HARRY POTTER AND THE PRISONER OF AZKABAN (2004).
JOHN WILLAMS.
Importante y
visible giro en la composición para la tercera entrega de Harry Potter. Dejada
de lado la típica introducción, que hastiaría hasta al más optimista de los
cinéfilos, la película arranca con gran fuerza y la partitura, dejando claro
qué personaje tenemos entre manos, inmediatamente introduce su intención: el
vals del hechizo a la tía de Harry y el maravilloso experimento de Williams
para el autobús. Ambos: elegantes, con fuerza y líneas quebradas dentro del
universo equilibrado que hasta ahora la saga ha presentado. Estamos, sin duda,
ante la partitura (por el momento), más atrevida, dinámica y oscura.
Primer tercio
de metraje: la obra ya presenta un planteamiento y estabilidad mayores que la
antecesora durante todo su contenido. Llegamos a la escena del extraño animal,
llamado Hipogrifo, sobre el que Harry vuela los cielos de Howarts. Williams
compone un tema referente: melódico, sencillo y sinfónico (y que volverá brevemente
al final de la aventura), contrapuesto claramente a la parte descriptiva que,
en esta tercera obra del joven mago, ejecuta el músico repleta de guiños de una
seria comicidad envidiable y todos ellos, sorprendentemente ahora, orientados
al sentido étnico y medieval de la música e, incluso, jazzístico. Un acierto
tan arriesgado como conseguido. Sin duda, un paso al frente del compositor que
desmiente a las muchas opiniones que tildaron su tercera obra como linealmente
similar a las anteriores. En cuarenta y cinco minutos tenemos tres grandes
fragmentos, una orientación nueva y atrevida y unos instantes de apoyo que
muestran el cariz ancestral ya indicado, jamás enseñado en lo que llevamos de
saga. Interesantísimo.
La solvencia
atrevida de ‘’El Prisionero de Azkaban’’ se demuestra al completarse la primera
hora. El tema de Harry apareció al inicio y ya, de forma asombrosa, no lo hace
hasta este momento dicho. Una partitura que basa todo su cuerpo inicial en
estructuras y temas distintos al original (y, más aún, plantea novedades y,
pese a todo, se mantiene estable a la atmósfera de la saga y el personaje) es,
sin duda, una obra de muy alto nivel.
El tercio
final, iniciando los acontecimientos con el descubrimiento de las bestias, es
fastuoso. La fuerza y dramatismo, incluso terror, con que Williams nos cuenta
lo que vemos es, sencillamente, inalcanzable. El protagonismo que cobra la
partitura, desde el inicio de la saga, resulta insuperable en un compendio de
fragmentos repletos de detalles, ímpetu y un sombrío ambiente que no descansan.
Sin duda, unos minutos a niveles de los más altos del compositor en toda su
carrera y merecedores de conocimiento y estudio (además de asombro) por
cualquier aficionado. Se inicia aquí la estructura formal final a modo de A-B-A,
resultando ‘’A’’ los fragmentos activos (el primero, ya comentado, referente a
las bestias y el segundo, al desenlace) y ‘’B’’ la sutil, mantenida y elegante
parte pausada e inquietante en la que Hermione y Harry marchan atrás en el
tiempo. Cómo Williams enlaza las tres divisiones y la forma en la que ellas
mismas se insertan en el todo de la obra es ejemplar.
En conclusión, una de las
partituras más formadas y completas de John Williams durante esos años. Firme,
innovadora en la saga, equilibrada, con el clavicordio como curioso enlace de
muchos conceptos de la composición y el tema principal de Harry empleado
estratégicamente al inicio, mitad y final de la entrega. Imprescindible.
ESCÚCHALA SI...: la anterior entrega te dejó algo frío y echabas de menos al gran John Williams, oscuro y completísimo.
NO LA ESCUCHES SI...: únicamente nunca has podido con la saga ''Harry Potter''.
RECOMENDACIÓN END TITLES: sí.
OTRAS OBRAS DEL AUTOR: ''La lista de Schindler'', ''Lincoln''.
PUNTUACIÓN: 9
Antonio
Miranda. Agosto 2015.
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