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THE THIN RED LINE(1998).
HANS ZIMMER.
THE THIN RED LINE(1998).
HANS ZIMMER.
’Si eres listo
te preocuparás sólo por ti, no puedes ayudar a los demás’’. Estas palabras
resumen contundentemente gran parte de la filosofía de ‘’La delgada línea
roja’’. Un superior aconseja al soldado que, reflexivo, apunto está de iniciar
el avance hacia los enemigos; anuncia su muerte, es lo que hace, pero, al
tiempo, su vida. Silencio. La orquesta (suave, sutil, sin graves) va
apareciendo majestuosa y entrañable, casi imperceptible; una melodía hermosa
(sin tonos graves, repito) coincide con la que los aborígenes de las tierras
donde se escondía al inicio el soldado entonarán al final de la historia, en
los títulos de crédito. Un canto a la esperanza, que es la muerte; es
comprender cómo la vida sufre, precisamente, viviendo. Se trata de la escena
con la que cualquiera que atienda al trasfondo de Malick podrá comprenderlo
todo. También aquí se sintetiza la filosofía musical del metraje. Hans Zimmer
poblará los momentos con notas infinitas tocadas por chelos y contrabajos. En
ellos se apoya, absolutamente, toda la música del compositor alemán para esta
película. No lo hace, por otro lado, en la escena nombrada (ni en dos o tres
puntos esenciales), donde los graves de las cuerdas no aparecen, desempeñando
tal función el entramado de palabras y el rostro contemplativo del soldado,
pensamientos y circunstancias que nos vienen dadas. Igual ocurre en la escena
en la que dicho soldado fallece. Momento cumbre y extasiante, absoluta belleza
descriptiva de director y compositor tratada de la misma forma que el instante
reflexivo anteriormente nombrado y con cuyos únicos análisis (necesariamente
profundos) podría entenderse la magna trascendencia de esta obra.
No recordar
apenas nada sobre ‘’La delgada línea roja’’ (como leí comentar a un espectador)
supone pobre atención a esta magnífica creación y todo lo que lleva detrás. Nos
encontramos ante un tratado de Filosofía; es más, Terrence Malick otorga a la
que en aquellos años era la gran figura de la música de cine, Hans Zimmer, el
honor de convertir sus reconocidas y reconocibles notas en literatura absoluta.
El inicio de la obra ya nos lo aclara: el cocodrilo (símbolo de maldad, daño,
poder; incluso del origen de todo lo viviente) se adentra en el río. La
naturaleza y el daño de los humanos se unen, aquélla impasible, éste, lento y
seguro. Suena la música con un protagonismo hiriente y en la misma línea que lo
hará durante todo el metraje: ponderación de largas melodías, notas mantenidas
majestuosamente y los graves, ahora sí, como grandes reyes de todo.
Precisamente son estos últimos los que, en la primera escena, la describen con
magno egoísmo. No suena nada más, varias notas mantenidas en bajos a forma de
efecto de sonido. Zimmer nos está presentando, como lo hace también Malick, el
esquema fundamental del contenido.
Dos historias
son narradas; ‘’La Delgada Línea Roja’’ supone la dualidad, en una misma obra,
de dos literaturas distintas, una visual (las escenas, la guerra, los disparos,
los diálogos) y otra sonora (la música). Ningún episodio de acción, ni siquiera
violento, es sustentado por sonidos épicos, desorbitantes o, incluso,
acelerados. Todo lo contrario: Hans Zimmer acaricia las balas, la sangre y la
desgracia siempre (siempre) con su
música deliciosa y casi celestial. Es la música la literatura filosófica de la
obra a la que le da igual sonar mientras se mata. Ella (la música), impasible
al drama, lo encumbra ya, de antemano, hasta la gloria. No vemos: pensamos.
Zimmer no
narra episodios o imágenes sino que se dedica a describir etéreamente.
Cualquiera de sus composiciones podría usarse para todas y cada una de las
partes del metraje. Llega a encadenar múltiples escenas con una sola e incluso hacerlo mediante su
reconocido e imitado ‘’tic-tac’’ durante toda la pieza como base rítmica
marcada y repetitiva (magnífica en la parte en la que el grupo viaja desde la
costa de la isla a su interior). La
aparición del arpa y el oboe también son muy a tener en cuenta; entre tanta
cuerda, ellos son los que balancean largos conceptos musicales y nos adentran
en la historia que ocurre, la que se ve,
en los pequeños detalles de la imagen mientras los graves y las cuerdas
siguen tejiendo esa continua y delgada línea que sirve de lazo a las escenas y
de esencia a la obra.
Parémonos, por
último, en un detalle. Muere el sargento Keck. Maravillosa estampa, intensa,
llena de matices de todo tipo, artísticos, de cámara, ideológicos y, por supuesto,
musicales. Fragmentos así son los que engrandecen el estudio y contemplación de
las obras de arte. Vayamos a ello: suena la música. Nada de alteraciones, nada
de nervio musical; todo calma, insólita calma melódica al tiempo que el
sargento enloquece sintiendo su muerte. El compositor alemán esconde ahora los
graves, pero no se oculta él. ¿Por qué? No suena ningún matiz que los ponga al
descubierto, ni cuerdas, ni efectos. No obstante, ahí están. La absoluta
intensidad de la escena, los diálogos, la muerte cercana, las interrelaciones
de los protagonistas, todo eso actúa tomando el cuerpo de los contrabajos y
violonchelos. Es un momento intenso, máximo. Se conjuntan las acciones y no los
pensamientos, los cuales surgirán de aquellas más tarde, al concluir el
desaliento. La música, ahora, cede su poder descriptivo para dejar que la
propia imagen sea su narradora. Así ocurre durante varios momentos cumbre del
metraje; en ellos, Zimmer abandona los graves de la orquesta para ceder el
protagonismo a quien lo requiere: la acción, incluso el discurso filosófico
(siempre que este no sea partiendo de imágenes sin palabras, en cuyo caso la
orquesta suena en todo su potencial). Curioso: el compositor alemán, maestro de
la acción, compone música lenitiva para cualquiera de los momentos trepidantes.
Concluyendo,
un trabajo exquisito del compositor alemán dentro de su línea melódica pero
que, sin duda, fue un salto adelante por encima de cualquier otro antes
compuesto tanto por su concepción como por la adaptación musical a la imagen.
Auténtica filosofía musical y exquisito trabajo compositor-director.
ESCÚCHALA SI...: admiras las composiciones extremadamente pausadas y pensadas.
NO LA ESCUCHES SI...: esperas el típico sonido ''Zimmer'' de acción.
LLEGARÁ A SER UN CLÁSICO: sí, sin duda.
OTRAS OBRAS RECOMENDADAS DEL AUTOR: The Rock, The Pacific, The Pacemaker.
PUNTUACIÓN: 10
Antonio Miranda. Abril 2014.