8 sobre 10
THE LORD OF THE RINGS: THE FELLOWSHIP OF THE RING (2001).
HOWARD SHORE.
El
inicio musical de la trilogía es soberbio, nada menos que media hora intensa de
auténtico lujo narrativo para iniciar el gran trabajo del compositor para la
extensa aventura. Un ir y venir de temas que más tarde serán desarrollados
ampliamente. Él mismo es, Howard Shore, quien con su elegancia inicial comienza
una partitura de gran empaque y poder. La orquesta tradicional dota a la obra
de un clasicismo moderno emblemático. Nos encontramos ante los minutos
iniciales de una magna concepción musical que, sin duda, sirven de preámbulo
firme y hermoso, seguramente siguiendo un camino bastante divergente al de la
narración del director en cuanto a calidad, fijación del espectador y emoción.
Una distribución musical estructural que sigue la forma C-A-B-C (considerando
la C inicial como el pequeño prefacio que junta en pocos minutos un compendio
extraordinario de lo que va a ser la obra).
Valoremos
A como la melódica temática a la que acude el compositor desde el mundo inicial
de los hobbits, bellísimas melodías que alcanzan, si no superan, incluso a
instantes de fuerza dramática compositiva, algo nada fácil de conseguir, y
menos hoy día, en la música de cine. El perfil B es conseguido con una
habilidad altísima. Se trata de la forma intermedia con la que Shore une los
instantes melódicos y tranquilos con los aparatosos y bélicos que dan fuerza y
perfil a la grandeza de esta banda sonora: esta forma B delimita la presencia
inicial del anillo, encubierto, reservado y aún por conocer. Así nos lo dan a
conocer las figuras que forman dicha estructura y podemos verlo con claridad
cuando Frodo recibe el anillo que deja Bilbo Bolson o en la conversación entre
los dos magos, Saruman y Gandalf. El armazón principal, C, se nos muestra
implacable a los cuarenta minutos de metraje: es la parte vigorosa de la ópera
a la que el artista canadiense da vida; coros enérgicos, vientos, percusión… Se
nos ha introducido de forma sutil e inteligente a lo largo del desarrollo de la
fase B durante dos secuencias, el conocimiento y lectura de Gandalf sobre el
origen del anillo y la aparición a caballo de las fuerzas de Mordor en busca
del preciado tesoro. Vayamos con una de las escenas más sublimes de la
película, como hemos dicho, a los cuarenta minutos de aventura: la estructura B
es solapada bruscamente por la C en un inicio de cuerpo musical artísticamente
arrebatador; la reunión de los dos magos para de pronto y se inicia la lucha.
Peter Jackson, el director, une astutamente los dos mundos a través de una de
las figuras más poderosas del ámbito bienhechor, el mago Saruman, quien
repentinamente pasa a formar parte del mundo oscuro. La lucha entre los dos
ancianos es exquisita (siempre desde la órbita musical, hay que recordar) y las
notas, como composición, inician un clímax heroico que ya no se abandonará. La narración que la partitura
hace del conflicto es única. Atendamos al asombroso y estudiado detalle de la
escena cuando Saruman arrebata el bastón a Gandalf; planos veloces, detalles y
música al unísono que cualquier estudioso del arte no debería dejar pasar.
Shore comienza la andadura firme de la composición tras una introducción
admirable. Hemos llegado al cuerpo principal.
El
proceso que sigue el filme a partir de aquí no es complicado y sí práctico. Los
temas comienzan a aparecer uno tras otro y en combinación incluso, mostrados
con maestría, como es el caso de la formación del nuevo ejército por parte de
Saruman (poder y oscuridad) con el presidio de Gandalf (pureza y delicadas
formas musicales, que conforman la sagaz antesala, ya próxima, de la partitura
referida al mundo de los elfos, de una belleza embriagadora). El peso de la
historia, sin lugar a dudas, lo lleva, comenzado el segundo tercio de la cinta
(y siempre musicalmente hablando) la presencia de los fragmentos oscuros referidos
a los jinetes negros. Un tratamiento espectacular, como lo es la imagen de los
espectros a caballo, y que supone el inicio del turbio y maléfico mundo que
está por llegar. Realmente, los temas que van apareciendo cuando toman la
escena los jinetes no son sino la base firme de las estructuras musicales que
irán creciendo. Siempre, es justo decirlo, aderezadas con las impagables
melodías limpias y brillantes de la comunidad, de los elfos y demás detalles
lejanos al ámbito malhechor.
El
formato C de la partitura está ahora en plenitud; es el segundo tercio de la
aventura y el compositor juega, junto con su director, al planteamiento
drástico en forma dual de dicho formato: las notas más hermosas, que momentos
antes se refirieron a los hobbits, fundamentalmente, y a pequeñas referencias
narrativas de la historia y de la Comarca, pasan ahora a un nivel menos cómico
y divertido, ya dramático, etéreo e intelectual. Se enfrentan fuertes
contrastes de la partitura, el lado bello a la parte oscura, y ambos con temas
directos, poderosos y de composición no demasiado compleja pero sí de una
eficacia en pantalla asombrosa. A mi entender, sin duda, la música de Shore es
la protagonista en este primer y segundo tercio del metraje. Adentrémonos en el
tercero y último para comprobar si esta función no desaparece.
Precedido
por una extraordinaria demostración de la unidad que posee la partitura para
‘’La Comunidad del anillo’’, reflejada en la dulce y evocadora declaración de
amor en los parajes de Rivendell, que la compositora Enya describe con la
belleza de su voz y que encaja a la perfección entre tanta melodía creada por
Shore, estructura y forma que tiene la partitura, iniciamos el fragmento final
de la obra: el último de los tercios, equivalente a la segunda mitad de la
historia, ya avanzada, cuando la comitiva formada inicia sus peripecias.
Aparecen nuevas variaciones temáticas y otros motivos nuevos que, sin embargo,
guardan una disposición idéntica al resto y no crean, en absoluto, ningún tipo
de ruptura de unidad, al contrario, con su novedad introducida en diversas
secuencias fomentan mayor solidez
temática, si cabe.
La
llegada a las minas de Moria supone uno de los momentos más hermosos de la
música de cine de los últimos tiempos. La descripción que Howard Shore realiza
del lugar, cuando Gandalf lo ilumina, es, sencillamente, hermosísimo. Pocos
segundos que no precisan de ningún tipo de estudio: siéntelos.
Shore
describe y narra con destreza propia de genio. La música no cesa de sonar ya
hasta el final y el trabajo y estudio llevados a cabo son envidiables. Melodías
de gran calidad, apoyos a momentos de tensión, fuerza en situaciones límite. En
fin, una inigualable mezcolanza musical y la llegada al clímax
artístico-musical de toda la película: la aparición del demonio del mundo
antiguo, contra quien lucha Gandalf y termina cayendo al vacío. Una secuencia
espectacular que resume el sentido de absolutamente toda la partitura desde su
llegada hasta la partida del grupo, ya sin el mago. La calidad coral que aporta
el compositor a esta escena es máxima y, en opinión de quien esto escribe,
imposible de superar. El carácter satánico, infernal, obsesivo y vigoroso es
colosal y mayúsculo el contraste de éste con la delicadeza posterior de las
melodías que hacen ver al grupo la pérdida del mago. Un cuadro cinematográfico
que, orientado hacia el mundo de la música de cine, es imprescindible. La
partitura ha culminado su estudiado proceso hasta llegar a este punto. Su
crecimiento y progresión han sido uniformes y así será hasta el final,
guardando ahora una línea más equilibrada hasta la culminación de la primera de
las tres entregas, manteniendo esa ya mencionada dualidad musical de momentos
duros y activos con instantes plácidos y melancólicos. Se han instaurado, con esta
primera producción, los cimientos de la trilogía en conjunto, obra musical que
debe concebirse como tal.
Concluyendo,
una composición que sobresale por encima incluso de la cinta y que dota a la
obra de Peter Jackson de una identidad que ningún otro elemento artístico es
capaz de ofrecer. Una partitura de altísimo nivel, de carácter clásico, y
fuertemente marcada por el enfrentamiento entre crudeza y romanticismo y que
presenta una unidad, pese a la tremenda variedad de registros (incluyendo la
escasa pero acertadísima participación de Enya), que alza su nota a niveles
sobresalientes.
ESCÚCHALA SI...: estás en ese momento en que descubres el maravilloso mundo de la música de cine. Imprescindible.
NO LA ESCUCHES SI...: te apartas voluntariamente del ''mundo Tolkien''. Nos encontramos ante una de sus identidades más profundas y estables.
LLEGARÁ A SER UN CLÁSICO: lo es.
OTRAS OBRAS RECOMENDADAS DEL AUTOR: ''La mosca'', ''El silencio de los corderos''.
PUNTUACIÓN: 8
Antonio Miranda. Agosto 2014.
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