LA BELLA Y LA BESTIA- LA BELLE ET LA BÊTE/ Georges Auric

 


6.5 sobre 10

La Belle et la Bête (1946)

Obligado quedo, sin duda, a varias revisiones de esta extraordinaria cinta para ser consciente, en toda su amplitud, del sentido real de la banda sonora para esta película que es ensalzada hasta extremos de calidad en casi todos los críticos que la abordan; no obstante, y de forma particular, considero la música del compositor francés como un logro notable con un punto de imprudencia y ponderación excesivos.


Auric, empujado por su ímpetu entre los filmes mudos y el romanticismo clásico, y no menos convencido por las intenciones del director, compone una partitura que excede absolutamente

los instantes en que la imagen debe ser narrada. Los momentos de presencia musical son demasiados si tenemos en cuenta que los extraordinarios años mudos ya pasaron, en los que la música lo envolvía todo y su ritmo desenfrenado era una delicia para los espectadores. Ahora no. El filme, de una belleza desbordante, no puede ser condimentado igualmente con fragmentos de idéntica abundancia. Secuencias en las que prima el diálogo son aderezadas con una pieza musical en absoluto correspondida con la escena y que lleva al espectador a un éxtasis que no debiera producirse en dicho instante. Aurec lo corrige casi de manera instantánea, zambulléndose también de esta manera en un error importante, la creación de secuencias musicales variadas en las que una misma escena, con un solo significado en la historia, es narrada por el autor de la composición mediante cambiantes estados de información, lo cual nos conduce por un sendero firme y único pero por el que podemos ver, a medida que avanzamos, otros muchos que nos ofrecen la posibilidad de tomarlos y que llegan a confundirnos pese a nuestra insistencia por recorrer el camino principal. Podemos comprobar esta postura en la secuencia en la que Bella descubre a Bestia y se desploma. Ésta, no sabemos si con delicadeza, instinto animal, prudencia o brutalidad debido a las variadas oscilaciones de la música del compositor, coge a la chica en sus brazos y termina adentrándose en el edificio justo en el instante en el que las copiosas propuestas de Aurec dejan de sonar. Pocas veces, en la historia del cine, el argumento agradece de manera drástica la ausencia de partitura. El silencio con el que topamos es más sonoro y más auténtico, más embriagador y más certero que todos los varios y completos minutos en los que la música nos ha confundido.

La obra musical para 'La bella y la bestia' del director Jean Cocteau, no obstante lo apuntado, es realmente notable. Su escucha aislada es una delicia y su composición e idea, sobresalientes: no hay duda. Sin embargo, su situación equívoca y precisamente las dudas a las que nos somete en varias ocasiones hacen de ella una creación extraña, que desorienta y apabulla con unos coros constantes que hacen de ciertos momentos, por ejemplo la visión del tesoro que guarda el secreto de la Bestia, instantes como otros cualquiera en la historia.

El filme es de una calidad exquisita y su fotografía repleta de momentos memorables que hacen de la película una sucesión de escenas teatrales con un dramatismo y una emoción ya de por sí innatas. Precisamente el carácter innato de esta cualidad hace innecesaria una composición llena de un matiz exultante en absolutamente todos los momentos.

Obra calificada como de las mejores bandas sonoras de la historia por algunos y que End Titles, con los argumentos presentados, debe situarla como correcta.


Antonio Miranda

Julio 2021




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