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THE LORD OF THE RINGS: THE RETURN OF THE KING (2003)
HOWARD SHORE.
Minas
Tirith: arranca la partitura. ‘’El retorno del rey’’ no se situa en un lugar,
el tercero, demasiado privilegiado para combatir la calidad de sus antecesoras.
Realmente, su inicio es flojo y durante media hora larga de metraje basada en
un simple apoyo descriptivo de las secuencias. Ha desaparecido drásticamente la
narración tras la última batalla en el Abismo de Helm, donde concluyó ‘’Las dos
torres’’, y Shore se toma un ligero descanso. Es con la aparición de Arwen y su
cruda decisión de asomarse al mundo de los mortales cuando el compositor inicia
de nuevo su andadura triunfal, ahora sostenida en la dulzura maravillosa que
siempre aporta al mundo musical de la mujer elfa. En esta ocasión, el listón de
la historia baja, como también su música. Lo dicho: a la media hora comienza el
verdadero nivel de la partitura.
Tras
la apoteosis musical de ‘’Las dos torres’’ nos encontramos ahora una sorpresa:
creemos haber intuido el inicio real de las notas de Shore tras la delicia de
Arwen, pero no es así. Transcurren los minutos y nos topamos con una historia
global más lenta que las anteriores y, en consecuencia, los sonidos del artista
canadiense sufren un arriesgado y profundo desfallecimiento. Del apoteósico
mundo narrativo del que hemos disfrutado a un análisis mucho más descriptivo,
con temas no carentes de cierta calidad pero que, no obstante, empujan al
global de la composición tantos peldaños abajo como van subiendo los dos
hobbits y Gollum. Hemos superado el primer tercio de la obra y, por desgracia,
la música no despega. Lo ha simulado en un par o tres de momentos asombrosos,
el ya mencionado de Arwen, la llegada de Frodo y sus acompañantes a las Minas
Morgul o la interesante composición para el canto del hobbit mientras el hijo
de Denethor labra su muerte . Pero son instantes aislados y en todo momento la
música vuelve a decaer.
Llegamos
a la mitad del metraje y encontramos un claro ejemplo del camino optado por
compositor y director: llega Elrond y habla con Aragorn. La descripción que el
compositor efectúa del encuentro es de gran calidad. Vemos que en ‘’El retorno
del rey’’, musicalmente hablando, el mundo de los elfos aglutina una parte
importantísima del carácter de casi toda la partitura. A continuación, el
guerrero, aconsejado por el elfo, se adentra con sus compañeros en ‘’el bosque
sombrío’’ y Shore vuelve a bajar el listón a niveles sencillos y marcada y
trivialmente descriptivos que hacen una función de apoyo correcto, sin más.
¡Por
fin! Llegan los orcos en masa a Minas Tirith. Suena Shore, poderoso,
majestuoso, sólo percusión. ¿Será el momento? ¿Habrá llegado el punto de
inflexión tan esperado? Efectivamente, el compositor despierta, inicia su ya
vigorosa orquesta y se inicia la narración de la última batalla. Aparecen los
Nazgûl sobre sus bestias aladas y retumban los coros como nunca. Planos cortos,
largos, velocidad, secuencias, instantes…todo comienza a fluir y el artista
dispara la calidad que se suponía con la misma habilidad y calidad que en las
entregas anteriores. Ha sido un (tal vez) querer y no poder; una pincelada de
calidad y cinco de espera; un hacer esperar al espectador y al oyente que ha
resultado algo incómodo. No obstante, el final que nos aguarda es de una
grandeza auténtica.
Llegamos
a la secuencia más vigorosa y estable de toda la tercera entrega. Su narración:
única; el ritmo: asombroso, con unos cambios magistrales; el manejo del sonido:
inigualable. Se trata de la escena de la araña. Shore emplea una narración
rápida, poco perceptible y en su conjunto inteligentemente revuelta y la corona
durante escasos cinco o seis segundos mediante grupos de tres notas limpias,
pero a la vez chillonas y directas, y sus variaciones, adornando con ellas la
agresividad absoluta del monstruo. En opinión de quien esto escribe, una de los
momentos más ricos musicalmente tratado (aunque también en muchos otros
aspectos, aquí no reseñables) de la trilogía completa. Intercalada en su mitad
parte de la batalla de Minas Tirith (que sigue su curso), la nueva aparición
del engendro es, si cabe, más sobrecogedora en todos los sentidos que la
primera. Jackson manda callar y Shore permanece agachado, agazapado, algo así
como en actitud ‘’gollumiana’’; la araña avanza y Frodo la ignora. Es uno de
los fragmentos de silencio que tanto han dado al sentido musical de varias
escenas fantásticas de toda la obra en su conjunto. Es entonces cuando el
hobbit se percata y el compositor salta agresivo, obsesivo incluso y despierta,
en cualquier estudioso de la música de cine, un desconcierto, un pasmo, una
admiración y un aliento tan profundos que tienes que erguirte en el sillón:
suena el mejor y más mítico Shore de ‘’El silencio de los corderos’’ o ‘’La
mosca’’. Admirable. El silencio atronador que ha sonado en su partitura lo
transforma astutamente en una percepción melódica confusa (como lo son sus dos
geniales trabajos mencionados) que pasa a ser una referencia de la música para
‘’El señor de los anillos’’. Hay una piedra en el camino, en la magnífica senda
que se acaba de formar: la torpe puesta en escena, por parte del director, del
compañero de Frodo, Sam, que llega para salvar a su amigo. Todo, absolutamente
todo el cariz dramático y asombroso creado tropiezan de lleno en la
desafortunada opción. Una lástima, sin duda.
Nos
encontramos inmersos en el caos de la batalla y acontecimientos finales. El
tratamiento que la música tiene en estas circunstancias conserva estructuras de
las entregas anteriores y crece un punto más cuando Gandalf, entre orcos,
matanzas y amenazas, habla sobre la muerte. Momentos creíbles o no, aquí
analizamos los motivos y aplicaciones musicales a imágenes e historias y esta
vez, sin duda, la aparición de un nuevo motivo, nunca antes usado, finalizando
la historia y entre tanta maraña de violencia es, cuando menos, grata y
sorprendente. A mi juicio: sobresaliente. El contraste que la belleza de estas
notas instauran en la atmósfera mortífera es de tal fuerza que son capaces de
limpiar cualquier atisbo de ferocidad de su alrededor y hacernos palidecer ante
la proximidad de ‘’la luz’’. El mago y sus discursos son, sencillamente,
superiores como lo es su figura, como fue la música que en la entrega de ‘’Las
dos torres’’ él mismo portaba de un lado a otro. Esta entrada de melodía blanca
y dulce nos anuncia, realmente, el final y así será por segunda vez empleada
cuando Sam alza en sus brazos al moribundo Frodo, camino de la destrucción del
anillo. Un instante éste, de nuevo (y sin entrar en matices de mayor o menor
calidad cinematográfica) en el cual lo que director y músico pretenden es
conseguido de una manera abrumadora y…sí, preciosista, pero hermosísima.
Gandalf hablaba de la muerte; los hobbits se acercan a la muerte. El motivo
musical une, hábilmente, estos dos instantes y se ha convertido en el anuncio
del final; eso sí, más tarde descifraremos el carácter esperanzador que
realmente tiene, ya que el motivo aparece con una extraordinaria fuerza en la
marcha final de Frodo, dejando la Comarca…¿muriendo? Es curioso y estudiado que
en una producción con tanta violencia y muerte, precisamente el tema de ésta
sean unas notas dulces y rebosantes de poder y fe.
El
tratamiento coral del desenlace de la contienda es portentoso, un ejemplo de
composición moderna a seguir para cualquier seguidor del Arte y más aún para
todos los estudiosos de la música de cine. No se nos presentan numerosas líneas
argumentales, las cuales, con un único tema, sería complicado narrar. Tenemos
dos, la batalla y la destrucción del anillo y Shore coge la rienda del
argumento y lo cuenta, literalmente, él. La habilidad para narrar es ahora la
culminación de todo el trabajo anterior durante la saga y que va a concluir, de
forma conmovedora, con un epitafio final que el artista graba sobre la cinta
inmortal del Cine (recordemos que siempre hablo del aspecto de la partitura, no
del filme como tal)). Un final tan arrollador y una conclusión tan hermosa, tan
bella, que ahora pensamos en la débil primera parte de la cinta y gritamos
apesadumbrados por estar frente a uno de los que podrían haber llegado a ser
mejor trabajo de la historia de la música de cine.
Concluyendo,
la tercera partitura para la saga de ‘’El señor de los anillos’’ cumple una
floja primera parte para repentinamente ascender de forma poderosa y sentenciar
la historia alcanzando el nivel más alto de toda la aventura.
ESCÚCHALA SI...: has completado las otras dos entregas. No te quedes sin un final exquisito de composición.
NO LA ESCUCHES SI...: pretendes oír algo nuevo respecto a lo anterior.
LLEGARÁ A SER UN CLÁSICO: la unión con el resto de la música para ESDLA lo es.
OTRAS OBRAS RECOMENDADAS DEL AUTOR: ''Maps to stars''.
PUNTUACIÓN: 9
Antonio Miranda. Diciembre 2014.
Floja primera parte?
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