10 sobre 10
METROPOLIS (1927).
GOTTFRIED HUPPERTZ.
Existe
un elemento devastadoramente interpretativo en los filmes que dan origen al
cine: la música. Es éste uno de los mayores ejemplos (gracias al cual la cinta,
muy deteriorada con el paso de los años por causas múltiples, pudo finalmente
restaurarse con el empleo de los puntos de sincronización con los que el autor
fabricó su gran obra). Cine mudo, inicios del séptimo arte y, por tanto,
exactitud milimétrica entre partitura y secuencias. Nada podía fallar.
El
visionado actual del trabajo, escuchando nítidamente matices que se pierden en
los orígenes de los sonidos antiguos, es una delicia. No podríamos ser capaces,
aún agudizando el sentido, de percibir el éxtasis que provoca la marcha de los
obreros saliendo y entrando de su ciudad aderezados dramáticamente con el
sonido ronco, grave y mortífero de los cellos de la orquesta. Majestuoso inicio
de historia con una paleta musical aparentemente cargada pero, no obstante,
sutilmente intencionada y dejando claras las dos vertientes que van a chocar y
existir en la creación: el lado del obrero (compuesto a medios tiempos y con
los graves dando una importancia marcada a las melodías) y el privilegiado (de
ritmos alegres, desenfadados y hasta soberbios). Ocurre en los primeros
minutos. Importante introducción de argumento con no menos crucial de
partitura, clara muestra de cómo una obra musical para cine que sienta sus
bases al inicio será fruto de niveles altísimos: el vals y las notas hermosas
sirven de preámbulo y anclaje al mundo subterráneo que pronto llega. Ellas
reflejan la voluptuosidad de sus habitantes. Aparece, en una secuencia casi
visionaria, un grupo de niños y una mujer en los Jardines del Edén. Proceden de
los suburbios. Freder, el protagonista, hijo del dirigente de Metrópolis,
marcha en su busca y da con los mundos inferiores portando una fuerza que sólo
imprimen las cuerdas graves. Espectacular contraste y un inicio de filme
abrumador, musicalmente hablando. Una secuencia envidiable y, hoy día, en todo
sentido artístico, ejemplo a seguir. El detalle que cierra la escena,
escuchándose de nuevo a la orquesta reproduciendo el tema ‘’machacón’’ de la
gran máquina que se ve y que se presentó al inicio de este episodio que
comentamos ahora es, simplemente, un matiz minimalista y repetitivo que
describe de manera insuperable el carácter que se acaba de vivir en el maléfico
lugar. Huppertz, astutamente, ha resumido su obra completa en unos quince
primeros minutos insuperables. Maravilloso.
El
compositor se asienta durante los próximos minutos en una calidad narrativa muy
alta y que ya no abandonará. El uso de la orquesta queda por supuesto y un
empleo puro de sus sonidos y con relevancia de las secciones graves, también en
estos fragmentos, van a guiar sus pasos en el primer tercio de metraje. Los
instantes más dramáticos son delineados cuidadosamente, como si se tratara de
las mismas impresiones geométricas que ofrecen las máquinas o el diseño de la
propia ciudad: Huppertz compone fragmentos de una gran potencia directa, con
tres o cuatro líneas de composición que quedan claras y limpias, percibiéndose
el ímpetu que otorga a los cellos, siempre. De toda esta parte, la secuencia
del descubrimiento del robot que ha sido creado por Rotwang, el inventor,
destaca de forma absoluta, con una aplicación tan magnífica de la vertiente
descriptiva de la música que pareciéramos estar en el siglo XXI y no en el año
1927, cuando la metodología musical aplicada a la imagen se presupone en
ciernes. Fijémonos: el cariz agudo del violín nace por vez primera, indicando
el género femenino de la nueva máquina creada.
Llegamos
al núcleo del primer tercio (‘’Preludio’’), la escena donde María, aquella
divina mujer a la que Freder siguió al inicio de cinta hasta los suburbios
humanos, cuenta a los obreros la leyenda de la construcción de la Torre de
Babel mientras todos ellos escuchan sus enseñanzas. Nos encontramos ante una de
las escenas con más contenido y sustancia variada y trascendente en una
película. Es importante cómo el director funde en toda ella un sinfín de
variables mediante las cuales podemos proyectar cuerdas de entendimiento y
unión hacia el inicio de la obra y con las que ya nos quedaremos hasta el
final. Huppertz es consciente de dónde está y practica un ritmo narrativo
encomiable, rematándolo con el uso principal del elemento ‘’ternura’’. Leemos
una sentencia, dictada en la aventura también en su inicio, que dice: ‘’El
mediador entre el cerebro y las manos ha de ser el corazón’’. Para cualquier
inquieto cultural dicha frase supone, en relación a ‘’Metrópolis’’, un todo
absoluto (es planteada al inicio, mitad y final de la obra). El compositor
actúa y nos muestra, ahora, ese mediador (el corazón que pide la sentencia) en
forma de ternura musical. El uso del matiz sutil y hermoso de las melodías ha
llegado a su clímax y aún podríamos ir más allá: el carácter religioso que se
llega a interpretar en ‘’Metrópolis’’, absolutamente presente y más en el
instante que comentamos, descansa en las formas curvilíneas, tranquilas y
dulces (alejadas de los golpes secos y verticales referentes a la explotación
de los obreros) del fragmento de esta secuencia. Un trabajo excepcional que
llega incluso a hacernos creer, pensar, esperar o desear el inicio de un dueto
operístico, interpretado por María y Freder, cuando ambos acercan sus caras,
sus cuerpos y sus sentimientos. Realmente sorprendente y muestra de la unión
completa entre imagen y música.
‘’Entreacto’’.
Huppertz da un pequeño giro en sus planteamientos, tan ligero como astuto.
Hasta el momento hemos visto innumerables acontecimientos, multitud de lugares,
secuencias e imágenes y los motivos musicales conveniente y variadamente
planteados. Ahora, la historia se centra en la pareja, secuestrada ella y al
rescate él. El artista, que detecta cómo la aventura también girará, ante todo,
en un solo emplazamiento físico (la casa extraña del inventor) decide
‘’musicar’’ este intermedio variando constantemente un solo tema. Inteligente
decisión ya que, al igual que personajes y lugar quedan fijados, las notas
perderían consistencia si no deambularan en torno a un solo motivo musical
igualmente sellado. Un final de fragmento, ensalzando heroica la figura de la
muerte (más que tenebrosamente, cuyo adjetivo el autor lo guarda siempre en su
máxima versión para el mundo marginado de los obreros), de una fuerza absoluta.
‘’Furioso’’.
Como partitura original, el último tercio de composición pierde fuerza por el
empleo constante y variado de las notas principales del himno de la Marsellesa,
clara alusión al sentimiento de patriotismo (y grupo) que mueve a los obreros a
su levantamiento. La estructura de la música no tiene objeciones, su forma de
marcha une intencionadamente la imagen, el himno mencionado y el carácter
enfurecido y claro de los protagonistas incluso sobreponiéndose a líneas de
composición más dinámicas, que quedan escondidas en segundo plano con un gran
mérito técnico por parte de Huppertz. El entramado creado por esta forma
musical es continuo, incluso hasta asfixiante (como resultan también las
avalanchas humanas en pantalla).
Final
activísimo. Pequeños detalles interesantes, como la traslación del elemento
dramático-musical a la pantalla cuando los obreros son conscientes del peligro
que corren sus hijos debido a su acción, adornan una narración trepidante, con
grandes cambios de ritmo y siempre manteniendo la unidad mediante los temas ya
usados. Todo ello culminado a través de, cómo no, un elemento ternura, como en
la historia resulta Freder (el mediador), reflejado en los tiempos delicados y
las melodías más hermosas que terminan por cerrar el filme.
En
conclusión, un trabajo notabilísimo que bebe desde inicio a fin de la tradición
musical clásica del Romanticismo. Una apoteosis narrativa nada fácil en un tipo
de cine que no cesa de mostrar su música como el ‘’elemento mediador’’, ahora
entre historia y espectador. Sin duda, de lo mejor compuesto en los inicios del
séptimo arte.
ESCÚCHALA SI...: eres un fiel seguidor de la música clásica y, concretamente, de su relación con los inicios de la música en el cine.
NO LA ESCUCHES SI...: te gustan las bandas sonoras comerciales y de fácil audición.
RECOMENDACIÓN END TITLES: imprescindible.
OTRAS OBRAS DEL AUTOR: ''Die Nibelungen: Siegfried'', ''Die Nibelungen: Kriemhilds Rache''.
ESCÚCHALA SI...: eres un fiel seguidor de la música clásica y, concretamente, de su relación con los inicios de la música en el cine.
NO LA ESCUCHES SI...: te gustan las bandas sonoras comerciales y de fácil audición.
RECOMENDACIÓN END TITLES: imprescindible.
OTRAS OBRAS DEL AUTOR: ''Die Nibelungen: Siegfried'', ''Die Nibelungen: Kriemhilds Rache''.
PUNTUACIÓN: 10
Antonio
Miranda. Junio 2015.
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