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FESTIVAL DE CANNES: SECCIÓN OFICIAL (FUERA DE COMPETICIÓN)
Los pájaros
Título original: The birds
Año: 1963
Nacionalidad: EE.UU.
Director: Alfred Hitchcock
Intérpretes: Tippi Hedren, Rod Taylor, Jessica
Tandy, Suzanne Pleshette, Veronica Cartwright.
Sinopsis: Melanie, una joven
de la alta sociedad de San Francisco, conoce por casualidad al abogado Mitch
Brenner, al que posteriormente sigue hasta la pequeña localidad costera de
Bodega Bay. Allí, comienzan a sucederse extraños ataques por parte de las aves
del lugar.
Inolvidable clásico del “Mago del
Suspense”, con el que, tras el rotundo éxito de su anterior trabajo, Psicosis,
no sólo no defraudó la expectativa generada en su día, sino que completó un
asombroso póker de cuatro obras maestras consecutivas en el lustro que va de
1958 a 1963, con Vértigo, Con la muerte en los talones, la
mencionada Psicosis y la que nos ocupa.
El carácter críptico de la
historia y, especialmente, la ausencia deliberada de explicación a los hechos
han dado lugar siempre a multitud de lecturas e interpretaciones. Mediante
estas líneas plantearemos la nuestra, que, dicho sea de paso, no excluye sino
que más bien se complementa con cualquier otra, y según la cual, estamos ante
una metáfora de la pérdida del control sobre su propio destino que le causa el
amor a la protagonista. Ésta es una joven rica, caprichosa, que hace cuanto le
viene en gana en la vida y que tiene controlados sus sentimientos (esto lo
simboliza la pareja de periquitos que a su llegada a Bodega Bay lleva
enjaulados, y, por tanto, controlados); pero a medida que se enamora de Mitch,
pierde el control sobre sus sentimientos y su vida, y llega el caos. Deja de
estar en su mano su propio destino, de la misma forma que, si bien se puede
tener enjaulados a un par de pájaros, no se puede tener así a todas las aves
del mundo y, por tanto,el devenir de los acontecimientos escapa a nuestro poder
de decisión. El amor, fuerza incontrolable que trasciende a nosotros mismos y a
nuestra comprensión, arrasa con todo y se convierte en un elemento exógeno que
nos dirige. Arrasa incluso con la estabilidad de la madre de Mitch, que desde
el principio ve con recelo la llegada de Melanie (el pánico al ataque de los
pájaros representa el pánico a que el idilio entre Melanie y su hijo le haga perder
la compañía y la protección que le supone el tener a éste), y arrasa también,
en este caso con consecuencias aún más trágicas, con Annie, la profesora que
tuvo una relación amorosa con Mitch en el pasado y que aún está enamorada de
él.
El primer tramo del metraje nos
ofrece algunas pistas de esta identificación entre el comportamiento de los
pájaros y el enamoramiento de Melanie: cuando ésta conoce a Mitch en la
pajarería, uno de los ejemplares se escapa de su jaula, simbolizando un primer
síntoma de la pérdida de control sobre sus sentimientos. Posteriormente, cuando
ella observa a Mitch escondida desde la barca, en lo que supone la primera vez
que lo ve desde aquel encuentro casual, se produce la primera agresión por
parte de una gaviota, una agresión fugaz y aislada que representa el primer
“golpeo” del amor. Y, más adelante, tampoco es casualidad que sea a Annie (la
profesora) a quien matan las aves, en un paralelismo con el hecho de que la
llegada de Melanie “mata” sus esperanzas de recuperar a Mitch.
Resulta una verdadera delicia la
perfección con que nos obsequia el genio londinense en la planificación y el
montaje de cada escena, nada nuevo en la filmografía de quien es uno de los
directores que mayor número de obras maestras legó a la historia del cine.
Sirvan como ejemplo algunas de esas escenas que destacaremos por su brillantez:
§ La
del ataque de los pájaros mientras los protagonistas están en la cafetería, con
una magistral creación de tensión al montar en paralelo el desastre generado
por el incendio en una gasolinera, la aproximación de las aves en un plano
aéreo subjetivo y las reacciones de los personajes al otro lado del cristal;
§ La
de otro ataque, en este caso en la escuela, y especialmente con esos momentos
previos en que Melanie espera a la pequeña Cathy sentada en un banco mientras
un inquietante número de cuervos empieza a reunirse a sus espaldas sobre unas
atracciones infantiles, para, tras unos instantes en que han permanecido fuera
de campo pero todos sospechábamos lo que estaba ocurriendo, mostrarnos que se
había terminado por juntar una ingente cantidad de ellos, listos para atacar.
¡Qué lección de cómo construir mediante la sugerencia y la expectativa del
espectador una secuencia de suspense!;
§ La
del interior de la casa, ya en el tramo final, en que los protagonistas se preparan,
esperan y reciben la violenta acometida de las aves, en una escena que con toda
seguridad debió de influir en George A. Romero a la hora de rodar La noche
de los muertos vivientes (1968), sustituyendo los pájaros por zombis;
§ Por
último, la célebre escena final. No se podría conseguir mayor tensión y
desasosiego que colocando a los protagonistas en un lento e inquietante
desplazamiento entre centenares de los amenazantes seres, dejándolos por
completo a merced de ellos.
Mención aparte merece también,
por último, el apartado de los efectos de sonido, fundamental en esta obra.Su
diseño contó con el asesoramiento del gran Bernard Herrmann, quien firmó
algunas de las partituras más memorables de la filmografía hitchcockiana. El
filme carece de música como tal, pero bajo la supervisión del genial compositor
neoyorquino los graznidos de los pájaros, acompasados y recreados electrónicamente,
se convierten en la música de la película, llenando de tensión y terror cada
una de las escenas de los ataques. Este recurso resulta de lo más acertado y
efectivo, pues ¿qué música podría igualar el pavor causado por el sonido que
emana, directamente y de forma natural, del origen de la amenaza?