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PLANET OF THE APES (1968).
JERRY GOLDSMITH.
Innovadora,
inquietante, experimental y grandiosa composición de Jerry Goldsmith para ‘’El
planeta de los simios’’. Un atrevimiento empírico de tal magnitud, aplicado a
la música y en aquellos años, resultaba solamente asequible para una mente de
la misma orientación. Una primera parte de historia sublime, magistralmente
presentada bajo la apariencia desaliñada y loca (como la incoherencia a la que
se ven sometidos los protagonistas) y otra segunda, más reflexiva y narrativa,
dan cuerpo a una de las obras musicales para la gran pantalla más grandes de la
historia.
El inicio
estructural del filme es atractivo, sin duda ninguna. Goldsmith toma los
mandos. Los magníficos títulos iniciales lo corroboran; el silencio cuando
aparece la nave y el astronauta lo fijan; la entrada fulminantemente narrativa
de la llegada al nuevo planeta lo sella. Sin duda, un riesgo asumido por el
artista, unas notas nada convencionales que plantan el rostro directo y sin
vergüenza de lo que va a ser toda la composición.
‘’Hay que
atenerse a la realidad; estamos aquí y es ahora’’. A los escasos veinte minutos
de aventura, estas palabras del protagonista, dirigidas a sus dos nerviosos
compañeros, son clave para explicar el inicio del filme y su música. La
partitura de Goldsmith resulta aparentemente alocada en fragmentos
determinados, algo así como narrando sucesos que realmente no ocurren en la
misma temporalidad que se presentan. Pareciera como si el compositor entrara en
un estado de locura e incomprensión que, realmente, no está fuera de estudio e intención: el
desconocimiento de lo que ocurre, por parte de los tres astronautas, es
descrito hábilmente por el músico, creando un ambiente claustrofóbico de estado
de ánimo. Las notas simulan el terrenal y vital estado de inquietud y
nerviosismo, para nada un énfasis filosófico (de ahí su aspecto temporalmente
improvisado, experimental y real). Pequeños detalles, como la coincidente nota
metálica que cierra una escena con la caída del tercer amigo rodillas en
tierra, muestran que nada de lo que escuchamos escapa al estudio minucioso y
querido.
Ejemplificando
al máximo lo anteriormente comentado, llegamos a una de las secuencias
cinematográficas musicalmente más devastadoras de la aventura y ejemplo en la
historia del séptimo arte. Exquisito planteamiento. El autor mantiene la
tensión con su narración inquietante pero, con fuerza, consigue potenciarla en
extremo: la aparición, a lo lejos, de vida humana por vez primera, es reflejada
con la sutileza de un genio. Las figuras de las nuevas bestias humanas son
descritas con pequeños golpes atonales de los vientos en modo ‘’sordo’’, nada
de contundencia, en absoluto exuberancia musical: elegancia y ejemplo de cómo
se consigue un sentimiento de sorpresa, temor, inquietud o miedo con inteligencia
aplicada. Maravilloso. Acto seguido, los seres desaparecen, como lo hacen los
vientos mencionados. Y el artista, no obstante, alimenta la emoción mediante la
línea de cuerdas aplicada al grupo de
expedicionarios. Una secuencia para disfrutar.
La aparición
de los monos supone un paso más en la estructura de la partitura. Llega el
momento para las cuerdas y la presencia más personalizada de la orquesta,
simbología de poder y personalidad, como lo muestran los simios y su forma
organizada y racional de vida. La espectacular cacería es el punto de inflexión
y, como si del mejor Prokofiev narrativo se tratase, el autor disfruta y se
regocija en un sinfín de arreglos y segundas y terceras líneas de composición.
Una mezcla de pequeñas pinceladas del músico ruso mezcladas con la forma propia
de la partitura. Gran escena. La primera parte, con la llegada del mundo
evolucionado de los simios, ha concluido: la partitura descansa. La estructura
aparentemente desequilibrada ha llegado a su objetivo y la desazón pasa a
formar parte de otra dimensión, ahora la fotografía en negativo de la
civilización encontrada.
El silencio
que domina el inicio de la segunda parte, ya centrados en el desarrollo de la
forma de vida simia y en una pausa de argumento más intelectual, resulta
conmovedor para cualquier estudioso del sonido del compositor en su primera
hora de estruendo artístico. Su regreso se plasma con otra secuencia memorable:
el intento de huida de George Taylor de la ciudad, que Goldsmith narra de forma
envidiable, ya con estructuras incrustadas en las imágenes de manera más lógica
pero con líneas compositivas insuperables y detalles, como los toques de piano
cual peldaños de la escalera que se desciende, interesantísimos. El piano y los
graves de las cuerdas, ahora, cobran una relevancia auténtica. Observemos el
curioso y estudiado detalle de la evolución de las notas: la partitura se va
haciendo más ‘’normal’’ conforme la ‘’normalidad’’ llega a la historia,
acostumbrándonos ya a la civilización simia y sus quehaceres cotidianos. No
obstante, su tremenda calidad artística es mantenida por el compositor
americano de una manera pasmosa.
No buscaremos
más explicaciones; el final las ofrece a la estructura evolutiva que hemos
planteado. Taylor descubre dónde se
encuentra y es aquí cuando atrapamos las razones a los cambios y propuestas del
compositor, tanto la inicial (extravagante y desequilibradamente realizada,
conforme a un mundo con la misma apariencia) como la final (residente en lo que
realmente ha sido el mundo que siempre le acogió). Podríamos establecer una
interesantísima disposición de la obra en esquema A-B-A, donde las partes ‘’A’’
resultan ser las descripciones de los ambientes en los que explora el
protagonista, primero con sus dos compañeros en terreno desconocido y al final
junto a su chica por la playa del mundo civilizado de los simios, descubriendo
las razones, en este último, a todo. Las estructuras de estos dos fragmentos
son similares en intención pero opuestas en cuanto a forma, la primera extravagante
y desconocida y la segunda meditada y reconocida, reflejo ambas de los mundos a
los que aluden (o, más bien, a los estados de ánimo dentro de un mismo mundo).
Concluyendo,
nos encontramos ante una obra magistral y envidiable, compuesta con una soltura
inalcanzable, repleta de detalles y con un riesgo compositivo que, acompañando
a la calidad que muestra, iza su consideración hasta los más altos niveles de
la historia de la música de cine. Imprescindible.
ESCÚCHALA SI...: no quieres perderte una de las obras referencia de la música de cine de toda la historia.
NO LA ESCUCHES SI...: aún rebosando calidad, no puedes con las bandas sonoras experimentales y nada tradicionales.
RECOMENDACIÓN END TITLES: absolutamente imprescindible.
OTRAS OBRAS DEL AUTOR; ''The edge'', ''Patton''
PUNTUACIÓN: 10
Antonio Miranda. Mayo 2015.