SALÒ O LOS 120 DÍAS DE SODOMA (Salò o le 120 giornate di Sodoma)- PIER PAOLO PASOLINI (1975).
8 sobre 10
Título original: Salò o le 120 giornate di Sodoma
Nacionalidad: Italia
Año: 1975
Director: Pier Paolo Pasolini
Intérpretes: Paolo Bonacelli, Giorgio Cataldi, Umberto Paolo Quintavalle, Aldo Valletti
Música: Ennio Morricone
Sinopsis: Durante el periodo fascista en Italia, cuatro hombres poderosos reclutan a un grupo de jóvenes de ambos sexos y los encierran en una mansión donde son vejados y obligados a satisfacer sus más oscuros deseos.
Polémica, cruda y provocativa obra que cierra la filmografía de Pasolini, en la que el director italiano adapta una novela del Marqués de Sade para trasladarla a la Italia fascista de 1944. En ella, cuatro inefables miembros de la élite y el poder, escogen a un grupo de jóvenes para recluirlos y esclavizarlos en una mansión, donde se suceden, ante el más que probablemente ojiplático espectador y mostradas de forma explícita, las prácticas más aberrantes.
Película que, por sus escatológicas formas, no resulta adecuada para ojos sensibles, pero que constituye un impactante retrato del poder y de su relación con quienes están sometidos a él. Así, el cuerpo y el sexo, que en buena parte de la filmografía de Pasolini representaban un canto a la libertad individual, se presentan en esta ocasión como metáfora de ese sometimiento. Metáfora que, pese a ubicarse en un momento histórico de tan evidentes abusos de poder como el periodo fascista, tiene vocación atemporal. No en vano, el propio autor reconoció haber sido inspirado por otro tipo de "dictadura" que él denunciaba en su tiempo y que podríamos reconocer también en el nuestro: la de la sociedad de consumo y su anulación del individuo.
Sin lugar a dudas, la crudeza de sus escenas puede parecer gratuita a un gran número de espectadores; sin embargo, a la luz de esta profundización, las piezas encajan: el abuso y la humillación que los Señores ejercen con los jóvenes son, para Pasolini, idénticos a los que el poder ejerce, si bien no de forma física, con el individuo en la sociedad.
En lo que respecta al apartado puramente fílmico, podría decirse que en esta ocasión consigue Pasolini una estupenda factura formal, algo que parecía no preocuparle en exceso en sus anteriores trabajos. Esto se traduce aquí en una cuidada composición de encuadres y un esmerado empleo de los colores, sin dejar de lado su habitual estilo narrativo basado en el montaje, el uso del plano-contraplano y la renuncia al plano secuencia.
La música original corre a cargo de Ennio Morricone, aunque se limita a un único tema que suena en los títulos de crédito y en la escena final, y que se identifica con la época histórica en que se desarrolla el relato, mientras que del resto de música no original, seleccionada con el asesoramiento del citado compositor, destaca una pieza de Carmina Burana, de Carl Orff, por el tono místico del que dota a una escena de tortura.
En definitiva, película que por la crudeza explícita de sus escenas no es apta para todas las sensibilidades, pero que no busca el escándalo por el escándalo, sino que todo está al servicio de una idea de alto contenido filosófico y social. Más que interesante.
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