10 sobre 10
NORTH BY NORTHWEST (1959).
BERNARD HERRMANN
SIETE MINUTOS BASTAN PARA DARNOS
CUENTA DEL NIVEL Y TRASCENDENCIA QUE VAMOS A PRESENCIAR DURANTE ABSOLUTAMENTE
TODA LA PELÍCULA. Bernard Herrmann golpea cualquier duda que se pueda tener
ante una mediocre opinión de su trabajo. El tema principal (a modo de
fandango), de una calidad compositiva que, me atrevo a decir drásticamente,
logra un nivel paralelo al de las grandes obras de la historia de la música, es
una inyección pura de música e imagen. El compositor muestra una indolencia
artística tan grande que, admitiendo lo absurdo de lo que a continuación
plantearé, sería entendible en cualquier inquieto y estudioso, al tiempo que
practicante de Arte, detener la cinta, agachar la cabeza y meditar qué hacemos
la gente corriente al lado de tan magnas mentes como la del compositor. Herrmann
junta en este motivo principal las dos facetas fundamentales por las que una
partitura debe caer en el olvido o ascender a los niveles del sobresaliente:
composición e influencia en pantalla. Sin ningún acontecimiento todavía por
verse, él ataca la historia como arpón en la distancia al animal marino. Lo que
escuchamos inmediatamente después, mientras el protagonista ‘’fabrica’’ su
rapto, es pura metafísica descriptiva, es decir, unas notas pausadas con las
que cualquier otro compositor habría simplemente apoyado la secuencia pero que,
desde el autor de ‘’Vértigo’’, se narra al tiempo y con una capacidad,
igualmente compositiva, maravillosa. Un detalle último de estos siete primeros
minutos: Herrmann rompe con todo cliché y, típico en él, emplea el sonido del
clarinete para sensaciones inquietantes cuando, habitualmente, es el oboe el
que marca su sonido profundo ayudando a compositores y directores a crear una
atmósfera desconocida. Fantástico. Nos disponemos a escuchar y ver la mejor
partitura musical para el séptimo arte de todos los tiempos.
La introducción deja paso a una
practicidad pasmosa. Herrmann muestra su manejo de situaciones tubándonos una
vez aquí, otra allá: ahora silencia una secuencia en la que el ambiente
pareciere gritar pidiendo su orquesta, ahora inicia en los segundos entre
escenas un instante de conmoción; de pronto maneja el espasmo musical y
repentinamente calla. La sección grave de la orquesta funciona como una base
solidísima y muy importante en el conjunto. La variabilidad de ritmos es
milagrosa y su combinación en la misma franja de historia, asombrosa, solamente
al alcance de los genios. Esta mezcla artística de pausa y frenesí la
encontramos en los instantes en que el protagonista acude a la misteriosa
habitación de su supuesta nueva identidad, el señor Kaplan: ‘’No lo sé, salga
corriendo’’ (dice al taxista). En este momento surgen los violines con una voz
chillona, alterados, nerviosos y pausadamente frenéticos tras haberse
regocijado en la plasticidad del ingenio inquietante durante los segundos que
Roger Thornhill y su madre pasaron en la habitación. Admirable. El trayecto en
el taxi es ejemplar (con un inicio estructural preludio de la que compondrá en
‘’Psicosis’’ un año después cuando la mujer, parada con su coche en un
semáforo, identifica a su jefe), una secuencia musicada como pocas en la
historia del cine al tiempo que, sin duda, pasa totalmente desapercibida:
fijémonos en la base de graves que de pronto aparece ofreciendo campo amplio a
los violines que acabamos de citar. Las violas, a su vez, hieren, antesala sin
duda del golpe final de cuerdas con el que Herrmann planta a Thornhill ante la
azafata de la ONU en el mostrador y concluye la escena, previa modulación del
artista no aplicada solamente a una nota o instrumento sino, magistralmente…¡a
todo el conjunto! Del medido histrionismo hemos pasado a la pausa. Y como digo,
el golpe final. ¡Cuántos golpes finales han intentado fijar a los protagonistas
llegando ante una mesa, ante cualquier cosa y han resultado triviales procesos!
Qué elegancia, ahora, parando una escena. Los instantes que explicamos
terminarán de modo brillante con director y compositor de la mano, el
protagonista saliendo de la ONU corriendo, cámara en las alturas y las alturas
dorando la fuerza final de Herrmann, valiente mostrando de nuevo versionado el
tema principal en pequeños detalles.
El tema de amor surge entre lo
anteriormente explicado y la famosa escena de la avioneta. Delicado, ligero,
elegante y ligeramente burlón a
instantes e inquietante en algún otro, siempre con esa inteligencia compositiva
del autor atando firmemente las piezas con la historia. Y la secuencia del
descampado, sin ninguna nota hasta la explosión de la avioneta y finalizada,
enlazándola con la siguiente parte de forma inmejorable, con los clarinetes
sentenciando, como decimos, uno de los momentos más famosos del cine.
Existe en ‘’North by northwest’’
un tratamiento tan profundo y enigmático de la música como lo plasma el
director, Alfred Hitchcock, en la historia. El paradigma más profundo y, al
tiempo, inadvertido (y por ello insuperable) es la relación del protagonista
con la chica, Eva Kendall, fácilmente musicable mediante el hermosísimo tema de
amor variado ligeramente hacia un tono u otro, como cualquier compositor
llevaría a cabo. Herrmann da un paso más y, avanzada la relación, él completa
la suya propia con la historia insertando en la pareja nuevos temas de una
suavidad inquietante asombrosa y jamás separados del principal que fija e
identifica a la pareja. El desarrollo completo durante todo el filme de esta
relación podría, sin ninguna duda, fabricar una película independiente, una
obra formada y otra composición, por sí sola, que tendría, de la misma forma
que la global que tratamos, identidad única y sobresaliente. Algo realmente
complejo de conseguir y pocas veces desarrollado en la historia de la música de
cine.
La parte final de la obra
mantiene el descomunal nivel de todo lo anterior. Encontramos detalles
exquisitos: un mismo tema ofreciendo en situaciones distintas sensaciones
incluso contrarias, el abrir Thornhill la ventana de la habitación del hospital
para escapar y, en ese preciso instante, Herrmann introducir valiente la
sección aguda de la orquesta como abriéndose la música, ella misma, hacia el exterior
de la ciudad. El desenlace es arrollador; no obstante, le secuencia no muy
larga en la que Thornhill se aproxima a la mansión (donde la joven Kendall
reside junto a los espías) es deliciosa. El músico ejecuta un final resumido de
su partitura pausada con una maestría (latente) desbordante en la que demuestra
su técnica compositiva al servicio de la narración: la perfección. En pocos
segundos emplea toques del tema principal, del tema de amor, desarrollos
descriptivos acompañando los movimientos de Thornhill y una sensación de
proximidad al peligro que causa estupor: Herrmann, sin duda, llega al nivel del
mismo Hitchcock en cuanto a control de la historia. He aquí una de las muestras
de la grandeza del director de ‘’Psicosis’’ que, sin reparo, ofrece al músico
una libertad de dominio sobre su película jamás dada a ningún compositor.
El final es apoteósico, un
dominio de la estructura formal absoluto, una versión del tema principal,
incrustado en las imágenes, sobresaliente, activo, furioso y único y empleando
detalles de toda la composición que en ningún instante desajustan nada. Es
curioso el momento en el que la joven, escapando ya junto a Thornhill, se rompe
el tacón y resbala en el precipicio: el tema de amor brota de pronto bellísimo
y con un matiz de amor inusitado hasta el momento, pareciendo abrazar a la
pareja en el primer instante de la obra en el que su relación es verdaderamente
transparente. Por segundos, el tema principal escuchándose en la misma
estructura que el original pero invertidos los instrumentos de manera
brillante, juguetona y fascinante. Desenlace drásticamente perfecto y una obra
para la historia.
En conclusión, ‘’North by
northwest’’ es, para quien esto escribe, la mejor banda sonora que nadie haya
compuesto jamás para cine. Brillante en composición y explosiva en adaptación a
la imagen, con una estructura inteligente, nada pretenciosa y con absolutamente
todos los detalles en su justa medida y tiempo. Inigualable.
Puntuación: 10
Antonio Miranda. Junio 2017.
Antonio Miranda. Junio 2017.