YASUJIRŌ OZU
(Fukagawa, Tokio, 1903-1963)
"Si existiese algo así como un tesoro sagrado del cine, para mí tendría que ser la obra de Yasujiro Ozu". Wim Wenders.
Para muchos el mejor director japonés de todos los tiempos; en todo caso, uno de los tres grandes del cine japonés clásico junto con Kenji Mizoguchi y Akira Kurosawa. Su filmografía, influencia clarísima para cineastas posteriores de todas las épocas, constituye una joya indudable del séptimo arte. En ella, se ofrece casi siempre una mirada intimista y de gran lirismo sobre la sociedad japonesa de su época, pero que por la universalidad de su temática se convierte en mirada nostálgica sobre la existencia humana, a través de una serie de temas recurrentes, como la vejez, las diferencias intergeneracionales, el tránsito entre las distintas etapas de la vida, la deshumanización que trae el progreso,... Perfecto ejemplo de todo ello es su obra cumbre, 'Cuentos de Tokio' (Tokyo monogatari), a menudo considerada una de las mejores películas de todos los tiempos.
Ozu legó al cine un lenguaje cinematográfico propio e inconfundible. Frente a otros grandes maestros que basaron su estilo en los largos planos secuencia, el japonés es el director de la concatenación de planos estáticos (este rasgo se acentúa a medida que avanza su filmografía, hasta el extremo de que en sus últimos trabajos no hay un solo movimiento de cámara en todo el metraje de cada película), lo que convierte el montaje y los planos de transición en elementos protagonistas de la narración. Son también características propias de su cine la cuidada composición de cada plano o el emplazamiento de la cámara a la altura de un adulto sentado sobre el 'tatami', recurso éste último que, aparte de dotar a su estilo de una evidente "orientalidad", permite una mirada de igual a igual entre el espectador y los personajes.
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Ignacio Santos. Mayo 2018.
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