6 sobre 10
Año: 2019
Nacionalidad: España
Director: Galder Gaztelu-Urrutia
Intérpretes: Iván Massagué, Zorion Eguileor, Antonia San Juan, Emilio Buale, Alexandra Masangkay
Música: Aránzazu Calleja
Sinopsis: En una edificación vertical de cientos de pisos y apariencia de prisión, desciende diariamente una plataforma llena de ricos manjares, deteniéndose en cada piso y pudiendo sus habitantes ingerir todo lo que deseen, lo que hace que habitualmente no llegue nada a los niveles inferiores.
La ópera prima del bilbaíno Galder Gaztelu-Urrutia, gran fenómeno del momento en la plataforma de streaming más afamada (en la que es número uno en España y Estados Unidos al escribir estas líneas), es una parábola distópica de claro contenido social y político, que explora la temática de la distribución de la riqueza y cómo las condiciones más desfavorables hacen aflorar el egoísmo más salvaje de la condición humana.
En su lectura más global, es una crítica clara al capitalismo; sin embargo, y esto es algo que se agradece, no se limita a culpar al sistema de todos los males, como podríamos esperar con resignación de la corriente imperante en el cine español, sino que apunta también a la propia naturaleza humana, pues quienes un día sufren las condiciones infrahumanas de los últimos niveles, se comportan de la misma forma despiadada que los habitantes de las plantas más privilegiadas cuando ocupan su lugar en éstas.
El planteamiento general es atractivo, con una estética lograda y una puesta en escena que consigue transmitir la atmósfera degradada que requiere el guión. Igualmente, el director mantiene de manera eficaz la tensión narrativa. Sin embargo, a partir de cierto punto, la historia se empieza a desvirtuar en medio del intento heroico del protagonista, junto al último de sus acompañantes, por cambiar el sistema, impartir justicia y hacer llegar a la planta más alta el esperanzador “mensaje”, en una cruzada que termina por caer en el tópico. Del mismo modo, en el debe del filme, cabría anotar también cierta falta de naturalidad tanto en los propios diálogos en numerosos momentos como en la interpretación por parte de alguno de los actores (no es el caso de Iván Massagué, que resuelve con gran eficacia su papel protagonista).
Otro de los puntos que hacen que la producción no consiga siquiera el notable es su banda sonora. Hasta cierto punto comprometida, su índole electrónica queda excesivamente impostada y hay muchos fragmentos que deambula perdida, digamos que casi más con la posibilidad de haber dado a la obra un toque final importantísimo y el desatino del compositor en conseguir ese empaste fundamental con la esfera obscura e intelectual de la película que ciertamente resolviendo situaciones y ofreciendo un más allá al espectador.
En definitiva, original propuesta y con un interesante desarrollo, que acaba diluyéndose lastrada, en cuanto a la trama, por el inverosímil “buenismo” del protagonista, y, por lo que respecta a valores cinematográficos, por las leves deficiencias ya comentadas y la incoherencia entre el carácter críptico del desenlace que parece buscado a toda costa y el excesivo subrayado del archisabido “mensaje”.
IGNACIO SANTOS
MARZO 2020