es una oportunidad única”, “vivir es una imposibilidad colectiva” y “morir es una experiencia extraordinaria”), que aluden al ciclo vital desde este punto de vista cargado de pesimismo social.

Una auténtica experiencia cinematográfica, un goce para los sentidos esta obra en la que el espectador se sumerge, ambientada en la Francia de los noventa pero de la que obviamente se extrae también un enfoque universal y atemporal.

Puntuación: 8

IGNACIO SANTOS. ABRIL 2020


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