7,5 sobre 10
EL OTRO LADO DE LA ESPERANZA
Título original: Toivon tuolla puolen
Año: 2017
Nacionalidad: Finlandia
Director: Aki Kaurismäki
Intérpretes: Sakari Kuosmanen, Sherwan Haji, Ilkka Koivula, Janne Hyytiäinen, Nuppu Koivu.
Sinopsis: Khaled es un refugiado sirio que llega a Finlandia por casualidad y solicita asilo político, mientras Wikström es un residente en Helsinki que decide abandonar a su mujer y su trabajo como comercial de camisas para comprar un decadente restaurante.
Si hay un autor en el cine actual con un estilo propio e inconfundible, reconocible prácticamente al primer golpe de vista de uno cualquiera de sus planos, ése es Aki Kaurismäki. Y vuelve a dar muestra de ello con este largometraje, segunda entrega de una anunciada trilogía portuaria con la inmigración como hilo conductor.
En ella, vuelven a hacer aparición los grandes ejes temáticos de su obra, con personajes perdedores, vapuleados sin piedad (con frecuencia literalmente) por el cruel engranaje del sistema, pero que sin embargo muestran una inocencia casi propia de un cuento infantil y encuentran siempre un hilo de esperanza, por frágil que sea, al que aferrarse. En esta ocasión, se trata de dos protagonistas: por un lado, un refugiado sirio que llega a Finlandia como polizón a bordo de un barco y solicita asilo político; por otro, un hombre que decide abandonar a su mujer y dejar su ruinoso trabajo de venta mayorista de camisas para iniciar su deseado negocio de hostelería. Los dos huyen de algo buscando una nueva vida, y durante la primera parte del metraje vemos sus dos historias en paralelo, hasta que sus caminos se cruzan (ese cruce es anticipado metafóricamente al comienzo de sus respectivas huidas cuando por casualidad tienen un tenso encontronazo en un paso de peatones).
Kaurismäki hace suya la máxima de Charles Chaplin, del que se declara fiel admirador, de que la vida es comedia en plano general y tragedia en primer plano. Y así, el relato se articula como una tragicomedia que, sobre la base de una desesperanzada situación, está salpicada de situaciones de un sutil humor. Además, como no podía ser de otra manera, están presentes todas las constantes estilísticas y visuales del “Universo Kaurismäki”, como esos personajes hieráticos, con interpretaciones casi bressonianas (el francés es otro de sus autores de referencia, junto con el ya mencionado Chaplin y Ozu) por parte de los actores; o esos coloridos planos fijos con sus característicos juegos de luces y sombras que parecen querer arrojar un fogonazo de luz sobre un mundo oscuro (inconfundible el trabajo de su director de fotografía habitual, Timo Salminen).
No menos reconocible resulta el uso que hace de la música el director finlandés, que se limita a una serie de canciones de un trasnochado estilo rock and roll interpretadas siempre de forma diegética por varias bandas en determinadas escenas y cuyas letras parecen apostillar el momento interior que viven los personajes. La presencia de estas bandas forma parte de otro rasgo habitual en su universo, y es el gusto por introducir ciertos elementos anacrónicos (coches, vestimentas, música de otra época,…) que acentúan el componente surrealista.
Toda una serie de ingredientes que nos llevan a pensar que estamos ante un mundo irreal, una fábula para contarnos que, en resumidas cuentas, la existencia es trágica y cruel pero hay motivos para la esperanza en la bondad de algunos de nuestros semejantes. Un peldaño por debajo de sus mejores trabajos (a juicio de quien esto escribe, ‘Nubes pasajeras’ y ‘Luces al atardecer’), pero aún así siempre un verdadero disfrute. Kaurismäki en estado puro.
Calificación: 7,5
Ignacio Santos. Abril 2017.
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