9 sobre 10
El mago de Oz
Título original: The Wizard of Oz
Año: 1939
Nacionalidad: EE.UU.
Director: Victor Fleming
Intérpretes: Judy Garland, Franck Morgan, Ray Bolger, Bert Lahr, Jack Haley
Música: Herbert Stothart, Harold Arlen, E.Y. Harburg
Sinopsis: Un tornado traslada la casa de Dorothy y su perrito Totó al mundo de Oz, donde debe llegar hasta un Mago para que le ayude a volver a su hogar. Durante el trayecto se le unirán el Espantapájaros, el Hombre de Hojalata y el León Cobarde.
Delicioso e imperecedero clásico del cine, con una capa temática exterior que lo sitúa indudablemente dentro del género familiar o incluso infantil, pero con una segunda capa de lectura más profunda que habla (dejando a un lado las numerosas interpretaciones que se han hecho en clave de sátira política, en las que desde estas líneas no entraremos) del arrepentimiento y las consecuencias que éste desata en el subconsciente y en el mundo onírico de quien lo sufre. Desde este punto de vista, es influencia clara (y declarada) para autores como David Lynch, quien traslada esta temática a sus sórdidos universos. No cuesta ver un paralelismo, salvando el evidente abismo que separa el tono amable de una y el oscuro y desasosegante de la otra, entre la película que nos ocupa y, por poner un ejemplo, ‘Mulholland Drive’. En ambas, el arrepentimiento de la protagonista la lleva a una fuga psicogénica que le hace recrear en un sueño una realidad alternativa más soportable y en la que las personas de su entorno adquieren una nueva identidad. Dicho lo cual, no conviene obviar el primer y más directo mensaje que nos deja esta historia: la vía para alcanzar nuestros anhelos, el verdadero “camino de baldosas amarillas”, se encuentra en el interior de cada uno de nosotros.
Por lo que respecta a la estructura narrativa, la mayor parte del metraje la ocupa el sueño de la joven Dorothy, precedido de una introducción donde, aún en el mundo real, se nos cuenta la huída de su casa por parte de la protagonista y su posterior arrepentimiento, y seguido finalmente por la vuelta a la realidad en los minutos finales. El contraste entre ambos mundos no podría ser visualmente mayor, pues si el real es en blanco y negro y dominado por amenazantes nubarrones y peligrosos tornados, el onírico es en vivos colores y sobre irreales decorados que subrayan el carácter fantástico de las tierras mágicas de Oz.
Este clásico es también un musical, y son precisamente los números musicales una parte importantísima de lo que ha hecho que El mago de Oz forme parte del imaginario colectivo. Nunca dejará de ser un disfrute, por citar sólo un ejemplo, la escena musical en que los pequeños Munchkin dan la bienvenida a Dorothy, recién llegada ésta a la tierra de Oz. Igualmente inolvidables serán siempre las canciones originales, con una popularidad universal ya atemporal, como Over the rainbow, que les valió a sus compositores Harold Arlen y E.Y. Harburg el Óscar a la mejor canción (que se unió al que obtuvo el otro compositor del filme, Herbert Stothart, a la mejor banda sonora original).
Trailer en castellano
IGNACIO SANTOS
ABRIL 2020
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