9 sobre 10
2001: A SPACE ODYSSEY (1968).
GYÖRGY LIGETI, RICHARD STRAUSS,
JOHANN STRAUSS, ARAM KHACHATURIÁN.
No
comprenderemos el sentido del uso de la música en ‘’2001: una odisea en el
espacio’’ sin antes haber presenciado veinte minutos de secuencias impactantes,
cuando el Hombre aún no era tal. Escuchamos en este fragmento de historia el
famoso motivo de Richard Strauss ‘’Así habló Zaratustra‘’, el ‘’Réquiem’’ de György Ligeti y el
‘’Danubio Azul’’, de Johann Strauss, los tres más importantes de la banda
sonora que, finalmente, Stanley Kubrick decidió usar para su historia tras un
proceso de relación con el exquisito compositor Alex North que terminó con el
engaño de aquél y la enfermedad de éste, componiendo durante once intensos días
una partitura original (con indicaciones incluidas del director) que finalmente
Kubrick rechazó ante la sorpresa de todos y sin avisar a nadie. Vayamos con la
definitiva obra musical para esta obra maestra del cine.
El
ejemplo más claro de los tres mencionados lo representa el vals de Strauss,
aparentemente forzado paso de las secuencias de los monos a las espaciales.
Refleja, intencionadamente, el carácter tecnológico y avanzado del hombre
actual respecto al prehistórico. Su evolución la practica Kubrick a través de
esta pieza musical que en el siglo XVIII conquistó su rango de nobleza en Viena
al introducirse en la selecta ópera y el estilizado ballet y nos da a entender,
a parte el matiz lento y suave de las imágenes, ese salto evolutivo y la forma
superior y poderosa de la mente humana actual respecto a la primitiva. La
aplicación que luego hace de este vals sobre imágenes preciosistas es un
detalle logrado y lógico, pero que en algunas ocasiones olvida la
sincronización exacta y estudiada con las secuencias. Lo veremos. En segundo y
tercer lugar situamos los otros dos temas, el de Richard Strauss y su inclusión
guarda relación con el sentido religioso y de poder absoluto que Kubrick aplica
en su película a la figura del Monolito (como dador incluso, o referencia
individual, del Universo), descrita su acción sobre los humanos (o su mente) a
su vez mediante el tercero de los temas, el de Ligeti, más vanguardista,
experimental y misterioso, como resulta desde el inicio la acción del extraño
objeto sobre los hombres.
El
desarrollo del final de la primera parte, a punto de entrar ya de lleno en la
segunda y la evolución verdadera del argumento, se centra, musicalmente
hablando, en el empleo de la obra de Johann Strauss. Parémonos en ella, un uso
entusiasta y refinado y una combinación música-imagen exquisita (aunque sólo en
apariencia). Las secuencias en las que
es aplicado carecen de trascendencia real, por lo que su función, una vez
habiendo aclarado el matiz del paso a la civilización como manera de
organización superior en relación a la primitiva forma de vida humana, se
limita a una sencilla descripción de lo que vemos. Atendiendo a este matiz, tal
vez su falta de sincronización en algunos instantes podría ser obviada mas, no
obstante, sí presenciamos por momentos detalles de un empaste de las notas con
las figuras en pantalla verdaderamente interesante y logrado: el descenso de la
nave en la que viaja el doctor Floyd, abriéndose las compuertas de la base
Clavius, es hermosamente descrito,
incluso ahora narrado gracias a la buena sincronización, y su presencia en
pantalla nos hace preguntar: ¿por qué no sucede esto en el resto del tema,
cuando el compositor cambia ritmos, estructuras o contenidos de su música y la
imagen de Kubrick no llega siquiera a inmutarse? Es evidente que para el
espectador global tanto detalle referido pasará desapercibido, pero no para el
inquieto en este mundo tan rico e importante de las partituras para cine.
A
la hora de metraje, la composición alcanza un clímax importante, crucial
incluso para entender la postura del director hacia la obra original que
encargó a Alex North. La expedición de científicos llega a la Luna, donde el
doctor Floyd conocerá el nuevo descubrimiento (el Monolito). Suena de nuevo
György Ligeti, ahora su ‘’Lux Aeterna’’ y entrando en las lindes del Monolito,
el ‘’Réquiem’’. Su ‘’micropolifonía’’ y experimentación marcan el camino básico
de la idea de Kubrick. La obra de North no se movía por este linde extraño y
novedoso, acudía a una sincronización exquisita, una fuerza única y calidad
indudable pero, pese al gran trabajo (grabado y editado años más tarde por
Jerry Goldsmith), el matiz inquietante y oscuro del Monolito jamás habría visto
la luz. Ligeti compone en estructuras lineales largas y vocales, detalle que
une la figura divina del objeto descubierto (y presuntamente sobrehumano) con
la de los hombres. Siempre se escucha al compositor húngaro en ambientes
exteriores y asociado en todo momento al Monolito como estructura física o bien
influencia directa (escenas en negro o último viaje al más allá). El carácter
místico y verdaderamente musical de ‘’2001’’ no tiene nada que ver con los
Strauss, sentencia arriesgada la que presento pero, en opinión de quien esto
escribe, sin ninguna duda que pueda llevarnos hacia otro lugar.
‘‘Misión a Júpiter’’. El
inicio de la encomienda nos presenta un nuevo y crucial personaje: el ordenador
de la serie 9000 Hal, descrito inteligentemente por Kubrick al aplicar en
pantalla el adagio de la ‘’Gayane ballet suite’’, del compositor soviético de
origen armenio Aram Khachaturiam, una estupenda pieza de gamas tranquilas y
ligeramente enigmáticas, como va a resultar la evolución de la máquina en la
historia. Magnífico inicio de esta parte para nada asociado con el ambiente
tranquilo y pausado de la expedición espacial y sí, como se indica, con el
ordenador Hal. Fragmento extenso en el que ninguna pieza musical más sonará. La
relación que establece el director entre música y personaje es, inicialmente,
fascinante.
‘’Júpiter, y más allá del
infinito‘’. Dos horas de historia. Nueva, directa y visual referencia al
Monolito. Escuchamos de nuevo el ‘’Réquiem’’ de Ligeti. La tonalidad musical de
la historia ha dado, empleando un par de piezas y escasos minutos, un giro
brusco dejando atrás la suavidad de los valses y la universalidad de las piezas
musicales. Las imágenes siguen presentando una poesía visual y una pausa
extremas, hermosas. No escuchar ya, desde hace muchos minutos, la música de
Strauss nos lleva a ratificar la teoría del sentido de ésta en el filme, muy
lejano al que muchos quieren atribuirle de manera única, como es la
representación de la solemnidad visual. Sí, existe (ya comentado), pero su
crucial cometido fue la del enlace entre vida primitiva y la suntuosidad de la
evolución a la moderna. Una vez ‘’gastada’’ esta función, Johann Strauss
desaparece. Por otro lado, el detalle de la aplicación del ‘’Réquiem’’ de György
Ligeti nos hace ver la figura del extraño objeto como algo más allá de la común
ubicación referente al concepto de Dios o la Idea. El réquiem es una
composición musical que se asocia a los difuntos, a la muerte. Aquí
encontramos, desde el punto de vista musical, una interpretación posible,
interesante y por la que me decanto, terminado el estudio de la partitura que
Kubrick aplicó sobre el extraño elemento: la muerte; más aún, la Muerte como
concepto global y amplísimo que, de la misma forma que interpretaciones
directas, podemos incluso asociar con la idea de Dios. Complejísimo.
El desenlace contiene un
poder compositivo excepcional, tanto de imagen como de música. ‘’Atmosphères’’
supone, en la secuencia de las luces y paisajes vanguardistas, el colofón a su
presencia, como pieza musical, en toda la obra. Una elegía por lo desconocido,
lamento al miedo, al terror por no saber qué… (así se muestra durante su
audición, única e individual, en las pequeñas partes en negro, al inicio del
filme y a mitad). Su proyección hacia los colores y formas que vemos, por las
que permanece el astronauta tras ser atrapado por el Monolito, es una prueba de
paciente filosofía y meditación de todo aquel que sufre o ve. György Ligeti se
ha convertido en pieza clave en la historia. Y, por fin, Strauss de nuevo, tras
todo el argumento, poderoso para trazar un lazo de incertidumbre en torno a la
figura completa y global del Universo y el Ser Humano, motivo por el cual se
escucha al inicio y al final de la obra.
En definitiva, una
partitura para ‘’2001: una odisea en el espacio’’ que, si bien carece de
trabajo original para la historia, es inteligentemente aplicada y su sonoridad
y significado real, lejos de mantenernos entre las dos famosas piezas que
suenan y la mayoría de espectadores conocen, nos conducen inexorablemente
(quizá como el Monolito) hacia las texturas dramáticas y oscuras de György
Ligeti, auténtico referente de esta obra. Gran trabajo de elección y aplicación
de Stanley Kubrick y excepcionales piezas clásicas.
PUNTUACIÓN: 9
Antonio
Miranda. Abril 2015.
Excelente.
ResponderEliminarLo que comentas sobre la obra de Khachaturian en relación con Hal es muy interesante, nunca se me había pasado por la cabeza. Siempre había pensado que se hacía referencia a la soledad de los astronautas en la inmensidad del espacio.
Yo, que soy un espectador global :), tampoco había reparado en lo que comentas sobre los cambios de ritmo de la obra de Johann Strauss y la cadencia de las imágenes.
A ver si te animas y le hincas el diente a la sensacional banda sonora de "The Fountain" de Clint Mansell.
Saludos.
Gracias por tu comentario, Francisco!!!! Sin duda apunto ''The Fountain'', gran trabajo de un genio actual. Un saludo afectuoso.
ResponderEliminar