PASCAL GAIGNE.
Largos
minutos; la voz del artista, Antonio López, no aparece y sólo se escucha su
lenguaje a través del color, los pinceles y el silencio. Somos conscientes de
una lentitud extrema y hasta hiriente, pero todo ávido estudioso del arte se
percata, en este caminar laxo pero peligrosamente presente, de una mezcla, cual
colores en la paleta del pintor, que descansa muy próxima a la Belleza y la
Filosofía. Inquietos, por tanto, esperamos la llegada de la partitura, que nos
tensiona hasta el extremo de hilar finamente los nudos drásticos y
significativos de esta aparente sencillez inicial: el arte pictórico en el arte
cinematográfico; los planos detallados que mitifican figuras y las figuras (el
membrillero) que van a ser divinizadas, a su vez, por el pintor. ¿Dónde cabe,
por tanto, la música? ¿Será la fina voz que convierta el color en sonido?
¿Serán los vientos, sutiles pajarillos como posándose en la naturaleza diurna y
luminosa y tierna del árbol y, a su vez, las cuerdas graves el resultado de la
oscura noche y el feroz temporal que hieren al pintor?
Largos
minutos; la voz del artista, aderezada por sutiles ambientes costumbristas,
incluso rurales en el centro de Madrid, va a ir convirtiéndose en una inyección
directa al pensamiento. Gaigne, en el
conjunto de la obra, no brota repentino (tras los muchos minutos de silencios)
y su progresiva presencia en la historia resulta de la inteligencia de director
y músico por dar un ambiente de melancólica lucha artística a la figura del
pintor que, si bien desde los comienzos se deja ver como mundano y afable
hombre, también poco a poco se postula como un ser quebrado por la
inestabilidad vital en el arte. Gaigne tiene frente así un lienzo ya pintado,
completo y visible (el filme terminado) al que tendrá que dar, de manera casi
vaporosa, unos pequeños trazos como si de los ‘’tonos de luz’’ buscados por
Antonio López se tratasen. Realmente, su trabajo va naciendo tan progresivo
como crece la obra del pintor. Interesantísimo detalle.
La llamada de
atención que ejerce el sonido que sale del radiocasete que Antonio tiene al
lado de su lienzo pareciere de poca trascendencia. No lo es; más aún, en la
película provoca un curioso contraste con la partitura firme y poderosa de
Gaigne. La música que escuchamos, que procede de la radio nacional en aquellos
años, ‘’Radio 2’’, es, en todo su contenido, música clásica. La suavidad de
todas las piezas, su equilibrio y presencia pudieran representar la imagen del
árbol: perdurable en el tiempo, quieto y presente. Gaigne introduce una
composición también pausada, pero la linealidad que ofrece la clásica de la
radio en absoluto es elemento importante en la obra del compositor quien, con
un objetivo directo, incrusta sus notas sentidas, incluso tranquilamente
furiosas, al lado de la inquietud artística de Antonio López y su alma
artística. Así como el membrillero fustiga al artista y permanece tranquilo a
su lado, como pieza del clasicismo musical, la partitura del compositor cae del
lado de éste, irremediablemente.
Encontramos
durante el desarrollo de la obra múltiples detalles que rodean, se relacionan
(con) y engrandecen la partitura original, en apariencia sencilla, simple e
incluso tímida: así como el pintor clava sus pies, quietos siempre, sobre la
tierra y de su figura inmóvil y única brotan luego las pinceladas de arte que
dan vida, Gaigne planta también, durante gran parte de la composición, sus
temas (o parte de ellos) en una nota mantenida, quieta y, con ella como base,
da vida luego al resto de su pieza musical. Las conversaciones prolongadas,
secuencias pausadísimas…todo un entramado calmoso que provoca un casi
multitudinario rechazo. No obstante, el conjunto está medido: un cálculo
inteligente para dar brío y poder al fin último de la obra, a un poema
ciertamente místico al que sólo se le podría otorgar la elegancia musical de
una composición de cámara. Así es la música que Pascal Gaigne crea para ‘’El
sol del membrillo’’.
Aproximándose
el final del filme, casi llegando a las dos horas de metraje, la secuencia que
nos aguarda es bellísima. La fuerza con la que el compositor pinta la escena es
única, un instante tan formidable que pudiera enmarcarse entre los mejores de
la música de cine de nuestro país: los dos amigos, pintores, charlan
serenamente durante larguísimos minutos. El espectador observa y espera. Su
paciencia parece agotarse y repentino, hermoso y prudente, Gaigne entona su
bandoneón, apoyado en una base estática (como los pies de Antonio López) y
Erice nos muestra imágenes de Madrid como si fuera el genial pintor quien las
hiciera. La interrelación entre todos estos elementos es, realmente, fortísima.
Uno de los momentos cumbre de la historia y, a continuación, el desenlace.
El final
encumbra a la música como la verdadera alma dramática del interior del pintor
y, así, ratifica lo anteriormente planteado. Secuencias interminables, ahora ya
y tras el descanso perpetuo del artista, del marchitar y muerte del fruto. El
artista termina cuando lo hace su arte. Gaigne sube la presencia e intensidad
de la música otorgando a las cuerdas un dramatismo absoluto que hasta el
momento no habíamos sentido: Antonio López vivía, el artista pintaba y luchaba
contra la vida natural; ahora, pasado el tiempo de su pintura, el genio
desaparece y se agota, lo hace su vida y su alma y la música, reflejo (como ya
hemos explicado en este artículo) del alma de Antonio, parece finalmente erguirse
y gritar.
Concluyendo,
una obra de una aplicación estudiadísima y presencia parcial que, precisamente,
hace que la fuerza que adquiere en el filme sea de un nivel notabilísimo. La
relación que se establece en el conjunto global de la obra entre todas sus vertientes
artísticas es altísima y beneficiosa para todas ellas. Película de referencia
en el cine español, como lo es su director y como también debería ser la partitura de Pascal Gaigne. Una lástima
que obras tan conseguidas sean, al tiempo, tan minoritarias. No obstante, si no
lo fueran… tal vez (o seguramente) su nivel artístico no sería tan alto.
ESCÚCHALA SI...: eres un amante del arte en mayúscula y bebes de cualquier buena fuente que inspire y enseñe.
NO LA ESCUCHES SI...: te gusta, fervientemente, la música sinfónica y comercial.
RECOMENDACIÓN END TITLES: imprescindible.
OTRAS OBRAS DEL AUTOR: ''Loreak'', ''Le cou de la girafe''.
PUNTUACIÓN:10
Antonio
Miranda. Septiembre 2015.
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