STAR WARS. EPISODE II: attack of the Clones (2002).
JOHN WILLIAMS.
Distinta
orientación para la segunda entrega de la saga. Guiadas sus sonoridades siempre
hacia la atmósfera ‘’Star wars’’, compositor y director optan ahora por iniciar
la historia mediante la presencia en segundo plano de la partitura. Durante la
primera parte de metraje, la función tan extraordinaria narrativamente hablando
que siempre posee John Williams es empleada para un par de secuencias de
acción. La música da un paso atrás, aunque simplemente en posicionamiento, y
agudiza el ingenio para dibujar, siguiendo un camino que no se aparte de la
saga, una identidad oscura e inquietante mediante conseguidos tramos de
descripción. Nada fácil si tenemos en cuenta que su presencia en los
acontecimientos, aún describiendo, está continuamente presente.
La primera
parte de la historia nos sitúa la música en dos claras vertientes: la ya
comentada, puramente descriptiva y la también de apoyo basada en el tema de
amor que se trabaja para la historia que va desarrollándose entre los dos
jóvenes enamorados. Dos facetas interesantes pero que originan, a mi entender,
el ligero y perceptible fallo de la composición o, más bien, de su aplicación
en pantalla. Claramente brotando de la intención única del director a la hora
del montaje, los contrastes entre una vertiente y la otra son tan mínimamente
difuminados que van apareciendo constantemente chocando uno con otro dando
sensación de cambio extremo en pantalla, de una separación de ambas facetas demasiado
artificial y poco agradable al equilibrio del argumento. Un gran error de
montaje y que influye en la concepción global de la partitura aunque, sin duda,
lejos de cualquier responsabilidad por parte de Williams.
La música,
hasta el momento calmada, ligeramente inquieta, crece a partir de la segunda
parte ya en juego el concepto del ejército de clones y el proceso de Darth
Vader. Aquí, como en cualquier primera otra aparición de los temas ya
existentes, Williams maneja con gran destreza su presentación, nunca excesiva y
sin ninguna avalancha de melodías. La sutileza con la que lo hace está fuera de
toda duda. El juego empleado en la entrega anterior, en la que el tema de la
Fuerza globalizaba la historia, es ahora empujado un paso adelante con la llegada
de la conversión del joven Anakin. Si prestamos una atención más allá del
simple disfrute del visionado de la cinta, nos daremos cuenta cómo la partitura
es la verdadera artista y creadora de todo, de personajes, de secuencias, de
batallas. La máscara del futuro malhechor tiene los toques maestros de las
notas de John Williams. La Marcha Imperial ha llegado.
La parte final
de la historia deambula, musicalmente tratada, por el ámbito narrativo, similar
a como lo hiciera hábilmente en ‘’La amenaza fantasma’’. Pero ahora, a
diferencia de aquélla, su función no se encuentra insertada en un todo. Aparece
en la zona de desenlace del argumento pero no va más allá que la narración
(siempre exquisita, eso sí) de lo que vemos. Este podría considerarse el segundo
error estructural de ‘’El ataque de los clones’’ que termina con el primero
comentado, empastándose en el montaje final dos escenas en las que la música
juega un papel importante: la Marcha Imperial y el tema de amor, los dos
motivos alrededor de los cuales se ha forjado esta entrega, concluyen la
historia en todo su apogeo compositivo (que no de presentación, horriblemente
unidos de nuevo).
Concluyendo,
un nivel musical algo más débil que la entrega primera en el tiempo, su
antecesora, y que nos deja una floja estructura, el maravilloso tratamiento
romántico de la historia de los dos jóvenes enamorados y una inclusión, ya más
numerosa y directa, de varios de los temas importantes de toda la saga.
ESCÚCHALA SI...: llevas siguiendo toda la saga y estás convencido del poder y calidad musical del compositor.
NO LA ESCUCHES SI...: no llegas a comprender cómo, en una película de aventuras, la parte más fuerte descansa en el romanticismo.
RECOMENDACIÓN END TITLES: sí.
OTRAS OBRAS DEL AUTOR: ''War horse''. ''Tiburón''.
PUNTUACIÓN: 8
Antonio Miranda. Julio 2015.
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