10 sobre 10
ZERO DARK THIRTY (2012).
ALEXANDRE DESPLAT.
Absoluto minimalismo moderno.
Ha
transcurrido media hora de metraje y Alexandre Desplat aparece en un par de
ocasiones puntuales y breves, silencioso, cauto y como agazapado ante el
potencial que pronto va a desarrollar, eso sí, de un ritmo, casi me atrevería a
decir, aterciopeladamente dramático. El inicio compositivo de esta obra se fija
fundamentalmente en el proceso intelectual que va siguiendo la protagonista
femenina del filme. Arpegios muy extensos, poco ‘’visibles’’ y fundamentados en
sonidos electrónicos de graves, ante todo de bajos electrónicos. Podemos
percibir a los violonchelos de la orquesta, por primera vez y de forma
intencionada, cuando el personaje interpretado por la actriz Jessica Chastain
ve cómo sus investigaciones son fríamente rechazadas por un superior. Comienza
la duda, el verdadero trabajo: suenan las cuerdas graves y el espectador es
ligeramente advertido. Desplat describe el devenir psicológico de Maya
(Chastain), sus inquietudes y problemas, las desazones y las idas y venidas que
su estudio inteligente sobre el caso Osama bin Laden irá sufriendo. La trama
avanza de una forma progresiva y tranquila, pensada y con un desarrollo
narrativo notable. El músico no se inmiscuye y limita su función, de forma
acertada, a ligeros apoyos, descripciones sencillas y toques sutiles al estado
de la protagonista. Un uso muy acotado de la instrumentación étnica, sin
excesos, con la aparición del duduk en instantes puntuales.
‘’…Y luego voy
a matar a Bin Laden’’. Superada la hora de metraje; superada la tragedia de uno
de los atentados que afecta directamente a Maya. Momento de inflexión en la
historia e instante importante, también de marcado cambio, en la música (sobre
todo en intención y menos en estilo, que irá ascendiendo en intensidad gradualmente
pero sin excederse, siempre con reservas). Desplat parece levantar el rostro,
hasta ahora oculto y con tímida expresión.
Se trata de una pequeña secuencia. La música avisa y recuerda que ahí
está, reforzando su siempre función de vital importancia.
Alcanzada la
hora y media de duración, la evolución interna (sensaciones y percepciones) del
espectador está siendo manejada ya con absoluta maestría y discreción por
Kathryn Bigelow, directora del filme y que con igual astucia cinematográfica ha
planteado el ámbito musical, ejecutado brillantemente por el compositor
francés. Pocas veces la progresión contenido-música es de una unión tan fuerte.
No resulta nada fácil controlar el pulso armónico en un argumento como el que
se plantea. La progresión de la partitura es asombrosa, apenas perceptible si
no te sumerges propiamente en su estudio y de pronto, sin quererlo, sin oír,
sin ser consciente, sin saber siquiera si hay música o no, te encuentras en
mitad del crecimiento en intensidad del desarrollo siendo tú uno de sus
protagonistas. Pero lo admirable radica en el mantenimiento de esa evolución
musical, incluso secuencial, en un plano limitado en el que nunca se podrá
llegar a la euforia (ni aún en el conocido desenlace). Una progresión que no
para y que no llega al éxtasis fácil, realmente, es muy complicada de
conseguir.
A las dos
horas aparece por fin un pequeño matiz de agudos, en este caso las violas, ya
que el compositor, manteniendo el carácter oscuro de su obra, optó por retirar
los violines y trabajar con las secciones más graves; hasta el momento, la
orquesta basaba su ejecución en dichas secciones y Desplat acudía a los
arpegios sintetizados a base de bajo electrónico y piezas solventes. Termina la
parte de inteligencia. Se inicia la acción. Interesante motivo, el de las
violas, para señalar este detalle importante. De nuevo una pieza de corta
duración. El artista nos presenta un cambio influyente y calla. A los pocos
minutos vuelan los helicópteros. La tensión es máxima; aquí, más que nunca, un
detalle de alcance en la banda sonora de la película nos llama la atención. Ya
comentado, Desplat pausa todo inteligentemente, hasta el fervor por lo que se
investiga, por lo que llega, por los maltratos, por la acción misma. Démonos
cuenta del ambiente general del filme: una investigación secreta en todo
sentido. Nada puede ser alterado, ni visto, ni escrutado por otros, ni
descubierto, ni intuido. La música está, siempre, a un volumen más bajo de lo
normal. Fíjate en el curioso pero estudiado detalle. Un tempo controlado y un
volumen milimétricamente adherido a las secuencias por debajo del umbral
habitual.
El esperado
suceso final guarda el equilibrio conjunto concebido, no podía ser de otra
manera. La música aparece mínimamente y en forma de efecto mantenido y no varía
su función descriptiva. La escena resulta tan tremendamente realista que lo que
ocurre no necesita de más. Desplat aparece al final, conseguido el objetivo y
calmada la situación. Inicia entonces el tema que concluirá el score,
sencillamente hermoso, tendente a sus siempre minimalistas composiciones
románticas pero inevitablemente unido a la sensación por la que se opta en esta
partitura.
Un último
apunte. Es muy necesaria la escucha aislada de esta banda sonora para llegar a
captar el sentido profundo y final que llega a tener en la historia.
Minimalismo electrónico sin duda alguna, complejo para el oído, difícil de
calificar de agradable y que, basando su equilibrio en una sentimiento de total
oscuridad, adquiere en tal circunstancia de aislamiento mayor valor artístico
al captar de forma clara la compleja composición que oculta cuando la
escuchamos entre efectos de sonido, a un nivel muy estudiado de volumen y entre
tanto suceso llamativo.
Concluyendo,
una obra sobresaliente del genio francés en la que se desenvuelve con maestría
en un ámbito más de apoyo que de lucimiento a nivel compositivo, aunque lo
tenga. La sencillez minimalista del conjunto y el saber mantener su lugar como
nadie le otorga una valoración muy alta y convierte a ‘’Zero dark thirty’’ en
una composición a tener muy presente en su variada colección de obras de arte.
ESCÚCHALA SI...: echas de menos la aparición de una obra maestra actual de la música de cine.
NO LA ESCUCHES SI...: careces de paciencia y análisis.
LLEGARÁ A SER UN CLÁSICO: no lo hará; su estructura se lo impide. Pero, sin duda, ¡lo merece!
OTRAS OBRAS RECOMENDADAS DEL AUTOR: ''Godzilla'', ''La Vénus a la Fourrure''.
PUNTUACIÓN: 10
Antonio Miranda Morales. Julio 2014.