BSO- EL SUR- Maurice Ravel




Festival de Cannes: Nominada a la Palma de Oro (mejor película)

10 sobre 10

EL SUR (1983)
MAURICE RAVEL


Historia compleja, intelectual y con unos tintes artísticos, en ocasiones hermanándose con la pintura, asombrosos. La historia de la evolución de la relación entre un padre y su hija siempre desde la perspectiva del deterioro vital, sin duda existencial, del protagonista masculino.

‘El Sur’ tiene música…y mucha. Contrario a lo que los críticos puedan afirmar en sus escritos refiriéndose a la falta de una partitura contundente o abundante, afirmo rotundamente que la música, en la actual historia, tiene un papel importantísimo. Es más, la estructura de aplicación de los temas está notablemente estudiada.



La banda sonora para ‘El Sur’ se centra en música clásica y popular. Ésta, al contrario de lo que pudiera parecer, no tiene un papel principal (aunque sí bien expuesto). Erice nos narra una historia en el mundo rural. Adhiere a las atmósferas rústicas y los lugares comidos por el tiempo una fotografía asombrosa, un toque de elegancia artística que va a dorar con una capa externa majestuosa: la música de cámara de Maurice Ravel.

El compositor francés aglutina el sentido de todo el argumento. Escuchamos las ‘Danzas Españolas’ de Enrique Granados asociadas al aire del sur y la vida del padre en aquellas tierras en el pasado (cerrando también la obra y que certifica el inicio del viaje que la niña haría a Andalucía en la idea original del director, que fue abortada por la productora en palabras del propio Víctor Erice). De la misma forma aparece Schubert y su ‘Quinteto para cuerdas en do mayor’, una vez y junto a los comentarios de la niña sobre su madre (con la única relevancia de no poder ser Ravel al estar íntimamente asociado a la figura del padre) Más allá de todos estos detalles, Erice emplea el ‘Cuarteto de cuerda en fa mayor’ de Ravel de manera variada y exquisita. El gusto es máximo y la delicada forma de empastarlo con la imagen, sobresaliente. El director ajusta sus secuencias a las notas de la obra del francés y consigue una variación de tonos, desde el melancólico hasta el dramático, que con una sola pieza pareciere haberse compuesto expresamente para el filme. Asombroso.



Maurice Ravel resulta el nexo de unión absoluto de la película, de la pareja padre-hija y su evolución intelectual más que vital. Sus idas, las venidas, los deseos, las añoranzas de ambos para con ellos mismos, las admiraciones, el amor…Todo está pegado como si de apuntes fundamentales se tratara dentro de un gran saco atado con un cordel fuerte y seguro, recio y, al tiempo, de una apariencia bonita que aparece en los instantes más oportunos y lo hace, sorprendentemente, insertado entre varios temas ya comentados pero de forma casi imperceptible. Dos de esos instantes que van asomando al margen de Ravel son especialmente reseñables: el pasodoble ‘En er mundo’ de Juan Quintero Muñoz y la escena en la que el padre lee la carta en la cafetería mientras afinan el piano de la estancia.

El pasodoble encierra un significado tierno y vital en su primera aparición (la comunión de la niña) y drástico y dramático en la segunda (la boda mientras padre e hija hablan por última vez: la muerte). La escena de la cafetería es singularísima y con un sentido musical que, agudizando el intelecto, es extraordinario. ¿Llegamos a fijarnos y pensar que los golpes de afinación del trabajador para la puesta a punto del instrumento no son sin los que la amada propina al padre con sus palabras amargas en la misiva? Impresionante y expresionista sería una pieza compuesta tan desarbolada como así aparecen los sonidos al afinar. Una auténtica composición para la secuencia.




En definitiva, una obra de arte fílmica que se apoya, sin duda, en la importancia que el director atribuye al apartado musical.

Puntuación: 10


Antonio Miranda. Febrero 2019



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