6 sobre 10
L'uccello dalle piume di cristallo (The Bird with the Crystal Plumage) (1970).
ENNIO
MORRICONE
No
hay duda de la destreza global de los dos grandes genios del séptimo arte que
juntó la presente historia, hace ya muchos años: Morricone y Argento deslumbran
de manera notable y, al tiempo, simplísima (como suelen hacerlo siempre). Cómo
el segundo da forma a toda la película y dirige y permite al primero
experimentar con sonidos en una historia directa es algo llamativo y siempre
presente en las obras del director italiano. Morricone y su director no ofrecen
al espectador un inicio impactante, ni siquiera brillante: sí práctic y
prudente, características éstas de todo el conjunto de esta producción
cinematográfica. Tras muchos detalles musicales en los primeros minutos, en los
que la trama va figurando sus límites, ambos artistas funden su buen hacer
siempre para bien del filme: el cuadro que aparece en la historia, que la
primera joven asesinada vendió en la tienda de antigüedades, es tratado
magistralmente por Argento, se funde y une la figura del joven investigador con
la del asesino y permite a Morricone hacerlo también con dos de los motivos de
su hasta ahora medida partitura: la parte experimental y más tensa con la
melódica y sensible del cántico femenino e infantil (éste asociado al recuerdo
y aquélla al sentido terrorífico del desconocido psicópata). No obstante, ambas
directrices, en un inicio prometedoras, no seguirán evolucionando,
lamentablemente.
El
inicio de la década de los 70 supuso el comienzo de las películas ‘Giallo’ (con
permiso de su origen en ‘La muchacha que sabía demasiado’, de Mario Bava) y
Argento lanzó, con su ‘El pájaro de las plumas de cristal’ ( ópera prima), lo
que más tarde sería una de las influencias más claras en el cine de terror y
policíaco de los 80 y uno de los géneros, o subgéneros, más controvertidos de
la historia, poco aceptado por la crítica y, por tanto, sin duda atractivo para
el estudioso por tal motivo.
Morricone
se muestra tal como siempre ha sido: aplicado, nada comercial en cuestiones
narrativas y en todo momento supeditado
a la imagen. Se echa en falta, a medida que avanza el filme, cierta variedad en
los registros, un matiz más afianzado que trate elementos de la historia con
más fuerza (el cuadro mencionado, por ejemplo, algo olvidado respecto a la partitura
desde el instante citado) o haber aprovechado fragmentos realmente potentes de
alguna escena para acribillar al espectador con el arte del verdadero terror
tensionado. Ejemplo claro lo encontramos en los segundos iniciales de la
secuencia en la que se mata a la cuarta víctima, de una primera impresión
visual magnífica que pudo haberse prolongado. Argento destaca en secuencias de
este tipo, en los asesinatos o en pequeños detalles de cámara y segundos. Su
obra dará lugar a espectaculares
tratados de violencia, sangre y terror en años posteriores. ‘El pájaro de las
plumas de cristal’, con sus limitaciones como filme, sin duda tiene el valor de
lo que generó posteriormente y la lástima de, quizá, no ser conscientes en el
momento de su creación de lo que realmente se estaba fabricando. De haber sido
así, Morricone habría compuesto una partitura indudablemente de mayor alcance,
registros más personales y presencia más contundente; no obstante, la línea
equilibrada de la música y sus ligeros toques jazzísticos y experimentales la
sitúan entre sus cumplidoras obras. Fijémonos, de todas formas, en lo relativo
de los análisis: ¿no suponen la música y el estilo, a veces rocambolescos, del
genio italiano una similar connotación a la de la falta de coherencia
argumental del ‘Giallo’ y su acercamiento extremo a lo formal? La partitura de
Morricone para el presente filme es, sin duda, la pura y clara descripción del
subgénero italiano. Interesantísimo detalle.
En
definitiva, obra de uno de los mayores ejemplos de compositores para cine
compuesta con seriedad y acierto que presenta limitaciones, muchas de ellas
producidas por la historia en sí, pero que resulta adecuada a la imagen, con el
lado de la voz femenina resolviendo dudas finales y un desenlace que el artista
podría haber ladeado más hacia la altanería de mostrar su inteligencia
compositiva: no lo hace así, sino que muestra la prudencia que siempre ha
tenido para con las imágenes y firma una partitura que no descansa entre sus
mejores piezas pero sí cumple bien el cometido.
PUNTUACIÓN:
6
ANTONIO MIRANDA. NOVIEMBRE 2017.
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