7.5 sobre 10
BATMAN BEGINS (2005).
HANS ZIMMER & JAMES
NEWTON-HOWARD.
El
inicio de la trilogía sobre el famoso y oscuro superhéroe nos deja pegados a la
pantalla, hablemos de la partitura que se nos avecina, aunque igualmente de las
secuencias previas al núcleo principal, donde se nos introduce en la verdadera
historia de Bruce Wayne. Las notas nos presentan, durante quince minutos,
varias estructuras, que más adelante serán desarrolladas, pero todas ellas con
un carácter fantasmagórico excepcional. Pequeños apoyos con texturas siempre
lineales, basadas en las cuerdas de la orquesta; una ligera y poderosa
narración, inteligentísima, de la llegada de Bruce a la cumbre de la montaña y,
finalmente, esa nota de graves tildada con una voz femenina ligera. Se ha iniciado
todo; Batman nace. Sólo las referencias
a Gotham adquieren una ligera esperanza y nos introducen, a su vez, en
el siguiente núcleo del film, más intimista.
Nunca ha resultado nada fácil, y
por tanto provechoso, un proyecto de tal magnitud desarrollado entre dos
artistas de la talla de Newton- Howard y Zimmer. El resultado: bueno (y
sorprendente). Ambos fluyen en ideas que mantienen la unidad completamente.
Tras un inicio, ya comentado, en el que temáticas diversas aparecen y se nos va
situando la historia, nos encontramos con la parte más tierna y melódica (nunca
abandona esa inquietud oscura y encubierta, aunque, en mi opinión, la que
adopta el compositor de ‘’Gladiator’’ en la tercera entrega es la más acertada
a este respecto), a cargo del compositor estadounidense (los temas de acción y
poder, para el alemán). Nada fácil de insertar entre fragmentos que nos
mostrarán una potencia y fuerza descomunales, esta ración de ternura mantiene,
aún disponiendo melodías sencillas, el nivel de calidad necesario para no
palidecer el conjunto global de la composición.
Llega la secuencia del inicio
del hombre murciélago; el instante en el que Bruce comienza algo grande y
descubre su cueva y, como tal, el compositor lo muestra: suenan los arpegios
característicos de Batman, un tema sencillo con el que se logra a la perfección
identificar al héroe, algo nada fácil tras las muchas composiciones, a lo largo
de la historia, que Batman ha sufrido, y la mayoría de gran calidad. Ahora
llega algo más siniestro, menos heroico, más inquietante. En espera: las dos
fantásticas notas tocadas por los vientos, que pronto se añadirán al tema. Nace
Batman; con la misma pausa estudiada se está formando el tema del superhéroe.
Siguiente fase de la creación:
Bruce aparece junto a uno de los policías, ahora ya envuelto en un vestido
negro, previo al traje definitivo. La música se va completando; suena ahora el
tema de las dos notas y los efectos sintetizados simulando el aleteo del
murciélago. La partitura y el tema central llegan a su máximo esplendor,
denotan siempre inquietud, desasosiego interno y poder, una fuerza que está por
llegar y que luego se expandirá por todo lugar y en todo ámbito temporal; una
autoridad venidera por parte de Batman. Y por fin su aparición en pantalla,
trabajada lejos del tema principal, el cual, realmente, indica la omnipresencia
del personaje cuando suena y éste no aparece en imagen. Es un interesante
contraste entre pasado y presente aunque, tal vez, la posibilidad de
presentarnos al héroe bajo las dos formadas notas ya conocidas habría sido una
posibilidad. Este asunto no deja indiferente a cualquier estudioso y mucho se
ha hablado de él. En opinión de quien esto escribe, sin duda, estas dos notas
suponen un tema principal de enorme fuerza y definición pero que no es empleado
al uso: refiere la autoridad y poder de Batman en todo momento, en todo lugar.
La trilogía presenta al hombre murciélago como un ser algo inquieto, etéreo, no
predecible ni material. Así suenan las dos notas, casi siempre fuera de presencia
en pantalla de Batman, lo que significa
una referencia clara a los adjetivos comentados. En absoluto es un tema clásico
y típico de superhéroe, entonándose heroicamente cuando el ser en cuestión
aparece, corre, salta, vuela o actúa. En Batman, no. De hecho, él no es así. El
tema denota su volatilidad, por eso suena cuando no vemos su figura, para
recordarnos que el mundo en pantalla no es otra cosa sino: BATMAN.
La parte central del metraje se
aborda desde las dos vertientes, tanto la intimista (en los menos momentos)
como la propia de Batman ya formado. La descripción en fragmentos activos, pero
no violentos, es la reina de la historia. Atmósferas que apoyan siempre la
figura del superhéroe para crear una noción sobre él de grandeza, que no de
fuerza, como habría ocurrido si la partitura centra su calidad en las batallas
que surgen. Ejemplo máximo lo tenemos cuando el hombre murciélago es rodeado
por los S.W.A.T. en un recinto donde Rachel, su compañera de infancia, ha sido
mortalmente envenenada. Aparece por vez primera desde hacía muchos minutos,
concretamente siempre cuando Bruce aún no era Batman, el heroico motivo de los
vientos entonando dos notas, aunque de forma fugaz. El personaje está
afianzado; se presenta el verdadero peligro: Batman actúa. El tema empleado es
una delicia para la pantalla, la historia, el personaje y el oído. Pero justo
cuando más nos deleitan los artistas intuimos una sensación extraña, algo nos
dice que la música no es la misma; el estudioso en seguida se dará cuenta de que
el tacto oscuro y sombrío bruscamente desaparece. Estamos ante la única
sensación negativa de la, hasta ahora, magnífica partitura. Esta secuencia lo
delata absolutamente: un inicio grande de secuencia, ya mencionado, y una
narración intermedia bastante trivial que nos lleva hasta los scores más
normalitos de ‘’los mediaventures’’. Aparecen melodías simplonas, que no
sencillas, y ritmos sintetizados sin cambio alguno. La estructura gira
repentinamente y la sorpresa es mayúscula. Quizá en la pantalla, inmerso entre
imagen, sonido e historia, el detalle no sea excesivamente llamativo pero, sin
duda, el cambio inexplicable está ahí.
Llegado el final, se mantiene la
misma tónica y la composición concluye con un potente apoyo a la escena del
tren de Gotham. Algún que otro cambio de ritmo interesante pero, intercalando
matices de temas anteriores, poca novedad que merezca la pena si no fuera por
la apoteósica aparición de Batman concluida la destrucción del aparato: con las
dos notas, sencillas y directas, se puede magnificar y otorgar una calidad
insuperable a una imagen más que con cinco minutos de marcados y triviales
ritmos.
Llegada la calma, regresa la
composición poderosa. Un fragmento intimista de calidad y un final con los
créditos en los que vuelve a sonar el verdadero ‘’Batman’’, poderoso,
siniestro…oculto.
En conclusión, un trabajo que
inicia la trilogía de Batman de Christopher Nolan con nota alta pero que, sin
duda, podría haber conseguido más. Una orientación muy meritoria tras la
genialidad de Elfman para la obra de Burton, difícilmente superable, y que pone
las bases para la llegada de trabajos más compactos en próximas entregas.
ESCÚCHALO SI...: eres seguidor de estos dos grandes compositores y tienes inquietud por qué pueden hacer juntos.
NO LO ESCUCHES SI...: no quieres quedarte con una impresión final algo dubitativa.
LLEGARÁ A SER UN CLÁSICO...: no.
OTRAS OBRAS RECOMENDADAS DEL AUTOR: ''The Pacific'' (Zimmer); ''Waterworld'' (Newton- Howard).
PUNTUACIÓN:
7.5
Antonio
Miranda. Septiembre 2014.
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