THE DARK KNIGHT RISES (2012).
HANS ZIMMER.
Tercera
entrega del Batman de Nolan; desaparece la aportación de James Newton- Howard,
poco visible en las dos anteriores pero de gran cuerpo y belleza en la segunda.
Hans Zimmer se ocupa de la partitura completa esta vez, con un inicio tenso y
oscuro que supera con creces la apariencia de una secuencia correctamente
rodada pero horriblemente dialogada. Se nos presenta una obra, en su inicio,
algo confusa para el estudioso. El compositor alemán adopta una estructura algo
desordenada de temas pasados, otros nuevos, tonos oscuros y otros más luminosos
que puede desconcertar en este primer tercio de metraje. Batman aún no ha
aparecido. El tema de las dos notas, usado en las dos entregas anteriores, y el
más poderoso de la segunda no son empleados. Resurge uno de los aplicados por
Howard en los instantes íntimos de ‘’El caballero oscuro’’. Asociamos
únicamente, a la idea del superhéroe, el carácter de los ritmos y alguna
estructura más siniestra.
El final del
primer tercio de la aventura es la sorpresa o, mejor dicho, la vuelta a la
normalidad. Aparece Batman y la reyerta es escalofriantemente rítmica y, a
consecuencia, la partitura despierta, se deja de experimentos nuevos y saca
todo el ‘’potencial Batman’’. Renacen los dos temas mencionados y los ritmos
básicos y oscuros del superhéroe. Su combinación podría parecer, en principio,
caótica pero refleja, sin más, la acción. La entrada en escena del hombre
murciélago es repentina, como lo es en la propia historia de la película (Bruce
está físicamente impedido), algo parecido a un imposible, a un absurdo. Zimmer
opta por mostrar de pronto, tal y como surge Batman, este pequeño caos; un
estudiado ‘’desorden’’ musical. Son quince minutos aproximados de una delicia
narrativa total, idas, venidas, subidas y bajadas y la fuerza completa del
justiciero de nuevo en pantalla. Tras un flojo inicio, el final de este primero
de los tres fragmentos en que podemos dividir el metraje es, a mi entender, la
parte fundamental del trabajo del compositor.
Poco tarda en
acontecer el otro momento más importante, musicalmente hablando: el encuentro
entre el sádico y malhechor Bane y Batman. La escena es grande, sin trabas,
directa y oscura. La música juega un papel crucial: no suena. Nos podemos
preguntar, entonces, ¿por qué tan trascendental momento, si no hay partitura?
Sí, ¡la hay! En un filme como éste, donde las notas están presentes en gran
parte del metraje, optar por no incluirla en uno de los instantes más
despiadados es de gran valor, y más cuando los devenires posteriores incluyen
fragmentos poco brillantes, contrastando fuerte y firmemente un momento con el
otro. Magnífica secuencia; extraordinario silencio. Seguidamente, como digo,
Zimmer compone el tema que en la película más podemos asociar con Selina Kyle,
la bella ladrona que pulula por toda la historia y que había sonado ligeramente
con anterioridad. Poco acertado, a mi parecer; un peldaño por debajo de lo
trabajado por Howard en entregas anteriores y muy inferior a otros fragmentos
de ritmo pausado que encontramos en esta entrega.
El segundo
tercio de la historia va a concluir; gran desarrollo de la composición. El
episodio del malhechor Bane en las profundidades de Gotham y su intento de
búsqueda por parte de la policía, con el estallido final de los explosivos por
toda la ciudad, es delirantemente genial. Diría que nos encontramos ante el
súmmum de la atmósfera más irrespirable de toda la trilogía, sin duda. La
narración mantenida, sin bruscos cambios, pero con un ritmo ahogante, que
aplica el artista alemán, es envidiable y más lo es cómo usa las cuerdas en
pequeños momentos, casi imperceptibles, pero que los convierte en una desazón
artística asombrosa. Es una pena que esta orientación tan sofocante y viciada
no haya sido la aportada por la música desde el inicio de las tres entregas.
El último
tercio, fragmento final de la trilogía, inicia su andadura de forma algo
pesada, con la música en una función algo pausada. Pero llegamos a un instante
asombroso. Durante toda esta tercera entrega hemos escuchado el tema principal
de toda la trilogía, las siempre mencionadas dos notas, sin la función esencial
que antes habían tenido: mostrar la presencia del superhéroe más allá de
encontrarse o no en pantalla, reflejar su poder y existencia en todo momento,
la mayoría de las veces sonando sin Batman en escena, lo que ha hecho afirmar a
muchos que el tema carece de personalidad; todo lo contrario. En esta tercera
entrega sí, ha hecho presencia, poca, y siempre cuando nuestro protagonista
mantenía situaciones de lucha. Ha sido, hasta el momento, estudiadamente
esporádica. Ahora entra en juego su poder, su uso como siempre ha sido y, por
primera vez en toda la historia y usando como plataforma el final de la
trilogía, el tema suena recio y absoluto en una situación novedosa: Batman no
está en pantalla (como casi siempre había sido), pero ahora sí aparece Bruce
Wayne; es el fragmento de su vuelta a ver la luz tras la escalada desde el
fondo del pozo. El tema, que nunca había sonado en presencia del magnate
empresarial (aún siendo el portador humano de Batman), sí lo hace ahora. Es,
nuevamente, y más que nunca, el reflejo de la existencia del hombre murciélago
en todo lugar, en todo momento.
Asistimos ya,
desde hace unos pocos minutos, al encumbramiento incuestionable de la atmósfera
angustiosa de la partitura en niveles narrativos completos. El ritmo que Zimmer
aplica a las escenas es tan alto que manteniendo formas lineales pasa de
describir a contar lo que ocurre. Los temas principales son usados nítidamente,
aunque siempre sin crear llamadas de atención que quiten la atención donde no
deben. Un final pausado, esperanzador; tras la tragedia no veo ninguna
posibilidad de haber mantenido el tono intimista y lento que las dos primeras
entregas tuvieron. Y la apoteosis final, quizá no para el espectador, pero sí
para el estudioso. Tal vez para el primero: heroicidad; para el segundo:
emoción artística. Suenan las dos notas. El fin último del tema de Batman que
se ha usado en toda la trilogía llega a su esplendor; Batman muerto: ¿qué
prueba más fehaciente necesitamos para atribuir a su genialidad compositiva y a
la explicación ofrecida desde este artículo a la función que verdaderamente
acomete que… un final como éste?: suenan las dos notas; el superhéroe ya no
está. La música le aclama, acaricia su figura, siempre eterna; para siempre
poderosa. Ha muerto; aún así, permanece.
Concluyendo,
podemos decir de la partitura para ‘’El caballero oscuro: la leyenda renace’’
que posee una fuerza final exuberante. Sin duda, la parte más interesante de la
trilogía, mas en el conjunto del filme, no la de mayor unidad y calidad, a poca
distancia de la segunda entrega. Algo excesivo, tal vez, el uso de la música en
demasiadas partes del metraje y un inicio de cinta desequilibrado y de un
trabajo menor que el resto. Finalmente, resultado excelente del artista alemán.
ESCÚCHALA SI...: te gustaron las anteriores entregas. No desmerece y puro estilo Zimmer.
NO LA ESCUCHES SI...: pretendes escuchar un giro en estilo y formas dentro de la trilogía.
LLEGARÁ A SER UN CLÁSICO: no.
PUNTUACIÓN:
8.5
Antonio
Miranda. Agosto 2014.
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