STAR TREK: THE MOTION PICTURE (1979)
ROBERT WISE/ JERRY GOLDSMITH
Escena de la primera aparición de la nave Enterprise
Primera entrega de la franquicia cinematográfica con una banda sonora ejemplar, enigmática, potente y compleja. de uno de los músicos más grandes del cine, sin duda. Una película interesantísima lejos de la consideración comercial de la saga y una partitura sobresaliente.
ESCENA:
Fastuosa, sensacional y grandiosa escena.
La música para la secuencia que a continuación os presentamos
es una de las más conseguidas y espectaculares de la historia del cine no sólo
por su aplicación, estructura o conocimientos de la historia sino, sin duda,
por lo que genera ella sola en torno a sí misma, por el concepto que brota al
terminar de verla, algo así como: no cabe debate, esta secuencia, gracias a la
música, es por sí misma Star Trek. No necesito más…
El desarrollo de cámara es sencillo y directo. La nave, desde
la aparición de los dos compañeros viajando para verla anclada en la estación
de preparación, surge como algo sublime, superior e incluso siempre enfocada
y vista desde el plano inferior. A parte los detalles técnicos, Goldsmith
aparece arrollando y, curiosamente, no de manera repentina; es decir, la
descripción de la nave (hasta límites intelectuales), musicalmente hablando, no
se enseña previo silencio de partitura. Es más, la música se escucha durante
bastantes segundos antes de la ‘explosión’ compositiva, la aparición de la
silueta del Enterprise y el cambio al tema principal que genera la
identificación. Una pieza en forma de vals, incluido su típico ritmo tres por
cuatro e innegablemente con esa sensación de grandeza, elegancia y ritmo etéreo
de los valses clásicos que, casi con toda seguridad, la mayoría de los
cinéfilos no habrán caído en la cuenta de este importante detalle (un vals que,
al contrario que ocurre sorprendentemente con Kubrick en 2001 y su empleo de
Strauss, está detalladamente conjuntado con la imagen). La nave es la dama,
cual delicada luz que acariciamos los espectadores (identificados éstos en la
figura de los tripulantes) para llevar a cabo ese baile que es la visita a las
instalaciones. El Enterprise es la novia de la boda, hermosa y diosa de la
belleza, a la cual todos encumbran y cuidan. Con todo esto, el compositor
realmente le está diseñando un concepto abstracto, divino, científico e
inalcanzable para la cotidianeidad humana que, finalmente, va a resultar en el
entramado completo de la película.
Pocos compositores consiguen generar un éxtasis musical en
una secuencia y, a los pocos segundos y en la misma escena, elevarlo todavía
más. John Williams es el maestro de este concepto. Goldsmith lo consigue aquí
de manera rompedora: los visitantes recorren la longitud de la nave y van más
allá, girando su pequeño transportador para conseguir ver de frente la parte
delantera del magno aparato. La partitura, durante el giro, descansa
ligeramente, anuncia de nuevo con sigilo la grandeza al verse al capitán
mirando otra vez absorto y, por fin, el contrapicado absoluto de la imagen
coincide con la visión global de la estación donde descansa el Enterprise. Su
figura divina, entera y absoluta, es endulzada con una potencia inusitada por
la explosión final de la música.
Belleza y perfección en la historia de la música de cine. Es
Jerry Goldsmith…; es el dibujo en cinco minutos de una saga de miles de ellos. Asombroso.
Diciembre 2020
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