8 sobre 10
THE CORPSE BRIDE (2005).
DANNY ELFMAN.
Seis
primeros minutos de película; el compositor estadounidense muestra el poder que
nos ofrecerá en este trabajo. Ininterrumpidos y conjuntando orquestación con
arreglos exquisitos y voz y un toque satírico y burlón que remata un inicio,
musicalmente hablando, perfecto, Elfman anuncia ya la brillante composición que
está por venir. Poco después, tras la llegada a la mansión, se produce una de
las secuencias más interesantes para cualquier estudioso de la influencia de la
música del cine en este último (y no por la estructura de aquélla alrededor de
la escena, o los compases previstos acompañando a los sucesos, o las
sensaciones que broten del momento). Es habitual escuchar, como música
incidental en el cine, cualquier pieza clásica y, si sale de un piano, más
siquiera; Chopin, Liszt, Mozart… Aquí entra en juego el papel del director. Él
es quien decide y Burton, en esta ocasión, libera a la trivialidad de lo
habitual y sienta a Víctor (protagonista masculino) al piano para tocar una pieza
original del propio Elfman, el tema principal de la película en versión piano. Emocionante
para quien esto escribe. Algo de una sutileza e inteligencia extraordinarias.
¡La música de cine se eleva a la máxima expresión! Habría sido tan fácil que
Víctor interpretase a Beethoven y la gente, sentada en sus butacas, reconociese
orgullosa la melodía… No, no es así, has de agudizar el entendimiento para
dibujar en el aire el triángulo vital que se forma entonces: novio y novia
unidos por la música que toca aquel, que oye ésta y que compone Elfman identificando la idea global de la obra. Es
enlazar lo que la música explica y sintetiza en este filme (la vida y la
muerte) con el drama y el romanticismo profundo de los dos protagonistas.
La
habilidad descriptiva, solapando escenas de calibres incluso opuestos, es
admirable. Los detalles y sentimientos, objetos y burlas, comicidad y drama,
todo va apareciendo de forma habilísima y es respondido, mejor dicho, descrito,
por el músico con destreza y sin la trivial necesidad de los silencios. Rememorando
matices de viejas y admirables composiciones (‘’Sleepy Hollow’’,’’Eduardo
Manostijeras’’, ‘’Pesadilla antes de Navidad’’; la escena en la cual aparece la
Novia Cadáver es un espectacular juego de combinación de la fuerza espeluznante
de la primera y los coros de la segunda), Elfman va fabricando un score sólido
y de gran convicción, solventando el complicado tema de la narración mediante
magistrales y estudiadas canciones, en cuyo género ya mostró, años atrás, una
delicioso dominio.
Extraordinaria
opereta; Elfman marca su territorio con claros apuntes cómicos y disparatados
pero llenos de un sentido filosófico práctico. El uso de la orquesta alcanza su
máximo esplendor sin necesidad de acudir a sonidos electrónicos, tan habituales
hoy día. Aún da un giro más drástico y emplea el clavicordio como instrumento
de vital importancia en torno al cual se mueve la historia. Un absoluto y nada
habitual acierto del compositor otorgando a esta clásica herramienta el papel
principal en su música, sonido que, en la ópera, resulta de igual trascendencia
pero como elemento básicamente de apoyo. Aquí no, el corte dramático y
operístico de la partitura se afianza más, si cabe, escuchando cómo las notas
del instrumento europeo deambulan con arrollador sentido por toda la obra.
Ya
hemos mencionado la introducción y la escena donde aparece la Novia Cadáver, de
grandísima calidad musical; la película se mueve en continuas narraciones y
descripciones ejecutadas por la orquesta y llega, a mitad de la obra, a la
breve pero extraordinaria secuencia donde el viejo Elder Gutknecht fabrica la
pócima para la pareja, una sobredosis de calidad del compositor que nos ofrece
combinando admirablemente fragmentos ‘’herrmannianos’’ con instantes drásticamente
‘’elfmanianos’’ y segundos de descripción con momentos de narración para
concluir, sin brusquedad, adoptando su propio estilo al dejar a los
protagonistas en el mundo de los vivos. Magnífico.
El
guiño al score de Max Steiner para ‘’Lo que el viento se llevó’’ califica la
locura compositiva que precede al romántico final. Un revoltijo de melodías,
estilos, arreglos, matices y anécdotas musicales que, unidas por dicha
referencia al genial compositor austriaco, adoptan el papel de narradoras en la
sombra y son capaces de anonadar a cualquier espectador que se centre en la
escucha. ¿Cómo es posible concluir una historia con semejante maraña musical
sin que se caiga en el desastre artístico? Burton por un lado (la historia) y
Elfman por otro (la música), ambos formando una única y lograda intención, lo
consiguen. Dos genios.
Concluyendo,
una obra maestra de Danny Elfman con gran frescura y variedad de registros. Es
una lástima que esté precedida de obras maestras que ya el compositor elaboró
en el pasado de un estilo similar y que impiden, en cuanto a originalidad,
alcanzar cotas mayores.
ESCÚCHALA SI...: eres fiel seguidor del ''mundo Burton'' y la música de calidad de Danny Elfman para filmes de fantasía.
NO LA ESCUCHES SI...: no quieres oir patrones repetidos de las geniales y anteriores composiciones del autor.
LLEGARÁ A SER UN CLÁSICO: no.
OTRAS OBRAS RECOMENDADAS DEL AUTOR: ''Pesadilla antes de Navidad'', ''Big fish''.
PUNTUACIÓN: 8
Antonio Miranda. Junio 2014.