7,5 sobre 10
PARQUE JURÁSICO.
Famosa
saga que muestra la resurrección moderna de los dinosaurios. Cuatro películas
nada equilibradas que muestran sus mejores registros en los extremos, primera y
cuarta (con dos genios de la música actual) y un tercero que poco o nada aportó
a la partitura global de las entregas.
Unas aventuras basadas en los registros iniciales que compuso John
Williams y, de momento, cerrada con fortuna por Michael Giacchino. Lo más
sobresaliente: el tema principal de la primera entrega, romántico y vital como
pocos en la historia de la música para el séptimo arte. Vayamos con el estudio
de todas ellas.
JURASSIC PARK (1993).
JOHN WILLIAMS.
8.5 sobre 10
La intención
plasmada en una composición para cine no queda mejor ejemplificada que en el
caso que nos ocupa: la sinceridad comercial más absoluta al servicio de una
imagen con el único objetivo del entretenimiento y el asombro. Más allá del
gusto por tal matiz cinéfilo, vayamos al lado artístico que nos confiere, como
es la partitura de uno de los mayores genios del arte de la actualidad.
Nos
encontramos ante una obra lejana dentro de las más logradas por el artista, no
obstante de enorme calidad y con un punto central que aglutina toda la obra: el
tema principal. Pocas veces, en la historia del cine, se habrá conseguido un
efecto en el espectador tan alto como el pretendido aquí. Cómo Williams alcanza
el clímax artístico al poco de comenzar la aventura, y convierte el momento en
inolvidable, es imposible de superar. La intención de la dupla
Spielberg-Williams inicia la andadura de la historia con una única fijación: el
instante en que los dinosaurios, ya presentes en el parque, son vistos por los
científicos desde un coche. La secuencia es grandiosa, artísticamente
hermosísima y una muestra del poder que el compositor americano ejerce en todas
sus obras. No existe otra posibilidad que él; el momento es horrible
(cinematográficamente hablando) pero tal es la potencia de la melodía que
surge, por vez primera, que nada más es atendido, ni siquiera importa. Ésta era
la intención: cuatro apuntes previos, mantenidos en el cerco de la inquietud
(para mayor contraste con la belleza que está por llegar) y el tema de la
llegada a la isla, sinfónico y fuerte, que suena justo con anterioridad al gran
momento citado (otorgando mayor mérito a lo conseguido con el tema principal).
Aquí debiéramos para el estudio, sería merecido y justo. Aún así, vayamos a lo
que el artista, alcanzada la cima, nos puede ofrecer.
La parte
inmediatamente posterior al tema principal y que concluye cerrando la primera
mitad de metraje es, sin duda, fiel reflejo del estilo del artista, una especie
de maestra narración de lo que vemos, esta vez de gran sutileza y estudio,
aplicando cambios de sensaciones con facilidad pasmosa, manteniendo pequeñas
gotas de la belleza que envuelve a los protagonistas con la inquietud que
generan las bestias. John Williams demuestra, una vez más, cómo su música, por
un lado, se aleja considerablemente de unas simples melodías comerciales que,
sin duda, son tan potentes que centran la atención de la mayoría de
espectadores y que por otro, igualmente sin poder poner objeción, resulta de
una riqueza compositiva de líneas difícilmente repetible y lejos de cualquier
escucha fácil.
Segunda parte
de argumento: Williams da un paso en sus notas y las aproxima ya, de forma
repentina, hacia la sensación de inquietante temor. Un golpe audaz coincidente
con el giro que también ofrece imagen e historia. Llegan la noche y la tormenta
al parque. El temor ya es terror.
La estructura
musical de la partitura, en esta franja de la obra, es sencilla: fragmentos
activos, silencios intensos y la trepidante postura del compositor durante los
instantes de peligro. Un estilismo logrado muy seguido en trabajos posteriores
(‘’Sleepers’’) y un uso del motivo principal en contadas ocasiones, las
tranquilas, que nos devuelve al mundo hermoso inicialmente presentado. Estamos
ante una clara oposición de dos tendencias bien diferenciadas: el terror y la
belleza. Probablemente, las dos sensaciones que los animales del parque generarían
sobre cualquiera que los viera (aquí descansa la verdadera naturaleza de la
composición para ‘’Jurassic Park’’).
La parte final
maravilla por el control del ritmo que ejerce el artista. Saliendo a escena
portando un curioso contraste de métodos (trabaja dos escenas de tensión
mantenida mediante formas contrarias, por un lado las notas activas y enérgicas
cuando los niños y el explorador atraviesan con cuidado la alambrada, a punto de ser activada de
nuevo, y por otro la secuencia en la cocina con los dos velociraptors, en
principio de mayor acción pero contenida mediante la partitura con partes
lentas), mantiene durante largos minutos toda la narración final en pantalla,
combinando desde su composición más compleja hasta los temas de melodía, todo sin
pausa ninguna. Extraordinario. Para terminar, unos créditos finales
majestuosos.
En conclusión,
gran obra del compositor americano para una película, sin duda, inferior.
Trabajo notable durante el desarrollo de la aventura y momentos conseguidos
realmente de alto nivel. Un tema principal que ya descansa entre los mejores.
EL MUNDO PERDIDO: JURASSIC PARK 2
(1997).
JOHN WILLIAMS.
7 sobre 10
Primer
cuarto de aventura: John Williams no aparece; tampoco lo hace, en sí, la
aventura, realmente poco atractiva desde un inicio. El compositor escala hasta
sendas mucho más elevadas que la propia película consigue. Un comienzo de
composición metódico y contenido y dos detalles curiosos: Williams emplea uno
de los temas de la primera entrega para hacer referencia a la nueva isla pero,
sorprendentemente, no usa el mítico compuesto para la aparición primera de las
bestias, romántico y único en la historia del cine. Esta vez se limita a una
tímida descripción del lugar donde habitan. Clara muestra del giro que va a
presentar la partitura para ‘’El mundo perdido’’.
La
caricatura a los personajes y la primera parte, demasiado centrada en nada,
ahogan el filme. John Williams, afortunadamente, permanece serio y firme y nos
deleita sin duda durante la primera captura que llevan a cabo los miembros del
segundo equipo que llega a la isla. Deliciosa, al tiempo que breve. El uso de
percusión étnica adorna ahora su trabajo y notamos cómo el Maestro enfoca sus
notas en una vertiente equilibrada, dramática y amenazante. Nada del cariz romántico
y grandioso de su anterior obra.
Llegando
la hora de metraje, cuando las hostilidades han comenzado, en mitad de la
primera y tensa escena, cuando Williams narra de forma pausada (como
acariciando la violencia desmedida del ‘’Rex’’), Spielberg frena el interés, lo
lleva a la carcajada fácil (en mitad de la seriedad y el peligro) y lo estropea
absolutamente todo. Nos queda el compositor, inteligente y serio, siempre,
tranquilizando la peligrosa secuencia (el ataque de la bestia ha sido medido,
su presencia, en busca de su cría, resultaba quieta y amenazadoramente
controlada…: ¡como la música!). Error grave habría sido acompañar y contar este
fragmento con unas notas rápidas y desbocadas. Tiempo habrá, como también para
el ataque furioso (de verdad) del monstruo.
La
producción va avanzando, salvándose únicamente los pequeños segundos de
agresividad y violencia causados por la muerte de los expedicionarios que, no
obstante, parecen muñecos de cómic infantil correteando sin sentido y
torpemente figurados por el director en un ‘’no sé qué’’ en pantalla. Willams,
magistral, continúa su línea. Nos brinda, escena tras escena, grandes piezas y,
ante todo, unas pausas insertadas en los temas de acción (con los que tensa
extraordinariamente el momento) ejemplares.
El
final resulta poco atractivo. Copia del mejor King Kong, sólo satisface al más
exigente la profesionalidad y textura comedida de un Williams madurísimo y
sabio. Su conclusión lo ratifica: cierra su partitura con el tema de la primera
entrega (el tema de la isla, llegando en helicóptero), que estudiadamente ha
sido versionado durante importantes momentos de la presente aventura.
Concluyendo, una obra notabilísima, de un carácter más serio y uniforme que la
primera pero, tal vez, ligeramente por debajo.
JURASSIC PARK III (2001).
DON DAVIS.
6 sobre 10
Comenzando
la tercera entrega de la saga, ningún aspecto relevante nos entusiasma; todo
mantiene la misma línea que las anteriores producciones. Como ocurrió con la
segunda, sólo el compositor despierta el interés y plantea una introducción muy
hábil, versionando, esta vez, el tema principal de ‘’Parque Jurásico’’ y usando
puntualmente el de la isla, que tanto se trabajó en la segunda de las
películas. Hay un inconveniente: el artista carece esta vez de una personalidad
propia y en vez de trabajar versionando hábilmente la música previa y dar a su
obra un matiz individual y propio, Don Davis se limita a copiar sonidos,
estructuras, capas de composición y formas de ejecución de escenas, tanto
pausadas como activas.
La
estructura formal de la partitura para la tercera de las obras sigue una línea
muy parecida a las anteriores. Davis emplea todos los recursos de su orquesta
sinfónica y centra el trabajo en una parte central dedicada, la mayor parte de
ella, a la descripción de ambientes y situaciones de intriga e inquietud que
luego, tras la presencia ya en pantalla de los bichos, gira hacia sus
composiciones típicas de acción. El filme, ligeramente más sólido que la
entrega anterior, toma un semblante más serio aunque, por desgracia, siempre
con los típicos guiños comerciales o escenas impensables que hacen reír mas
empequeñecen una producción que, también es cierto, no podría ir más allá. Como
en las anteriores, la música parece ser la única pieza seria de todo el
engranaje (aunque no lo olvidemos, esta vez no es John Williams).
El
desenlace, a falta de veinte minutos, es precedido por una estructura habitual
en muchos trabajos para música en la gran pantalla. Davis despliega su red y
une hábilmente (de cara a la atención bien fijada del espectador) el inicio y
el final de la aventura con un mismo tema, el principal y romántico originado
en la primera entrega. Ligera (y torpemente, permítaseme la expresión)
modificado, nos devuelve ese halo de belleza y vida que no tuvo la segunda
entrega. A continuación: el final.
La
última parte del filme no escapa al puro comercialismo cinematográfico, fácil,
poco serio y a olvidar. Davis narra correctamente pero no aprovecha los últimos
momentos para dar un espaldarazo final a su composición, correcta, funcional y
aceptable. Surgen de nuevo los temas originales de John Williams y, con la
caricatura desechable y poco acertada de la armada acudiendo al rescate y el
artista dando matices militares a la música, todo concluye casi
afortunadamente.
En
conclusión, Don Davis compone una partitura entretenida, seria y bien acoplada
a la imagen. No acierta en el ambiente y formas que ofrece, todas idénticas al
inimitable Williams y, en definitiva, no dejará huella en la saga.
JURASSIC WORLD (2015).
MICHAEL GIACCHINO.
8 sobre 10
Michael Giacchino,
autor de trabajos sobresalientes, llega ahora con un reto nada fácil y la
misión de encumbrar de nuevo al parque, tras un par de entregas mediocres. Uno
de los grandes genios actuales de la música de cine se hace cargo de la cuarta
entrega de ‘’Parque Jurásico’’.
No
debemos caer en el error de la comparación. John Williams creó un score
maravilloso encabezado por uno de los temas románticos más bellos jamás
compuestos. Pero, no lo olvidemos, él no tenía tras de sí absolutamente nada,
era libre para crear. Giacchino, no; arrastra el peso de la obra de su colega,
un gran peso, sin duda, y es obligado por la saga y el director a matizar su
trabajo en una orientación ya existente, usando un par de temas o tres de la
partitura del gran Maestro. Sus temas versionados suenan calcados a los previos
y Giacchino se limita a introducir algún pequeño guiño como adorno a sus notas
durante toda la aventura, que tiene su
punto central a mitad de metraje, cuando los dos hermanos descubren el viejo
parque, con sus coches y utensilios. Buen trabajo de regresión musical,
centrado en su mayoría en los dos extremos de la película, fabricando en el
último un acoplamiento de las notas de Williams, al nuevo y magnífico tema
central, digno de admiración. ‘’El Rex’’, culminando la obra en pantalla, debe
ser enfatizado por las notas de su dueño original, del comienzo de la saga, del
tema del Maestro. Refiriéndonos al uso de estos fragmentos al inicio del filme,
a juicio de quien esto escribe, bajan mucho en calidad respecto de su empleo,
como ya he dicho, al final. El compositor calca prácticamente las piezas y les
da un uso en pantalla, al primero de ellos (el romántico) algo extraño,
proponiéndolo cuando la imagen no transmite nada (cuando, precisamente, es una
seña de identidad de aquella escena en la que los científicos descubrían, junto
al viejo John Hammond, los espectaculares Brachiosaurius durante su viaje en
jeep por el parque). Simplemente deja a una subida de intensidad de la orquesta
el momento inicial más conmovedor, la visión de las esplendorosas instalaciones
del nuevo y fastuoso recinto; y el segundo de los temas, el de la isla, cuando
los protagonistas viajan en helicóptero a ver a la nueva criatura creada,
horriblemente empastado a las notas que le preceden, sin sentido alguno y
cayendo en el error del ‘’¡ahora!’’. Sorprendente, viniendo del músico que
tratamos.
El
lado tranquilo, humano e infantil lo solventa el autor con un notable. No baja
el nivel, cosa que, conociendo su estilo, no habría sido sorprendente. La parte
activa, nuevamente, obra de forma poderosísima y le da a la partitura un valor
altísimo hasta el punto de ser de los únicos tres artistas que envalentona mi
estado anímico hacia la ‘’violencia artística’’ cuando presencio una escena
escuchando sus notas rápidas (los otros dos: Alexandre Desplat y John
Williams). Literalmente me levantan del asiento, dejando perplejos a
espectadores desconocidos o amigos cuando explico que no fue la imagen: ¡sí la
música! Aquí tropezamos con un obstáculo poderosísimo que nos lleva a la
sección más negativa de la composición. La aventura, con una línea narrativa
muy equilibrada, opta por secuencias activas no demasiado largas, siempre
cortadas por otras tranquilas (bien de la gente en el parque o de los
controladores del lugar, desde su sala de control). El artista quiere, pero no
puede. La narración de las escenas de acción es, como siempre, insuperable,
pero esta vez (presenciadas en pantalla) las matiza ligeramente hacia una
vertiente no tan drástica como en él es habitual. Equilibra más los momentos y,
obligado por el guión, queda frenado cuando pudiera iniciar el desarrollo
central de cada tema. Aquí nos trasladamos directamente a la última media hora,
en su inicio saliendo los velociraptores ‘’disparados’’ en busca del gran
monstruo. La secuencia es espectacular, de lo mejor, y Giacchino crece, crece y
salta…su ritmo es endiablado y la violencia (que sigue contenida), grandísima.
Lo mejor de toda la historia.
Giacchino
ha presentado el ‘’mundo jurásico’’ versionando (o calcando) los temas de
Williams al inicio, como ya hemos comentado. La parte central de la historia
transcurrirá entre notas y energías propias, nada de Williams y sí creando un
ambiente original con un tema central, delicadamente heroico, que es de un impacto
brutal, delicioso y que, incluso, llega a hacernos olvidar el de Williams
Asombroso. El final de la aventura es una delicia. El artista, ahora sí, entra
de lleno en el riesgo e inyecta su música con pequeños matices de la partitura
original de la saga de forma magnífica. Sin darnos cuenta, ha tendido una red
casi invisible que engloba la obra de inicio a fin, moviéndose libremente en la
franja central. ¿Acertado? Sin duda.
En
definitiva, un trabajo serio, firme, a ratos melancólico y otras soberbio, con
sus limitaciones (casi involuntarias) y un resultado final que, si bien no está
entre sus mejores realizaciones, sí alcanza el notable sin problema. Muy
recomendable.
PUNTUACIÓN GLOBAL DE LA SAGA: 7,5
Antonio Miranda. Junio 2015.
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