SAGAS DE CINE- HARRY POTTER- J. Williams, P. Doyle, N. Hooper & A. Desplat.


6.5 sobre 10

HARRY POTTER.

Famosa saga que pudo encumbrarse dentro de la música para cine como una joya incuestionable. Pero, lamentablemente, sus entregas intermedias, cuyos compositores no estuvieron a la altura, la denostaron terriblemente a un nivel medio, si cabe. Errores puntuales, pero importantísimos. Aquí los tenemos: 

1- John Williams compone la segunda entrega pero deja en manos de William Ross su adaptación a las imágenes. Todo ello influye considerablemente en el nivel de esta segunda obra.

2- Patrick Doyle intenta girar el ''mundo Potter'' hacia su estilo. Lo consigue, mas falla estrepitosamente en la narración y apoyo a una escena crucial: la aparición por primera vez del malvado Voldemort. Sin cuerpo ni fuerza, su aporte es insuficiente.

3- Nicholas Hooper, encargado de la quinta y sexta entregas, no consigue, en ningún sentido, alcanzar un nivel suficiente y martillea terriblemente estos dos filmes.

Vayamos, ahora, con todas las películas de la saga.


1
HARRY POTTER Y LA PIEDRA FILOSOFAL (2001).
JOHN WILLIAMS.


9 sobre 10

                Analizada una obra musical para una saga como la que tratamos, tan llena de detalles, atmósferas y personajes, años después de su formación es, sin duda, fascinante. La primera entrega de todas las partes inicia la referencia de un global que ya, aunque lo pretenda, jamás podrá escapar al ambiente que la partitura del genio John Williams compuso. No podemos concebir absolutamente ninguna minucia de Harry sin su tema principal, lo primero que se escucha y con una introducción que fija todo lo posterior. En media hora, el genio compositor solidifica su tema y presenta otros dos, hermosos y enteros no menos que el primero y, al tiempo, con un apoyo a las imágenes, cuando no narra lo que se ve, que pocos artistas han alcanzado nunca. Hemos de saborear las partituras de Williams, siempre, desde atrás. ¿Qué queremos decir con esto?: tan conocidos y alabados son sus temas que el resto de la obra parezca quedar en segundo plano. No es así y, alejado de todo sentido comercial y fácil, las notas de Williams, sus estructuras y sus capas de composición asombran por la perfección y ’’milimetría’’ artísticas. Ejemplo de todo esto es el fragmento musical, encomiable (aunque no demasiado llamativo) durante el cual Harry conoce todos los lugares maravillosos del Callejón Diagon. Finalizamos, con la llegada de los niños a Howarts, un primer tercio que, escuchando únicamente su partitura, nos daría un contorno y cuerpo bien formados ya sobre el mundo Harry Potter. Fantástico.

Trailer de la película.


                La parte central de la aventura, ya en la escuela de magia, se convierte en un incontable número de detalles, melodías y descripciones en las que el compositor parece desenvolverse como en ningún otro momento. Desde el tema de Howarts, pasando por los instantes de misterio y llegando al atrevimiento de los tres nuevos amigos en la zona prohibida del piso tercero de la residencia: Williams da un nuevo giro y golpea al espectador con la primera pieza de auténtico activo y terror. El músico, sin titubear, va creando un amasijo tan perfecto de narraciones y descripciones que parece nunca antes conseguido. A los pocos minutos, segunda llamada a la atención: el troll. Y en escasos quince minutos, la tercera: el partido de quidditch. Williams rompe con brusquedad el tono lineal de toda su composición en estos tres momentos concretos. No es casualidad ya que músico y su director plantean, en un ternario inteligente y entre la multitudinaria atmósfera de fantasía y algarabía por lo llamativo, el aviso sobre el mundo oscuro y el peligro que, irremediablemente, descansa oculto en la residencia. Los tres breves instantes son concluidos con la prolongación del tercero en una narración musical, como siempre en Williams, asombrosa, tanto en composición como en detalles.

                A punto de cumplirse las dos horas de metraje, inmersos de lleno en el último tercio de la obra y próximo el desenlace, la partitura crece, ilumina y concluye. No lo hace realmente, pero sí en contenido y objetivos: el malvado Voldemort aparece por vez primera y se encara con Harry. Los minutos precedentes, yendo el joven mago por el bosque, son apoyados de una manera tan absoluta por el ‘’maestro’’, acometiendo sutilmente una pieza pausada e inquieta en forma de vals macabro que, sin más, el éxtasis musical ha llegado. Williams no ejerce en esta obra primera de la famosa saga de una forma grandilocuente, fastuosa; lo hace comedido, con toques melódicos elegantes y los tres golpes de atención ya comentados. Este episodio que nos presenta al peligroso personaje es el final de una inquietud que responde al más alto enigma de la historia de Harry Potter: Voldemort. Sin duda, una primera aparición y la música, asociados, insuperable. El desenlace nos guarda una grata sorpresa: el fragmento que el artista compone para la partida de ajedrez, compositivamente hablando, es de lo más potente de la presente obra. Ligeramente por detrás del cara a cara anterior (ya que, en concepto, no representa mayor sentido o idea que la narración de una secuencia), no obstante llega a niveles sobresalientes en cuanto a tema musical concebido.

                En conclusión, un trabajo de altísimo calibre que muestra, dejando de lado el cariz comercial o infantil de la producción, la madurez del artista en un compendio de temas memorables, detalles de sincronización ejemplares y capacidad narrativa y descriptiva como nadie puede demostrar. John Williams, de nuevo, genio del arte actual.


2
HARRY POTTER Y LA CÁMARA SECRETA (2002).
JOHN WILLIAMS.



6 sobre 10.

                John Williams dejó bien afianzado un concepto musical completo en la primera entrega de la saga Harry Potter. Temas extraordinarios, narraciones potentes, un par de secuencias fortísimas y, también, el recuerdo fugaz a la consideración de un gran personaje, casi juntando (por breves instantes y sólo frente a los más audaces) a Darth Vader y Vordemort. Ahora, en la segunda entrega, remontamos en el tiempo, también durante dos o tres segundos, hacia las atmósferas fantásticas de E.T. y su viaje en bici cuando vemos a los niños hacer lo propio en un coche.

Trailer de la película.

                La aventura, algo tediosa y estirada en exceso, invita al compositor a crear una introducción similar a lo ya existente, plantear un par de versionados y por fin, a los cuarenta y cinco minutos de metraje, golpear repentino, como lo hizo en la primera entrega, y despertar la acción con diez segundos majestuosos y, a continuación, el fragmento completo. Williams Ross se encarga, esta vez, de conducir y adaptar una música que nunca superará a la de la primera película y sí, voluntariamente, mantendrá una línea de apoyo absoluto, sin remarcar siquiera escena alguna por encima de las imágenes, superada ya la primera parte de la entrega.

                El cuerpo central de la historia no variará en concepto. El compositor únicamente empleará la imagen de las arañas (primer ‘’golpe’’ antes mencionado) y sus dos o tres secuencias para revitalizar un filme bastante lineal que, obviamente, de igual forma complica a la música. Solamente el final, con la inclusión del tema más llamativo de esta entrega (el del Ave Fénix) y un empuje considerable a la composición y la narración de los hechos, nos hace partícipes de una influencia definitiva del concepto musical.

                En definitiva, una partitura solvente, lineal y descriptiva que, precedida por la primera y magnífica entrega, adolece precisamente de las cualidades de ésta.


3
HARRY POTTER Y EL PRISIONERO DE AZKABAN (2004).
JOHN WILLAMS.




9 sobre 10.


Importante y visible giro en la composición para la tercera entrega de Harry Potter. Dejada de lado la típica introducción, que hastiaría hasta al más optimista de los cinéfilos, la película arranca con gran fuerza y la partitura, dejando claro qué personaje tenemos entre manos, inmediatamente introduce su intención: el vals del hechizo a la tía de Harry y el maravilloso experimento de Williams para el autobús. Ambos: elegantes, con fuerza y líneas quebradas dentro del universo equilibrado que hasta ahora la saga ha presentado. Estamos, sin duda, ante la partitura (por el momento), más atrevida, dinámica y oscura.

Primer tercio de metraje: la obra ya presenta un planteamiento y estabilidad mayores que la antecesora durante todo su contenido. Llegamos a la escena del extraño animal, llamado Hipogrifo, sobre el que Harry vuela los cielos de Howarts. Williams compone un tema referente: melódico, sencillo y sinfónico (y que volverá brevemente al final de la aventura), contrapuesto claramente a la parte descriptiva que, en esta tercera obra del joven mago, ejecuta el músico repleta de guiños de una seria comicidad envidiable y todos ellos, sorprendentemente ahora, orientados al sentido étnico y medieval de la música e, incluso, jazzístico. Un acierto tan arriesgado como conseguido. Sin duda, un paso al frente del compositor que desmiente a las muchas opiniones que tildaron su tercera obra como linealmente similar a las anteriores. En cuarenta y cinco minutos tenemos tres grandes fragmentos, una orientación nueva y atrevida y unos instantes de apoyo que muestran el cariz ancestral ya indicado, jamás enseñado en lo que llevamos de saga. Interesantísimo.


Trailer de la película.


La solvencia atrevida de ‘’El Prisionero de Azkaban’’ se demuestra al completarse la primera hora. El tema de Harry apareció al inicio y ya, de forma asombrosa, no lo hace hasta este momento dicho. Una partitura que basa todo su cuerpo inicial en estructuras y temas distintos al original (y, más aún, plantea novedades y, pese a todo, se mantiene estable a la atmósfera de la saga y el personaje) es, sin duda, una obra de muy alto nivel.

El tercio final, iniciando los acontecimientos con el descubrimiento de las bestias, es fastuoso. La fuerza y dramatismo, incluso terror, con que Williams nos cuenta lo que vemos es, sencillamente, inalcanzable. El protagonismo que cobra la partitura, desde el inicio de la saga, resulta insuperable en un compendio de fragmentos repletos de detalles, ímpetu y un sombrío ambiente que no descansan. Sin duda, unos minutos a niveles de los más altos del compositor en toda su carrera y merecedores de conocimiento y estudio (además de asombro) por cualquier aficionado. Se inicia aquí la estructura formal final a modo de A-B-A, resultando ‘’A’’ los fragmentos activos (el primero, ya comentado, referente a las bestias y el segundo, al desenlace) y ‘’B’’ la sutil, mantenida y elegante parte pausada e inquietante en la que Hermione y Harry marchan atrás en el tiempo. Cómo Williams enlaza las tres divisiones y la forma en la que ellas mismas se insertan en el todo de la obra es ejemplar.

 En conclusión, una de las partituras más formadas y completas de John Williams durante esos años. Firme, innovadora en la saga, equilibrada, con el clavicordio como curioso enlace de muchos conceptos de la composición y el tema principal de Harry empleado estratégicamente al inicio, mitad y final de la entrega. Imprescindible.


4
HARRY POTTER Y EL CÁLIZ DE FUEGO (2005).
PATRICK DOYLE.



6 sobre 10


Primera entrega de la famosa saga en la que John Williams no participa. Compleja tarea para el sucesor, más teniendo en cuenta el valioso trabajo del gran maestro y, sobretodo, la compleja, hermosa y ejemplar partitura que precede a la actual. La tarea, sin lugar a dudas ardua, recayó en manos de un músico serio, técnico y exquisito, elegante como nadie y un estudioso del cine. Patrick Doyle se lanza con frenesí hacia su nuevo desafío y consigue, con rapidez e inteligencia, adentrarnos en un Harry Potter distinto. Ésta es la palabra y forma en que tenemos que definir la presente composición, su orientación y la plasticidad con la que se nos da a conocer durante ya los primeros veinte minutos: Doyle, acudiendo ligeramente al tema conocido del joven mago, decide girar la estructura de la historia si no trescientos sesenta grados sí una amplitud cercana a un voltear suicida y hasta pedante. No obstante, el resultado, escuchada la partitura y vista la introducción del filme es, a todas, de una calidad altísima. El compositor de la inigualable ‘’Sentido y sensibilidad’’ opta por la vertiente absolutamente descriptiva de los hechos y, sin tapujos, presenta ya en este inicio varios temas completamente nuevos, heroicos, rebosantes de belleza y que rápidamente actúan como pinceles que dibujan y colorean los ambientes que rodean a Howarts y los magos. ¿Será esta la decisión final, y completa, de la cuarta entrega de la saga y manteniendo tal nivel de validez? Veámoslo…

Trailer de la película.


Es complicado sumergirse directamente en el mundo ‘’Potter’’ sin escuchar a John Williams. El nivel que el genio norteamericano alcanzó con la primera y tercera entregas fue insuperable. La narración que aparecía en pantalla, complementada con el apoyo y los temas importantes, resulta inalcanzable para cualquier otro compositor. Pese a todo, dejemos esto de lado y acometamos la presente historia cuyo resultado, como he dicho, es notabilísimo hasta el momento y una delicia para los oídos de manos de uno de los grandes compositores del cine actual.

El estilo musical de la obra sigue los pasos del mostrado en el primer tercio: secuencias de apoyo compuestas mediante largas notas de cuerdas y matices nada destacables sobre la imagen y otras importantes potenciadas con los temas y melodías principales. Ejemplo claro y guía para el seguimiento de la forma de esta partitura lo tenemos en la interesante escena de la presentación de la copa que ganará uno de los tres (cuatro con Harry) magos competidores en el torneo de magia o, sin ir más lejos y como muestra de la distinta orientación de Doyle con respecto a Williams, la presencia en pantalla de una secuencia activa (en la que un dragón persigue a Harry) narrada en tiempos medios, algo impensable en el creador de ‘’Star Wars’’ y que Doyle, sin dudarlo, fabrica olvidándose prácticamente de contarnos nada y sí de perfilar y colorear (como hemos dicho al inicio del artículo) el momento.

El final establece, por fin, una sentencia firme y algo complicada de emitir: la composición baja estrepitosamente y un genio de la música como Doyle enferma de gravedad al encontrarse de frente los desenlaces terroríficos y trágicos. No es suficiente con unos acordes prolongados ni con situarse tímidamente por detrás de un acontecimiento tan importante como la llegada, por fin, del malvado Voldemort a la saga. Uno visualiza la escena y, estudiando la música, decae su interés de forma absoluta al no sentir lo que el instante requiere y, sin quererlo, trasladar la idea hasta… ¿y si Williams estuviera aquí? Primer error de gravedad en una saga que, hasta el momento, ofrecía pinceladas siempre interesantes. La diferencia entre un buen compositor y un genio actual reside en ejemplos como éste. El primero cumple su función; el segundo, firme, supera incluso al momento para dar a conocer su mandato y así, sin duda, ofrecer un todo compacto de sensaciones y sentimientos a la imagen.

En conclusión, obra preciosista que se desenvuelve admirablemente en temas melódicos pero que, sorprendentemente en Patrick Doyle, hiere su buen hacer de manera absoluta al final. Una pena. Siempre resulta extremadamente complicado enfrentarse al ya anciano mago de la música de cine.



5
HARRY POTTER Y LA ORDEN DEL FÉNIX (2007).
NICHOLAS HOOPER.




 3 sobre 10


                Quinta entrega de la saga y, desafortunadamente, un parón drástico en su partitura. Hooper firma un trabajo serio, interesante tal vez, pero muy lejos del genial John Williams y del atractivísimo (aunque, finalmente, fallido) Patrick Doyle. La introducción del filme nos sirve para dar fe de lo que decimos: una versionada pieza del tema principal de la saga y, aparte los pocos momentos de apoyo inquietante, un intento de tema nuevo con el que, mientras los magos vuelan todos en grupo con sus escobas, el artista no consigue acompañarles en un querido (pero no conseguido) vuelo a las alturas.

                Partitura sencilla y con cierta elegancia y formalismo. No obstante, transcurrida ya una hora de aventura, pareciere que tal obra haya sido confeccionada mediante un programa de automatismos que jamás modificaran su línea vital. Ni intensidades, ni subidas, bajadas o registros que, incluso, otorguen personalidad a las secuencias. Si bien la composición es suficiente, su aplicación en pantalla ejerce tal efecto negativo en la imagen que la historia resulta lineal, aburrida y vacía de intensidad y atractivo.


Trailer de la película.


                Se ha dicho, en multitud de ocasiones, que la partitura de Hooper no tiene ímpetu musical pero sí funcionalidad en pantalla. En opinión de quien esto escribe, al contrario. Sin duda, la música del artista británico podría escucharse tranquilamente aislada de sus secuencias, en un tono (como he dicho) nada cambiante, muy lineal pero correcto. En pantalla: no funciona absolutamente nada, ni la narración (que apenas existe), ni la descripción (que aburre y, más que describir, rasga), ni siquiera un cariz de presencia.

                En definitiva, composición muy negativa en la interesante saga de Harry Potter. Se pueden rescatar del naufragio musical los inicios de la música para las secuencias finales en las que Harry acude en ayuda de Sirius Black y el instante final en el que Voldemort se introduce en la mente de Potter. Pero, sin embargo, todo esto no resulta suficiente para dar cuerpo a una gran obra que, aunque el autor no lo haya tenido en cuenta, ya venía con una fuerza, personalidad y carácter bien formados.



6
HARRY POTTER Y EL MISTERIO DEL PRÍNCIPE (2009).
NICHOLAS HOOPER.




3.5 sobre 10

                Hemos presenciado, tras el estudio de las entregas hasta la presente, varios e importantes errores en las partituras de la saga ‘’Harry Potter’’. Nos encontramos, lamentablemente, ante otro de ellos.

                Nicholas Hooper ha intentado, sin conseguirlo nunca, crear un propio ‘’mundo Potter’’. La presente obra nos lleva por senderos similares a la primera de las dos películas que el autor completa y, finalmente (a la hora de metraje), termina por tropezar estrepitosamente en una escena ejemplo claro de la mala concepción, entendimiento y trabajo con el que el compositor se ha enfrentado a su trabajo: en el entrenamiento de los alumnos para el deporte del quidditch bien pareciere que la música acompañara, en lugar de a las imágenes propiamente dichas, al paseo matutino de una familia alegre, dicha y optimista. Realmente, el punto central del bajo nivel alcanzado por el compositor en las dos entregas.


Trailer de la película.


                Nicholas Hooper aburre. La saga, globalmente hablando, da cien pasos atrás y llega a hastiar al amante más acérrimo al cine de entretenimiento. Los inicios de fragmentos musicales, en ciertos momentos (los más oscuros), llegan a interesar pero el compositor, agudizando la falta de creatividad en sus entregas, mantiene las notas sin variarlas apenas, lo que anula el efecto atractivo inicial por completo.

                Con unos títulos de crédito que cierran el desatino del autor como compositor de dos entregas de la saga, queda matizada su insuficiente presencia con el prolongado tema final, pausado, romántico y reflejo del sentimiento de pérdida del viejo mago Albus Dumbledore. El único instante acertado. Es más, sigue al episodio crucial en la historia de la muerte del anciano, la cual es inyectada por un episodio musical sin ninguna trascendencia, el tropiezo (sin duda ninguna) más señalado de la larga partitura global para la saga completa.

                En definitiva, cierre a una participación que falla totalmente en un intento de girar ‘’Harry Potter’’ hacia no se sabe qué intenciones. A olvidar y esperando los dos últimos episodios que serían, felizmente, asignados a un genio actual de la música de cine. Lo veremos.


7
HARRY POTTER Y LAS RELIQUIAS DE LA MUERTE, PARTE I (2010).
ALEXANDRE DESPLAT.




8.5 sobre 10
Bastan escasos diez minutos para excitar las almas artísticas a favor de las dos últimas entregas, ‘’musicadas’’ por un genio, y desechar las dos anteriores, completadas equivocadamente y enterradas ya en la historia de la saga, por bien de ésta. Nicholas Hooper no supo dónde se encontraba y a quién se enfrentaba. Desplat, por el contrario, con sutiles iniciales minutos acompañados mediante un apoyo sencillo, serio y firme, completa ya más que su predecesor artista hizo en las dos partituras que se le encomendaron.

Primer largometraje de gran envergadura comercial y acción trepidante en el que se comprometía el ya conocido, en ese momento, compositor francés. Las dudas que su asignación pudieron generar, por el tipo de filme que se trataba, fueron zanjadas de raíz por un genio que, a partir de entonces, no paró de crecer. El matiz inquietante, pausado y misterioso que plantea durante el primer tercio de aventura es extraordinario y aderezado con inteligente disposición por la única secuencia de acción de estos atractivos minutos, mostrando ya una estructura de partitura y unas capas de composición alocada y violentamente conseguidas. Nos encontramos ante su despegue activo y enérgico en el cine. 

 Trailer de la película.


Desplat no reniega del tema principal de Harry Potter, compuesto por John Williams, ni de su original atmósfera. De manera audaz los incorpora a una obra que tiene carácter y personalidad propia. Las narraciones de las secuencias activas rebosan ese aire de terror y tensión que, durante las últimas entregas, habían perdido y la seriedad se apodera de una entrega que ya, en su parte media, se erige como la más compacta y formal, prudente y sensata de toda la saga. Desplat, cómo no, opta por seguir, igualmente, este acertado equilibrio y poco a poco percibimos cómo se sitúa en un cauto segundo plano, sobre todo en la parte central de la presente historia y surge, cual serpiente monstruosa (la secuencia del bicho atacando a Harry y Hermione es, sin duda, sobrecogedora), a golpear al espectador con una violencia (ya no musical, sino cinematográfica absoluta) que pocos artistas actuales podrían conseguir. Exquisita disposición de una partitura que, sin estridencias ni subidas artificiales, crece pausada hasta situarse en un plano principal (sin aparentarlo, repito) indiscutible.

El final es ejemplar, no por su estridencia y apoteósica expiración sino por lo comedido del autor y la unión imagen-música que se produce en la escena última, donde Voldemort consigue la poderosa varita que yacía junto al cadáver enterrado del profesor Dumbledore. La oscuridad artística de la secuencia es extraordinaria y el apoyo que la partitura ofrece: inigualable. Ejemplo de la sobriedad con la que un genio da cuerpo a una gran obra que, en conclusión, es lo que Alexandre Desplat ha conseguido enseñarnos tras el rotundo hundimiento de la saga y su música en las entregas anteriores. Sin duda, tenebrosa e impecable composición para la entrega más seria e inquietante de la saga Harry Potter.


8

HARRY POTTER Y LAS RELIQUIAS DE LA MUERTE, PARTE 2 (2011).
ALEXANDRE DESPLAT.


8.5 sobre 10


                Última entrega de la saga. Oscura, inquietante, fuerte… La prolongación de la anterior y una orientación inicial de absoluto apoyo, como si las notas no dibujaran los contornos de las figuras sino, acertadamente, a la mismísima oscuridad. Y, también como en la partitura precedente del genio francés, ataques violentos a secuencias activas que nos inyectan ‘’agresividad musical’’.

                Dos nuevas intenciones durante el primer tercio de metraje: Desplat introduce más referencias de lo habitual al tema conocido de la saga, lógico acercamiento a una mayor fijación del personaje cuando se acerca ya el final, y varios fragmentos ligeramente optimistas, reflejo de las intenciones conjuntas de todo Howarts contra Voldemort. El choque artístico que producen estas notas con el resto, siniestras en toda su intensidad, es atractivísimo.

 Trailer de la película.


                La segunda parte de la entrega forma un cuerpo global espectacular. Desplat, con astucia, plantea un inicio de drama final adornado con piezas pausadas, todas ellas bien fijadas a las melodías optimistas comentadas, y el nivel alcanzado por la partitura, en apariencia no tan exuberante ni llamativa, sencillamente es sobresaliente. El desenlace primero, previo a la lucha final, es narrado por el director de forma ejemplar y la expectación que se origina ha llegado al punto más alto de toda la saga. El desenlace final, concluyendo, es tratado con la misma solvencia por un compositor que, sin alardes ni extrañas florituras, logra unos temas activos soberbios y unas referencias finales a los temas más conocidos de Harry Potter que sellan, para cerrar todas las entregas, un trabajo del artista francés al nivel con el que John Williams formó la estructura de una historia, ya, terminada.


PUNTUACIÓN DE LA SAGA: 6.5
 

ANTONIO MIRANDA. AGOSTO 2015.








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