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SCHINDLER`S LIST (1993).
JOHN WILLIAMS.
La
delicadeza como bandera del drama. La partitura de ‘’La lista de Schindler’’
deambula durante pocos instantes por entre los amasijos trágicos de la
historia, incluso se separa de la intención de participar de lleno en ella,
bien narrando o bien describiendo situaciones. Sucederá en un par de ocasiones,
que más tarde mencionaremos, secuencias clave, no ya en el devenir del
argumento sino, más bien, en la sensación transmitida por ellas dentro del
cuerpo global de la obra (al tiempo que cuentan, esta vez sí, lo que vemos en
pantalla). Serán las dos cumbres de la composición, temas magistrales que, junto
a la no menor grandeza del resto, guardarán siempre una línea equilibrada con
la pretensión casi única de transmitir sentimientos.
El
primer tercio de metraje posiciona la tragedia. Williams aparece un par de
veces y siempre tras algún suceso importante, ya sea el inicio de la andadura
de Schindler en su negocio o el apurado rescate de su secretario de un vagón de
judíos. Tras el clímax de estos dos momentos suena la partitura y lo hace
delicada, siempre manteniendo el llanto
de la desgracia que viene y, por tanto, apoyando la imagen del pueblo judío en
contraposición a la música incidental que ha empleado el director hasta ahora,
que describe el mundo alemán del lujo y la vida cómoda con temas tradicionales
y clásicos. Nada de excesos, ningún aspaviento del gran compositor y sí la
inteligencia de dos artistas en pro de la desgracia que se quiere transmitir.
La
llegada de las primeras matanzas en masa, en el gueto de Cracovia, responde
directamente a las preguntas que,
durante ya más de una hora de cinta, nos hacemos: ¿cuándo tomará Williams el
mando de los acontecimientos? ¿Cómo será la narración que el genio
estadounidense hará sobre alguno de los asesinatos? ¿Qué grado de intensidad y
cuál será la forma de sus temas basados en la acción? Absolutamente nada de
esto va a ocurrir. Director y compositor han tomado la decisión arriesgada de
no describir ni narrar ningún episodio trascendental del filme. Como digo,
arriesgado. Entonces, ¿cuál es la función de la música en ‘’La lista de
Schindler’’? Desde el comienzo mantiene una línea idéntica, sin florituras, sin
excentricidades e inyectando directamente su figura en un personaje: Itzhak
Stern. Resultará sorprendente mi afirmación, pero así es. La partitura se
dispara, sutilmente, hacia dos blancos directos: el mencionado personaje y, por
otro lado, la situación de la sociedad actual con respecto a aquellos años. La
explicación es muy sencilla a la par que su decisión acertadísima. Ningún
personaje representa como Stern la posición intermedia entre el desvalido mundo
judío y el prepotente ámbito alemán. Él se encuentra en un término medio, ni en
la acción ni en la pasividad. Mas su comportamiento, mezcla de toda esta
confusión intermedia, refleja un pensamiento constante, una idea proyectada más
allá de la realidad que vive (nos percatamos de todo esto en seguida de ver sus
gestos, movimientos, palabras o formas). Es una figura que vive pero que siente
la trascendencia de todo lo que va a ocurrir. Por otro lado, la situación de la
sociedad de hoy en día respecto a aquellos momentos es clara y rotunda, unánime
y, tras presenciar la catástrofe y recordarla, triste. Las notas de Williams no
se paran a contarnos nada, sencillamente lo recuerdan. Y lo hacen con tanta
dulzura que su ligereza hace llorar. Ni siquiera la aparición de la conocida
secuencia de la niña del abrigo rojo deambulando entre balas y muertes, con su
inocencia expuesta a la miseria de las armas, es descrita o narrada por la
partitura. El artista se limita, hábilmente, a introducir los coros infantiles
a su composición y mantener la misma cruda (y tierna a la vez) orientación de
siempre. El tema que oímos no cuenta nada, repito; sólo nos dice: la niña
murió.
La mitad de la
producción acoge una secuencia escalofriante y, no obstante, enternecedora. Evidentemente
hablamos de varios sucesos en uno, la combinación de una de las matanzas más
frías con la exposición, por vez primera, de la bondad y buena intención de
Schindler al indicar a Stern los nombres de los padres de una mujer que
previamente visitó su despacho, suplicándoselo. Tras los disparos y la sangre y
la discusión entre Stern y Schindler, éste pronuncia los nombres del matrimonio
y John Williams aparece, tras muchos minutos agazapado, con su primer toque de
guitarra, entonando el tema principal del filme. Exquisito. La guitarra es un
instrumento del pueblo y, precisamente, Schindler comienza la ayuda para con
él. La música pretende lo que explicamos, son intenciones nada complejas y muy
directas y marcadas y su grado de consecución es máximo, sublime y de la mano
de uno de los genios actuales del Arte. Williams, embriagador maestro de la
composición y los arreglos, ralentiza su visión de la música hasta hacerla
blanca frente al negro intenso de la sangre que sale de las cabezas de los
judíos. El contraste que provocan sus notas junto a la barbarie que se enseña
es sobrecogedor e intensísimo.
La
partitura nos prepara una grata sorpresa; breve y repentina surge la
composición más ‘’mortífera’’ de la obra, reflejo del nuevo giro, si cabe otro,
aún más trágico que se produce: la búsqueda e incineración de los cadáveres
previamente enterrados. El suceso, corto, es incluido de forma ligera pero
firme en la historia y así suena el ‘’Réquiem’’ que Williams compone para la
ocasión, una pieza coral que estremece el momento y consigue el pico de
dramatismo de todo el filme y de la composición por sí misma y que compartirá
con un episodio inmediato. Ha sido una especie de reclamo al presente, a lo que
vemos, una llamada, a través de la música, de que está ocurriendo lo que se ve
y no recordando lo que pasó. Pequeños guiños que se escapan de la idea del
conjunto pero que, meditada, consigue aumentar el ritmo lineal del resto de las
piezas compuestas. Es el inicio del último tercio de filme y Williams vira ligeramente
hacia los matices más tensos hasta ahora ofrecidos. La incineración de los
cadáveres es el punto de partida del pequeño cambio y, seguidamente, la
conversación ‘’de despedida’’ (que hará pensar seriamente a Schindler) con su
amigo Stern. Esto nos adentra en la oscuridad más auténtica de la obra y da de
lleno con el otro instante mencionado, clímax dramático y, a juicio de quien
esto escribe, uno de los momentos cinematográficos más desgarradores de la
historia del séptimo arte. No es conseguido (permítaseme esta opinión) por la
imagen, ni el color, ni los ángulos de cámara o las acciones planteadas, no;
todo lo acaricia terriblemente el trágico violín de Itzhak Perlman que se basta
por sí solo para dibujar un horror que debiera ser recordado a niveles máximos
en la música para la gran pantalla. Se trata de la entrada de las mujeres a las
duchas del campamento de Auschwitz. Si nos damos cuenta, estamos en el
desenlace de la obra. Director y compositor, hábilmente, han ofrecido pequeñas
gotas de dramatismo real entre numerosas muestras de apesadumbrada nostalgia.
Ahora es el momento de golpear argumento y espectador con la sutileza que John
Williams, sólo él, es capaz de disfrazar en forma de tragedia directa. El
compositor, por fin, narra absolutamente lo que estamos viendo y lo hace,
precisamente, con los acontecimientos finales.
En
definitiva, hemos presenciado la evolución de una de las partituras más
exquisitas que existen en función de la historia que se quiere contar.
Excelente visión del artista distribuida con delicadeza en las dos vertientes
anunciadas: la nostálgica, que parece dominar el argumento por completo y la
dramática, que astutamente el artista ensambla en la parte final de la obra con
un resultado sorprendente. La unidad de la banda sonora no puede cuestionarse,
su calidad compositiva está fuera de toda duda y la aplicación a la imagen, sin
grietas. Concluyendo: una de las más grandes creaciones para la música de cine
de toda la historia.
ESCÚCHALA SI...: no quieres desconocer una de las obras más grandes de la música actual.
NO LA ESCUCHES SI...: eres amante del sinfonismo de Williams y no te intriga una partitura seria, dramática, estudiada y culta.
RECOMENDACIÓN END TITLES: absolutamente. Imprescindible.
OTRAS OBRAS DEL AUTOR: ''Tiburón'', ''El Imperio Contraataca''.
Antonio Miranda. Enero 2015.
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