7.5 sobre 10
EL HOBBIT: THE DESOLATION OF SMAUG (2013).
HOWARD SHORE.
Sin
introducción, ni referencias continuas, ni partitura expuesta hasta no poder
más. El saber hacer no radica en la buena composición o narración constante de
los hechos. Nos encontramos ante uno de los mejores inicios de la saga, serio,
firme y con un ambiente musical oscuro, directo y ambiental donde las secciones
graves de los instrumentos van a formar una atmósfera (contraria a la de los
agudos que se creará en la siguiente aventura, la tercera parte) insuperable y alzada, si cabe aún más, por los silencios que
el director ha decidido ya imponer, por fortuna, en la llegada de escenas
importantes. El ejemplo más claro: la comitiva es capturada por el grupo de
arañas. La partitura se mantiene en un nivel de estudio y acierto notabilísimo.
‘’La desolación de Smaug’’, como lo hizo en su tiempo ‘’Las dos torres’’, se
postula, ya desde su inicio, como la obra para la trilogía más completa y lograda.
Veamos cómo evoluciona y si, finalmente, lo conseguirá.
Los
silencios nombrados se posicionan en primer lugar de la capa compositiva. Es
espectacular cómo un artista puede llegar a conseguir ser la pieza clave en las
secuencias más tensas: su aparición, tras los dramáticos segundos de ausencia
musical, es feroz, repentina y brillante. El final del fragmento de las arañas
es sellado magistralmente por la dupla director-músico con la aparición de los
elfos, primero Légolas (cuya descripción musical es oscura, breve y tímida) y
luego la hermosa Tauriel (primera pieza más cercana al ámbito heroico y
aventurero de la entrega, cuya figura musical, tan drásticamente presentada
dentro del mundo oscuro que hasta ahora adjetivaba Shore, es extraordinaria).
Nos encontramos, con certeza, ante una de las partes más conseguidas de la
trilogía de ‘’El Hobbit’’.
La
aventura desciende. La primera parte concluye de forma poco afortunada, dando
primer plano a secuencias excesivamente prolongadas de una lucha casi cómica
que, como era de esperar, influyen en una partitura drásticamente girada hacia
la música de acción. Únicamente la sonoridad equilibrada consigue disimular
este hecho. Sólo la hermosa ambientación de los temas románticos (Tauriel) y la
inquietud del mago Gandalf ofrecen cierta calma, en espera del desarrollo
auténtico de la obra. No obstante, un bajón importante en la composición. El
equilibrio y la unidad van rompiéndose. En la parte central de la historia,
Shore vuelve a girar y crea un mundo nuevo, apartado, lejano de la unidad que
se ha quebrado claramente tras el inicio oscuro y óptimo. Sus siguientes fragmentos abrazan sólo la
acción y, ahora, el mundo nuevo referido a la ciudad de los humanos es la única
y aislada referencia. Un excesivamente largo ‘’pedazo’’, similar a una pegatina
en un álbum extenso y a la que, obligado, el compositor debe dar forma, cuerpo
y alma. Lo consigue, sus piezas son sentidas y de una calidad innegable. No
obstante, la sensación formada carece de convicción y relación con el resto.
Avanzamos como chapoteando medio ahogados por entre los canales fangosos de las
aguas de la Tierra Media.
El
último tercio de metraje nos reserva la vuelta al equilibrio, a las formas
continuas y lineales de una descripción sutil, inteligente y contenida. Es el
ejemplo, tantas veces visto en la historia del cine y su música, en el que la
parte menos rimbombante de la partitura es la que, en realidad, esconde en sí
misma una calidad mayor, un estudio formado y una visión de la historia más
amplia. La narración se alterna con la descripción y el artista llega al punto
de unir escenas totalmente distintas con la misma pieza, modelo incuestionable
de calidad e importancia en la historia. Los silencios, tan presentes en el inicio de esta entrega, regresan. Shore
ha dado con un estilo envidiable al otorgar a la bestia una envoltura casi
imperceptible, desprendiendo con violenta fragilidad la misma fuerza indomable
que Smaug escupe por su boca. Extraordinario final.
Concluyendo,
obra, esta segunda de la trilogía, algo irregular que busca continuamente un
equilibrio no conseguido y que, a ratos, logra un nivel altísimo. Ligeramente
más formada que la anterior pero, no obstante, sin llegar a ser lo que en un
principio parecía: la mejor de la trilogía.
ESCÚCHALA SI...: te gustó la primera entrega, el mundo Hobbit y no quieres perderte escenas de alto nivel compositivo.
NO LA ESCUCHES SI...: la atmósfera creada en la entrega anterior no te convenció y te quedaste únicamente con las partituras de ''El señor de los anillos''.
RECOMENDACIÓN END TITLES: sí.
OTRAS OBRAS DEL AUTOR: ''La mosca'', ''El silencio de los corderos''.
PUNTUACIÓN: 7.5
Antonio Miranda. Julio 2015.
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